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ARTÍCULO ORIGINAL
Rev Psicol Hered. 2020; 13(2):47-55
DOI: https://doi.org/10.20453/rph.v13i2.3902
Rev Psicol Hered. 2020; 13(2):47-55
1 Grupo de Investigación en Psicología General y Aplicada, Escuela Universitaria de Posgrado, Universidad
Nacional Federico Villarreal. Lima, Perú.
Conjurando los peligros de la metodolatría y el
cienticismo en psicología
Averting the perils of methodolatry and scientism in psychology
Roberto Bueno-Cuadra
1
RESUMEN
Metodolatría y cienticismo son dos términos frecuentemente utilizados en algunos círculos críticos para referirse,
respectivamente, a la tendencia a sobrevalorar los métodos por encima de la teoría y a la aplicación no crítica de
determinados métodos de investigación. Estas dos tendencias están frecuentemente vinculadas entre y son una
consecuencia de asumir una concepción metodológica de la ciencia. El presente artículo contribuye a alertar acerca
de las limitaciones de la concepción metodológica de la ciencia y presenta un breve análisis de los niveles de la
práctica cientíca como elaboración esquemática de los aspectos del método cientíco sobre los que es necesario
reexionar para evitar los riesgos que las tendencias mencionadas suponen.
PALABRAS CLAVE: Ciencia, creatividad cientíca, investigación, método cientíco, metodología.
SUMMARY
Methodolatry and scientism are two terms very used in some intellectual critical circles to refer to, respectively, a
trend to overvalue methods above theory and an uncritical application of certain methods to research. These two
trends are often linked between them and they are a consequence of a methodological conception of science. This
article contributes to give an alert about the shortcomings of the methodological conception of science and presents
a brief analysis of the levels of scientic practice as an schematic elaboration of aspects of scientic method which
we have to reect on in order to avoid the risks involved in the these trends.
KEY WORDS: Methodology, research, science, scientic creativity, scientic method.
INTRODUCCIÓN
Lo que sigue nace de la permanente preocupación
del autor, como investigador y como profesor
de materias que colectivamente pueden llamarse
metodología de la investigación, de reexionar acerca
de los fundamentos metodológicos de la investigación
cientíca y en particular de la investigación en
psicología. Recordemos que, en realidad, la
metodología no es un compendio de procedimientos,
sino una fundamentación de los métodos a ser
empleados en una disciplina. Son muchos los tópicos
que comprende tal reexión, pero en esta oportunidad
mi atención está concentrada en dos palabras que
resuenan en el campo de las ciencias sociales y
la psicología de modo acusador: metodolatría y
cienticismo. La primera constituye una expresión
informal que alude a aquella actitud del investigador
de atribuir a los métodos una garantía omnipotente
para conducirlo a la verdad. Esa actitud está vinculada
a una concepción metodológica de la ciencia; es decir,
la idea de que hacer ciencia consiste solamente en
hacer uso del “método cientíco”, o de hacer uso de
“métodos cientícos” en un determinado campo de
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el cienticismo en psicología
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investigación. Por otro lado, von Hayek (1955) denió
el “cienticismo”
como una actitud que… involucra una aplicación
mecánica y no crítica de hábitos de pensamiento
a campos diferentes de aquéllos en los que fueron
formados. El cienticismo… antes de considerar
su objeto de estudio, reclama conocer la manera
más apropiada de investigarlo. (pp. 15-16)
A mayor abundamiento, en el texto citado, von
Hayek rotula como cienticismo la aceptación
“mecánica y acrítica” de métodos de investigación
en donde claramente, según la naturaleza del objeto
de estudio, tales métodos no son los apropiados (se
trata de una denición que no coincide con ninguna
de las dos acepciones de esta palabra en el diccionario
de la RAE, s/f). Puede haber algún vínculo entre
una concepción metodológica de la ciencia y el
cienticismo (al menos como lo entiende von Hayek):
alguien puede creer que basta con traer a determinado
campo A los métodos que se emplean exitosamente en
un campo cientíco B para constituir A en una nueva
área de estudio cientíco.
