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ARTÍCULO ORIGINAL
Rev Psicol Hered. 2020; 13(1): 1-11-11
1
Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima, Perú.
Relación entre inteligencia emocional y riesgo
de adicción a redes sociales en estudiantes de
educación superior no universitaria de Lima
Metropolitana
Relationship between emotional intelligence and risk of social networking addiction in technical higher
education students from Lima
Alejandra Jóse Rivera-Véliz
1
, Elizabeth Dany Araujo-Robles
1
RESUMEN
El objetivo fue identicar la relación entre la inteligencia emocional y el riesgo de adicción a las redes sociales en
un grupo de estudiantes de un instituto de educación superior no universitaria de Lima. El estudio se realizó en 150
estudiantes de entre 16 y 27 años. Se utilizaron el Trait Meta-Mood Scale 24 y el Cuestionario de Adicción a Redes
Sociales (ARS). La correlación entre las puntuaciones globales fue baja y no signicativa (r
s
=-,04; p=,625), pero
se hallaron correlaciones negativas entre claridad emocional y reparación emocional con indicadores de obsesión
por las redes sociales. En cambio, la atención emocional correlacionó positivamente con indicadores de falta de
control y uso excesivo de las redes sociales. Estos resultados apuntan a la conclusión de que la claridad emocional
y la reparación emocional son componentes fundamentales de la inteligencia emocional, denida como habilidad,
en tanto que la atención emocional está relacionada no propiamente con la habilidad de auto-monitoreo emocional,
sino más bien con la tendencia a realizar este auto-monitoreo, en particular en individuos con malestar emocional.
PALABRAS CLAVE: inteligencia emocional, adicción a redes sociales, estudiantes.
SUMMARY
The objective was to identify the relationship between emotional intelligence and risk of social network addiction
in a group of students from a technical higher education school from Lima. The sample was constituted by 150
students aged 16 to 27 years. The Trait Meta-Mood Scale 24 and the Questionnaire of Social Networking Addiction
were used. The correlation between the full scores was low and not signicant (r
s
=-.04; p=.625), but negative
correlations between emotional clarity and emotional repair with indicators of obsessions for the social networking
were found, as well as positive correlations between emotional attention with indicators of lack of control and
excessive use of social networking. These results lead to the conclusion that emotional clarity and emotional repair
are fundamental components of emotional intelligence, as an ability, whereas emotional attention is not mainly
related to an ability to self-monitoring one´s emotional states, but to a propensity to carry on this self-monitoring,
particularly in individuals with emotional discomfort.
KEY WORDS: emotional intelligence, social network addiction, students.
Rev Psicol Hered. 2020; 13(1): 1-11
DOI: https://doi.org/10.20453/rph.v13i1.3848
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ARTÍCULO ORIGINAL
Rivera-Véliz y Araujo-Robles
Relación entre inteligencia emocional y riesgo de adicción a redes sociales
en estudiantes de educación superior no universitaria de Lima Metropolitana
Rev Psicol Hered. 2020; 13(1): 1-11
INTRODUCCIÓN
El desarrollo de nuevas tecnologías comunicativas
ha permitido que en distintas sociedades las personas
resuelvan diversos problemas cotidianos de manera
rápida, lo cual es muy notorio en la población joven,
que cuenta con una mayor facilidad para su empleo.
Entre esas tecnologías destacan las redes sociales,
las cuales son consideradas como espacios virtuales
que hacen posible la interacción con otras personas
(Echeburúa & Requesens, 2012). Según datos de
IPSOS (2018), el 54% de la población peruana son
usuarios de redes sociales; por su parte el Instituto
Nacional de Estadística e Informática [INEI] (2018)
informó que entre los jóvenes de 17 a 24 años de Lima,
la frecuencia diaria en uso de internet, incluyendo el
uso de redes sociales, ha aumentado signicativamente
en los últimos años, en un 48 % desde el 2010 hasta
2018. Este incremento en el uso de internet se puede
deber a diversas causas, siendo la principal la conexión
constante a las redes sociales, seguida de acceder a
información académica o profesional y para realizar
actividades de entretenimiento (Fowks, 2017).
La participación en las redes sociales posibilita la
apertura a un grupo social amplio y diverso, según lo
menciona Cruz (2017), y genera mayores oportunidades
para expresar ideas y emociones. Sin embargo, el uso
de las redes sociales puede volverse disfuncional.
Algunas personas pueden buscar en las redes sociales
una compensación frente a la insatisfacción debida
a una pobre comunicación familiar y el hecho de no
tener amigos (Echeburúa & Requesens, 2012). El uso
excesivo, en algunos casos, puede conducir además a
un proceso adictivo. Un empleo de las redes sociales
que puede considerarse como adictivo se caracteriza
por un uso excesivo, falta de control e indicadores
de abstinencia (ansiedad, irritabilidad, depresión) y
de tolerancia (aumento de tiempo en el uso de ellas
para producir el mismo efecto emocional), así como
por afectar de manera negativa en la vida diaria de la
persona (por ejemplo, deteriorando la relación con
familiares y amigos) y el rendimiento académico o
laboral (Andreassen, 2015; Chóliz & Marco, 2012;
Echeburúa & De Corral, 2010; Kuss & Grifths,
2011).