Mi propósito en este trabajo es, entonces, primero,
pronunciarme respecto de la concepción metodológica
de la ciencia. La idea fundamental a este respecto
es que hacer ciencia consiste en mucho más que
solamente adoptar y poner en práctica algunas reglas
sobre los datos e instrumentos de investigación. En
segundo lugar, y ya en relación con el tópico del
cienticismo, mi segundo objetivo es distinguir
los diferentes niveles de la práctica cientíca en los
cuales el investigador puede situar su reexión a n
de adecuar sus compromisos metodológicos a su
respectivo objeto de estudio. Finalmente, me detendré
brevemente a resaltar el carácter fundamentalmente
inventivo de la verdadera actividad cientíca y, por
consiguiente, el hecho de que ésta no puede limitarse
únicamente a la aplicación de métodos.
CIENCIA NO ES METODOLOGÍA
Una concepción metodológica de la ciencia es la
que pretende denir la ciencia por sus métodos, en vez
de por sus objetivos y su contenido. En el marco de
esa concepción, la investigación cientíca (incluida
la construcción de la teoría) consiste solamente en
una correcta utilización de determinadas técnicas
y procedimientos que respondan en general a un
determinado marco metodológico. Pero la ciencia no
es fundamentalmente una cuestión de métodos, sino
principalmente un intento por lograr una comprensión
teórica de la realidad. Ese intento también contempla
el análisis conceptual y la correcta identicación
previa del objeto de estudio, más la crítica continua
en torno a esos problemas. La atención casi exclusiva
al componente metodológico puede derivar en
un descuido completo de aspectos conceptuales
importantes; como, por ejemplo, un adecuado análisis
acerca de la naturaleza del propio objeto de estudio.
La otra posible consecuencia de esta concepción es
confundir ese marco metodológico con un verdadero
análisis conceptual de la problemática a abordar. Es
decir, resolver los problemas conceptuales mediante
respuestas que en realidad provienen de las necesidades
y requisitos exigidos por la metodología asumida. Una
hermana menor de esta concepción metodológica es
la concepción empirista de la ciencia, según la cual
lo fundamental en ciencia son los datos, siempre que
éstos hayan sido rigurosamente obtenidos.
No es desconocido que algunos de los críticos
más severos de esta concepción son los autores
enmarcados en una u otra visión post-modernista de
la ciencia. Por ejemplo, el psicólogo construccionista
Kenneth Gergen se pronunció hace tiempo en estos
demoledores términos:
En un grado demasiado grande las ciencias han
estado encantadas por el mito de que la aplicación
asidua de un método riguroso producirá hechos
sólidos –como si la metodología empírica fuera
alguna forma de procesadora de carne de la cual
la verdad pudiera aparecer a la manera de muchas
salchichas. (1985, pp. 272-273)
En una publicación reciente, el conocido teórico
subjetivista González-Rey (2020) emplea el término
metodolatría para referirse a una tendencia de la
psicología de mostrar mayor preocupación por
los asuntos metodológicos que por los teóricos y
epistemológicos. No está demás decir, sin embargo,
que la denuncia de la metodolatría entre los autores
post-modernistas no es por completo desinteresada.
En muchos autores, esa denuncia es parte de una
agenda, nada oculta, consistente en promocionar los
métodos interpretativos como los únicos válidos en
las ciencias sociales. La palabra misma tampoco es
patrimonio de esta corriente: ya hace décadas Pepper
(1942), citaba de otro autor el uso de este vocablo. En
realidad, no es necesario ser un post-modernista ni ser
necesariamente partidario a ultranza de los métodos
interpretativos para percibir que, en efecto, no es nada
saludable el énfasis casi exclusivo en los métodos y
en los datos, como si esto es todo lo que contara en el
desarrollo de una ciencia.
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En realidad, todos los métodos son en principio
bienvenidos para mejorar nuestras observaciones
acerca de los objetos y eventos, de los cuales trata,
en última instancia, la ciencia. De modo que,
evidentemente, el problema no puede radicar en sí en
la preocupación por obtener datos de la manera más
rigurosa posible. El problema es otro: “lo que debe ser
cuestionado es la preocupación de tantos cientícos
sociales cuantitativos con los métodos, a menudo a
expensas tanto de la teoría como del problema” (Berg,
2001, p. 287). En esta cita la acusación recae sobre un
grupo de investigadores colectivamente identicados
como “cuantitativos”. Sin embargo, como argumenté
en otro lugar (Bueno, 2014), el énfasis en los métodos
por encima de la teoría y del tema sustantivo que
se pretende investigar no es algo consustancial a
las investigaciones metodológicamente enfocadas
en la identicación y medición de variables (a lo
cual, creo, es lo que más exactamente se puede
llamar “investigación cuantitativa”). Por otro
lado, es probable que lo que algunos consideran
“metodolatría” es simplemente la sana y razonable
escrupulosidad que se debe mantener en relación con
los procedimientos cuando se hace investigación, en
cuyo caso, esa palabra no es aplicable. De igual modo,
y como señalan Braun y Clarke (2020), tampoco se
puede acusar de “metodolatría” a los esfuerzos por
sistematizar procedimentalmente un determinado
enfoque de trabajo.
Pero hay quizá algo de razón en la sospecha de
que las prácticas usuales en investigación cuantitativa
pueden generar el sesgo estruendosamente
denominado metodolatría. Hay dos presupuestos que
pueden contribuir a generar y mantener ese sesgo. El
primero de estos presupuestos es la creencia de que
las prácticas usuales en investigación cuantitativa,
las cuales emulan los métodos de ciencias bien
reconocidas (uso de instrumentos, medición, etc.),
garantizan objetividad y rigor. De ordinario, pensamos
que los datos cuantitativos son más objetivos porque
la información numérica es incuestionable, en el
sentido de que, por ejemplo, un 25 es un 25 sin
ninguna duda, a diferencia de lo que ocurriría con
las apreciaciones cualitativas. Al parecer, entonces,
cuando se habla de objetividad y rigor se quiere
decir principalmente exactitud y precisión y en este
sentido, nadie dudaría de la necesidad de que la
información cientíca exhiba estas características. Sin
embargo, ninguna metodología en particular tiene en
exclusiva la facultad de producir información exacta
y precisa. Dos son las cuestiones a considerar aquí: 1.
Aunque la cuanticación es indudablemente útil para
representar muchos fenómenos, no es la única posible
fuente de exactitud en muchos otros casos, y 2. Puede
haber diferentes maneras de cuanticar en un campo
determinado de estudio.
El segundo presupuesto es la idea de que en una
empresa cientíca sólo se necesita datos “objetivos”
(cuantitativos o no) obtenidos de manera rigurosa.
Pero el cumplimiento de los requisitos metodológicos
de exactitud y precisión, suponiendo que hayan
sido denidos adecuadamente, no son sucientes en
una empresa cientíca. Datos precisos y rigurosos
no constituyen en sí mismos conocimiento. Este
punto no sólo atañe a la necesidad de disponer de
un “marco teórico” para realizar la “interpretación”
de dichos datos, sino a algo mucho más profundo:
se requiere, además, y sobre todo, de una correcta
conceptualización previa del objeto de estudio y que
tal conceptualización no se vea sesgada por ningún
criterio metodológico asumido a priori. Los métodos
no tienen validez en sí mismos ni son sucientes
para justicar un área de trabajo como ciencia; por
el contrario, los métodos siempre deben responder
a una previa conceptualización teórica del objeto de
investigación. Por tanto, no se trata simplemente de
determinar qué métodos son más rigurosos y objetivos
sin un previo examen conceptual de la materia. Uno
de los muchos problemas que merecen consideración
es, por ejemplo, el del grado en que las variables
que constituyen determinadas áreas de investigación
capturan la riqueza de los fenómenos psicológicos
que supuestamente representan. Por supuesto, estas
son advertencias que han sido lanzadas muchas
veces a lo largo de décadas desde el siglo pasado. Sin
embargo, es importante seguir insistiendo en ellas
como recordatorio para el investigador especialmente
interesado en practicar algún enfoque metodológico
en particular.
No es aquí mi objetivo valorar la justeza de las
diferentes metodologías hoy en boga en psicología,
pero creo factible pronunciarme, más bien, acerca de
si algún movimiento histórico en la psicología ha sido
víctima de algo que pudiera llamarse metodolatría. Yo
me referiré brevemente a las acusaciones frecuentes
de que el conductismo ha sido fundamentalmente un
movimiento metodológico dentro de la psicología,
y que, además, estuvo afectado por las limitaciones
inherentes a la metodología particular que lo
caracterizó. Mackenzie (1977), por ejemplo, criticó la
adhesión del conductismo a lo que hemos llamado el
enfoque metodológico de la ciencia, explicando de ese
modo su fracaso:
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Cualquier tendencia de las consideraciones
metodológicas para dirigir la investigación
necesita... estar subordinada a las cuestiones
sustantivas particulares presentes en los casos
individuales en la ciencia. No hay sustitutos
metodológicos para las buenas ideas, en cada etapa
de la investigación, y ninguna metodología
garantizada para adquirirlas... (p. 155)
Lo que dice Mackenzie es absolutamente
correcto, pero no todos los conductismos requerían
ese recordatorio. La llamada de atención formulada
por Mackenzie podría aplicarse esencialmente al
conductismo metodológico, incluyendo aquella parte
del conductismo de Watson en la que éste cuestionaba
los métodos introspectivos. Pero, como insistí en
otro lugar (Bueno, 1993), la cuestión fundamental
del conductismo no fue nunca, ni aún en Watson,
el asunto metodológico de la introspección, sino el
tema de la explicación mentalista de la conducta. La
dependencia de compromisos metodológicos, más
que conceptuales, en el conductismo por eso así
llamado metodológico, resalta fundamentalmente a
la vista en su particular versión del “operacionismo”:
los únicos constructos válidos en psicología son los
que pueden denirse operacionalmente. Skinner y
Kantor fueron severos críticos de esta postura: para
ellos los constructos válidos no son los que pueden
denirse operacionalmente, sino los que muestran
verdadera utilidad en una empresa cientíca. Así, en
Kantor y en Skinner los preceptos metodológicos son
una consecuencia de los conceptos asumidos, no al
revés. De ahí que ambos rechacen el estudio de ciertos
problemas, o el recurso a ciertos tipos de explicación,
en este caso, los vinculados al funcionamiento de
una mente, no por prurito metodológico (la falta de
observabilidad o la falta de operacionalización, etc.),
sino por la falta de pertinencia conceptual de dichos
problemas y explicaciones.
Por otra parte, el rechazo de los conceptos
mentalistas no signica dejar de lado la investigación
de los fenómenos llamados mentales. Para Kantor
y para Skinner, la investigación de los “procesos
mentales” está al alcance de una psicología conductista.
Pero la decisión de aceptar la investigación de tales
eventos tampoco obedece a razones metodológicas.
No hay argumento metodológico válido para excluir,
por ejemplo, los eventos privados o el pensamiento
o la percepción, del campo de una ciencia objetiva
de la conducta (en realidad, este es el otro punto que
critica Skinner, 1945, al conductismo metodológico).
Es entonces la presencia de los llamados “fenómenos
mentales”, no un argumento metodológico, lo que les
permite formar parte del universo de fenómenos de los
conductismos radical e interactivo. Sin embargo, es
claro que desde la visión conductista, la investigación
de esos fenómenos deberá realizarse en el marco de
una conceptualización diferente de los mismos, de
modo que ya no puedan entenderse como entidades
internas de naturaleza no física, sino como aspectos
de la propia conducta (Ribes, 1990; Ryle, 1949;
Wittgenstein, 1953).
En suma, en el caso de Kantor, Skinner o Ribes
la discusión metodológica no remplaza al análisis
conceptual, sino que es más bien una consecuencia
de éste. La concepción metodológica de la ciencia
es errada, pero no puede decirse que todos los
psicólogos de orientación experimental comparten
esa concepción. Sus compromisos tienen un alcance
conceptual mucho más profundo.
Dos comentarios nales. Primero, la crítica de la
concepción metodológica de la ciencia de ninguna
manera avala algún relajamiento en las exigencias
metodológicas. Como queda bien claro, el objeto
de tal crítica no es el rigor metodológico, sino la
creencia de que éste es suciente en cualquier área de
investigación. En segundo lugar, algún lector pudiera
percibir en la crítica de la concepción metodológica
de la ciencia algún sentimiento desfavorable hacia
la investigación empírica, y en particular hacia la
cuanticación, y a la vez un temperamento más afín
a la actividad losóca. Esa sensación se incrementa
cuando revisamos los trabajos de muchos autores en el
campo de la psicológica teorética y losóca (ver, por
ejemplo, Teo, 2018, 2019), que es el nombre dado a la
sub-disciplina formalmente abierta para la discusión
de los fundamentos conceptuales de la psicología.
Incluso podría verse en esta crítica una manifestación
del contraste entre las dos culturas (la cientíca y
la humanista) del cual se habló décadas atrás. Sin
embargo, aunque tal impresión puede ser correcta
respecto de algunos de los críticos de la concepción
metodológica de la ciencia, no lo es, creo, de todos
ellos. Yo puedo mencionar el caso de Emilio Ribes,
psicólogo muy conocido por sus profundas reexiones
conceptuales y también crítico del empirismo ingenuo
y, sin embargo, a la vez riguroso experimentador.
Ribes podría ser mencionado como un ejemplo del
investigador en quien conuyen tanto el constante
cuestionamiento conceptual, como la búsqueda y
puesta en práctica de mejores métodos para investigar.
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Aunque quizá lo más justo sea decir que esa búsqueda
está inspirada, en gran medida, precisamente, en la
reexión conceptual.
LOS NIVELES DEL “MÉTODO CIENTÍFICO”
COMO PRÁCTICA CIENTÍFICA
Consideremos ahora el asunto del cienticismo.
Como ya adelanté, cienticismo (al menos, como lo
entiende von Hayek) y metodolatría pueden andar
juntos: el traslado acrítico de métodos de un campo
a otro se ve facilitado cuando en el campo receptor
existe poca propensión a profundizar en los problemas
conceptuales y epistemológicos implicados. Sin
embargo, nuevamente, el objetivo de este trabajo no es
discutir la adecuación o no de determinados métodos
en algún campo particular de investigación. En esta
sección en particular, me abocaré más bien a poner
de relieve algunos aspectos de la práctica cientíca,
usualmente enmarcados como “método cientíco”, y
sobre los cuales es pertinente reexionar como parte
de la búsqueda, justamente, de los métodos adecuados
al campo en que el investigador se desenvuelve.
Pero, ¿qué debe entenderse por “métodos”?
Una posible respuesta es hacer referencia a lo que
genéricamente se ha dado en llamar método cientíco.
El problema es que resulta bastante difícil determinar
qué es el método cientíco, si es que lo hay.
Recientemente, Cowles (2020) ha vuelto a insistir
en una idea ya trasmitida por muchos otros antes que
él: no existe tal cosa como el método cientíco y la
investigación cientíca es algo demasiado complejo
como para poder resumirse en unos cuantos pasos. Una
visión más equilibrada es quizá la siguiente: “El punto
aquí es que la ciencia tiene principios generales que
deben ser dominados para incrementar la productividad
y mejorar la perspectiva, no que estos principios
proporcionan una secuencia simple y automatizada de
pasos que seguir” (Gauch, 2003, p. 3). Por otro lado,
también se ha cuestionado la existencia del método
cientíco como un conjunto de principios generales,
válidos en todas las disciplinas, aunque se admite que
pueda hablarse de un método particular en cada una de
las diferentes disciplinas especializadas. Sin embargo,
incluso desde esta óptica, aún quedan dudas sobre la
existencia de algún conjunto particular de normas para
guiar la investigación y que aseguren “incrementar la
productividad y mejorar la perspectiva”. En verdad,
factores como la intuición personal y el azar juegan
papeles nada desdeñables en la investigación cientíca,
como lo mostró precisamente un experimentador,
como Skinner (1956), al relatar su propia experiencia
como investigador.
Por lo tanto, más que referirme a una supuesta
secuencia de pasos que, según se dice, no son
necesariamente automatizados ni rígidos, y que
incluso, pueden verse sobrepasados por factores como
los mencionados por Skinner, mi objetivo en esta
sección es dirigir la atención a algunos aspectos más
especícos de la práctica cientíca. No hay método
propiamente, sino una práctica guiada en parte por
ciertas prescripciones, las cuales dependen, o deberían
depender, de un previo análisis conceptual de la
problemática a abordar, y en parte guiada por el modo
propio de trabajo de cada investigador. Aun cuando
la discusión que sigue es relativamente breve, confío
en que será útil para al menos volver a plantearnos la
confrontación de los métodos que estamos empleando
en nuestros estudios con la caracterización ontológica
que hayamos asumido acerca de lo psicológico.
En esta discusión no pretendo asignar al término
método cientíco ningún signicado técnico, referido
a procedimientos lógicos o matemáticos particulares.
Considero, más bien, que tal término ha sido objeto,
más o menos informalmente, de cuatro usos distintos:
1. Como la lógica general que guía el desarrollo del
conocimiento cientíco; 2. Como un conjunto de
formulaciones o marco metodológico general de
un determinado campo cientíco; 3. Como reglas
o principios generales que garantizan la validez y
la abilidad de los resultados de investigaciones
cientícas particulares y 4. Como técnicas o
dispositivos especícos de obtención y análisis
de datos. En cada una de estas manifestaciones el
investigador debe asumir una decisión en concordancia
con la naturaleza de su objeto de estudio. Puede verse,
además, que estas cuatro acepciones no están al
mismo nivel ya que mientras las dos primeras tienen
un contenido altamente teórico (como teoría sobre los
métodos), las dos últimas se reeren principalmente
a aspectos más propiamente procedimentales. Como
también habrá de notar el lector, los últimos niveles
están comprendidos en, y dependen de, los primeros.
El término método cientíco, en efecto, ha sido
a veces empleado para referir la lógica general de
desarrollo del conocimiento cientíco. Desde luego,
no hay acuerdo en cuanto a cuál es esta lógica. Un
ejemplo muy conocido corresponde a lo que Popper
(1983) llama el “método” de las conjeturas y
refutaciones. En este sentido, el “método cientíco”
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corresponde a la formulación rigurosa de hipótesis,
o conjeturas, acerca de posibles objetos o eventos
todavía no conocidos, seguidas de intentos serios
de refutación de tales hipótesis. Una hipótesis, en
este caso, es un enunciado acerca de eventos aun no
observados pero cuya existencia puede deducirse de
hechos ya conocidos, o, en la ciencia más avanzada,
de una teoría. Los intentos de refutación, o de crítica,
de las hipótesis se llevan a cabo tanto a través de un
análisis lógico de las mismas, o de las teorías de las
que se deducen, como a través de su confrontación
con la evidencia empírica. El objetivo no es refutar la
hipótesis, sino más bien comprobar su capacidad para
resistir la crítica. Una hipótesis se hace cientícamente
respetable, y se convierte en conocimiento cientíco
(y con ella, la teoría de la que se dedujo la hipótesis),
en la medida que, por el momento, y a pesar de toda
la indagación más competente realizada, no se detecte
en ella ningún problema lógico, ni se encuentre
ninguna evidencia empírica que la contradiga. El
diseño de hipótesis, por un lado, y la búsqueda de
evidencia crítica, incluyendo la evidencia empírica,
por el otro, no necesariamente son realizados por la
misma persona. De este modo, el método cientíco,
denido como una lógica de desarrollo de la ciencia,
no comprende solamente un supuesto conjunto de
reglas que un individuo concreto pone en práctica en
el transcurso de un proyecto de investigación, sino
que involucra una estructura de razonamiento de la
actividad cientíca disciplinar. Otro ejemplo es el de
la propuesta de Rudner (1966), para quien el método
de la ciencia consiste en la búsqueda de principios
generales.
El método cientíco también consiste en las reglas
y conceptos metodológicos generales que se aceptan
como válidos en un campo determinado de estudio.
En psicología se pueden citar, entre muchos, cuatro
ejemplos: los métodos de la psicología introspectiva
de Wundt y Titchener, el método hipotético-deductivo
tal como lo practicaron Clark Hull y sus asociados,
los métodos operantes y la metodología de identicar
y medir constructos por medio de cuestionarios. Así
pues, se puede decir, por ejemplo desde la óptica de
Hull, que el método cientíco consiste en establecer
un sistema teórico a la manera de un sistema formal
y en el que se identican deniciones y postulados de
los cuales se derivan teoremas que luego se someten
a prueba. Tal como puede verse, en este nivel, al igual
que en el anterior, nos encontramos con concepciones
metodológicas que están estrechamente vinculadas
con los presupuestos acerca de la naturaleza del
conocimiento cientíco. Por ejemplo, en este nivel
cabe preguntarse si el objetivo de la ciencia es siempre
llegar a desarrollar un sistema hipotético-deductivo o
si es posible construir un sistema hipotético deductivo
que pueda capturar las propiedades esenciales,
denitorias, del objeto de estudio elegido.
Como señalé, por método cientíco también se
puede entender un conjunto de reglas o principios
que aseguran en el mayor grado posible la validez y
abilidad de la información recogida en el transcurso
de una investigación. Aquí nos estamos concentrando
básicamente en el problema de validar la evidencia
empírica, ya sea que ésta forme parte de los
argumentos en los que se basa la formulación de una
hipótesis, o que se la emplee más bien para someter a
crítica una hipótesis ya planteada. Desde este punto de
vista, el cientíco tiene que resolver tres problemas
fundamentales: 1.Cómo acceder de la mejor manera
posible a lo que se va a observar; 2. Cómo registrar de
la manera más válida y able posible lo observado y 3.
Como asegurar que la evidencia empírica encontrada
respalda determinada conclusión. Como se podrá
notar, las decisiones metodológicas especícas a este
nivel guardan correspondencia (o deberían guardarla)
con las decisiones asumidas en los dos niveles previos.
Por último, un cuarto sentido de método cientíco es
el empleo de aparatos, dispositivos, instrumentos y
técnicas de cálculo, así como el proceso de resumir u
organizar los datos obtenidos. En este último sentido,
el método cientíco comprende los elementos más
eminentemente instrumentales y evidentemente,
dichos elementos están comprendidos como partes
del nivel anterior. La precaución a tener en cuenta
respecto de estos dos últimos niveles del “método
cientíco”, y especialmente respecto de este último,
es sencillamente que el simple uso de tales técnicas
no constituye necesariamente una ciencia, punto que
ampliaremos en la siguiente sección.
LOS COMPONENTES DE LA PRÁCTICA
CIENTÍFICA
Nuestra crítica de la concepción metodológica
de la ciencia resalta el hecho de que los métodos en
mismos son insucientes para hacer ciencia, dado
que la primera consideración en la constitución
de una investigación cientíca es la identicación
clara y precisa de su objeto de conocimiento y el
planteamiento de una teoría acerca de sus propiedades
fundamentales. Pero hay otro aspecto en el que la
ciencia no es únicamente aplicación de métodos.
Este aspecto concierne a lo que podemos llamar el
componente inventivo de la práctica cientíca como
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opuesto al componente instrumental o procedimental
de dicha práctica.
Fue la tensión entre los componentes instrumental
e inventivo la que Claude Bernard comentó
tempranamente en los siguientes pasajes de su
Introduction a l´etude de la médecine expérimentale:
“El método experimental no dará… ideas nuevas
y fecundas a los que no las tengan… el método por
sí mismo no engendra nada, y es un error de ciertos
lósofos el haberle otorgado demasiado poder a este
respecto” (Bernard, 1865, p. 60). Páginas más abajo
concluye, a partir de los enunciados anteriores, que “no
podría haber un método para hacer descubrimientos”
(pp. 61-62). Según estas citas, el “culto al método” ya
era practicado (por algunos lósofos, dice Bernard)
desde hace al menos dos siglos. Nótese que Bernard
no recusa la validez del método experimental en
la rama cientíca que él cultivaba, lo que cuestiona
es la capacidad de tal método (y, agregaría yo, de
cualesquier método en general), para ayudar a “generar
descubrimientos”, es decir, a generar ideas. Y a estas
alturas bien vale recordar parte del pasaje ya citado
de Mackenzie: “No hay sustitutos metodológicos para
las buenas ideas… y ninguna metodología garantizada
para adquirirlas.” (1977, p. 155)
En verdad, es bastante cuestionable la idea de
que sea lo que sea el método cientíco, este pueda
remplazar a las distintas habilidades intelectuales
y actitudinales que debe poseer todo aspirante a
investigador. Esas habilidades son las necesarias para
dominar el componente inventivo de la investigación
cientíca. Este corresponde a los procesos creativos, a
saber: la identicación de un problema, la generación
de hipótesis, el diseño de una estrategia para obtener
la información que responda a la pregunta, el análisis
perspicaz de los datos. Como señalaran Bloomel y
El-Fakahani (2008):
La esencia de la investigación es la creatividad…
pensamos que la investigación es acerca de empujar
las fronteras más allá, abrir nuevos territorios, y
pensamos sobre la creatividad como hacer algo
nuevo o resolver problemas de una manera
ingeniosa. Así, la investigación y la creatividad son
similares, si no sinónimas. (p. 195)
Por otro lado, el componente instrumental compete
al manejo de las técnicas de recolección y análisis
de datos. Estos dos componentes apuntan hacia dos
conjuntos muy distintos de competencias. Así, una
persona puede conocer muy bien ciertas técnicas, e
incluso justicar su uso hasta cierto punto sobre la
base de reglas puramente metodológicas, pero esas
decisiones se asumen en el contexto de objetivos y
modos de trabajo que van mucho más allá de esas
reglas. Una decisión a nivel inventivo se puede
traducir en una decisión instrumental o procedimental,
pero mientras las razones para justicar esta última
son bastante claras y precisas, no siempre sucede
lo mismo con las decisiones inventivas. Como dijo
Murray Sidman en el prólogo de su célebre Tactics
of scientic research (Sidman, 1960), el cientíco no
siempre sabe cómo o por qué hace lo que hace.
En contra de lo que se elabora en el imaginario
popular, en el que se representa al cientíco rodeado
de instrumentos, es el componente inventivo el que
está más intrínsecamente relacionado con la actividad
cientíca. Por eso es que además de la investigación
empírica existe también la investigación teórica,
puramente creativa y escasamente procedimental,
mientras que, en cambio, en ciencia no existe el
uso de instrumentos o procedimientos en sí mismo.
El uso de instrumentos se enmarca siempre en
determinados objetivos que responden, a su vez (o
deberían responder) a un interés teórico. Se puede
saber cómo usar un microscopio o conocer un
paquete estadístico, sin que ello lo convierta a uno
en investigador. Los métodos, sin embargo, pueden
tener un lugar en la actividad creativa cuando sirven
a ésta. Incluso los propios autores cualitativistas, tan
propensos a cuestionar el metodologismo, reconocen
que la creatividad cientíca se ejerce legítimamente en
relación con métodos bien fundados (May, 2006, pp.
19-20). Esto también fue resaltado por Bernard cuando
declaró que, si bien el método no sirve para generar
ideas, sí puede tener un impacto en un mayor o menor
éxito al perseguir algún objetivo de investigación
creativamente planteado (Bernard, 1865, p. 62).
De cualquier modo, es claro que mientras uno puede
ser entrenado en el aspecto instrumental, no se tiene
ideas claras acerca de cómo enseñar el componente
inventivo. Los manuales de metodología de la
investigación prestan por lo general escasa atención
a este último. Existe alguna literatura en la que se
proporcionan guías útiles para el ejercicio de diversos
aspectos del componente inventivo (e. g., Bell, 2010;
Loehle, 2010; Padilla & Fuentes, 2017), pero yo en
particular siempre tengo presente la distinción entre
conducta moldeada por la contingencia y conducta
gobernada por reglas (Ribes, 2000; Skinner, 1969). En
gran medida, la “mente cientíca” todavía reclama un
estudio cientíco. Aparte de los muchos estudios de
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Conjurando los peligros de la metodolatría y
el cienticismo en psicología
Rev Psicol Hered. 2020; 13(2):47-55
caso realizados, hay relativamente poca investigación
empírica, como indican Padilla y Suro (2007), acerca
de cómo se adquieren y ejercen las competencias
implicadas en la actividad cientíca, incluyendo los
aspectos inventivos y también los propios procesos de
razonamiento metodológico, es decir, el razonamiento
para entender las reglas metodológicas (Padilla et al.,
2009).
CONCLUSIONES
Mi propósito en este escrito fue aportar una
contribución más a la advertencia, nunca excesiva,
de asumir una actitud crítica frente a los métodos a
los que estamos acostumbrados, o que pretendemos
adoptar, en nuestro quehacer como investigadores en
el campo del comportamiento humano. La pulcritud
metodológica no puede subsanar las deciencias en la
comprensión de los fenómenos correspondientes a un
área determinada, cuando esas deciencias se deben a
problemas conceptuales de origen. Es más, la conanza
en los métodos puede incluso ocultar esas deciencias
a la vista del investigador. Esta reexión es así
importante para alguien que se inicia en investigación,
quien muchas veces está más preocupado por el rigor
de su metodología que por la claridad conceptual en
su particular proyecto de investigación. Pero también
lo es para la propia disciplina y los investigadores ya
formados, en la medida que, a ese nivel, pareciera que
no hay problemas conceptuales que resolver y se deja
todo en manos de la metodología. En investigación,
como en cualquier otro campo del quehacer humano,
el mejor método será siempre el que esté sujeto a
constante crítica.
Correspondencia:
Roberto Bueno-Cuadra.
Correo electrónico: rbueno@unfv.edu.pe
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Recibido: 05/10/2020
Aceptado: 30/11/2020