Con base en la denición de adicción a sustancias
en el manual DSM-IV y lo referido por Escurra
y Salas (2014), se entiende como adicción a las
redes sociales un patrón desadaptativo de consumo
de redes sociales que conlleva un deterioro o un
malestar clínicamente signicativo, manifestado por
la preocupación constante en los sucesos en las redes
sociales, la incapacidad para regular la cantidad de
tiempo conectado en redes sociales, el descuido en
otras actividades de importancia debido a ello, y el
uso excesivo de tiempo en redes sociales. La presencia
de estos indicadores puede considerarse como una
medida del riesgo de adicción a las redes sociales. En
la construcción de un cuestionario para medir tales
indicadores, Escurra y Salas (2014) determinaron que
los mismos se agrupaban en torno a tres factores:
1. Obsesión: Implica pensamientos constantes en
torno a conectarse a las redes sociales y los
sentimientos de ansiedad o desasosiego
experimentados cuando no se está haciendo uso de
éstas.
2. Falta de control personal: Se reere a la
preocupación por el tiempo destinado a estar
conectado y por las actividades que se descuidan a
causa de las redes sociales.
3. Uso excesivo de las redes sociales: Corresponde a
la dicultad para limitar el tiempo de permanencia
en estar conectado a las redes sociales.
Los estudios realizados en el Perú en escolares y
universitarios revelan en general niveles bajos en estos
indicadores. Araujo (2016) tuvo como muestra a 200
estudiantes de diferentes carreras de una universidad
de Lima. Como resultado se obtuvo en promedio
bajos niveles en las tres dimensiones, pero los varones
tuvieron puntajes más altos que las mujeres en el
aspecto de obsesión por las redes sociales. Padilla
y Ortega (2017), en una muestra de estudiantes de
la carrera de psicología de una universidad de Lima
obtuvieron niveles bajos y moderados de indicadores
de adicción a redes sociales.
En una condición de dependencia, y de modo
análogo a lo que sucede con el abuso de sustancias,
el uso excesivo de las redes sociales constituye una
forma de “liberación emocional” frente al estrés, la
ansiedad y la depresión. Las personas con este tipo
de dependencia muestran diversos indicadores de
malestar psicológico (e. g., Caplan & High, 2011;
Echeburúa & De Corral, 2010; Grifths et al., 2014),
es decir, un patrón emocional desadaptativo (Charro
et al., 2012). Padilla y Ortega (2017) hallaron en una
muestra de estudiantes universitarios en Lima una
relación signicativa entre sintomatología depresiva
y las dimensiones de adicción a redes sociales. Otro
estudio mostró que la adicción a las redes sociales y
a internet está positivamente relacionada con rasgos
como el neuroticismo, la ansiedad social y el apego
ansioso y negativamente asociada con autoestima
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(Peris et al., 2018). Por otro lado, Delgado et al. (2016)
en una muestra de 1405 estudiantes de una universidad
pública y una particular de Lima Metropolitana
encontraron que quienes cuentan con habilidades
sociales, posiblemente no se caractericen por tener una
adicción a redes sociales.
Se ha observado que, en algunos casos, el
propio medio familiar puede propiciar condiciones
que podrían derivar en un uso adictivo de las redes
sociales. Por ejemplo, Haro (2018) encontró en
estudiantes y egresados universitarios de Lima, que
una familia exible y receptiva a la comunicación
virtual, puede tener gran apertura al uso frecuente de
las redes sociales, y, por ende, ocasionar en los jóvenes
una obsesión por su uso (pensamientos recurrentes).
Por ello, como estrategias de prevención, según
Ramón-Cortés (2010), los padres deben enseñar a sus
hijos a modular el uso de las redes sociales, deben
ayudarlos a que desarrollen habilidades comunicativas
y sociales cara a cara, además de limitar el tiempo de
uso de la tecnología, fomentar la relación interpersonal
con otros, potenciar aciones como arte o lectura,
estimular el deporte y otras actividades recreativas,
así como la comunicación entre los miembros de la
familia y desarrollar actividades grupales. Es también
importante fortalecer el autoconcepto, desarrollar la
capacidad de resolución de problemas e informar a los
jóvenes sobre las nuevas tecnologías y la peligrosidad
de compartir datos personales en ellas (Echeburúa &
De Corral, 2012).
Una situación de dependencia o de riesgo frente
a la dependencia de las redes sociales podría
comprenderse desde la perspectiva de la teoría de la
inteligencia emocional. Cuando un individuo cuenta
con un adecuado nivel de inteligencia emocional,
se caracteriza por tener habilidades personales,
emocionales y sociales que le van a permitir la
adaptación y el enfrentamiento exitoso a demandas
del contexto, brindándole bienestar general y
salud emocional. Una persona que se encuentra
permanentemente pendiente de las redes sociales
y descuida otros ámbitos signicativos de su vida
puede tener en baja medida algunas habilidades que
forman parte de la inteligencia emocional, como
es la capacidad de regulación de estados afectivos
negativos (Echeburúa & De Corral, 2010). Por ende,
tal individuo posiblemente cuenta con menos recursos
personales y emocionales para afrontar en forma
efectiva los problemas cotidianos.
Salovey y Mayer (1990) y Mayer & Salovey
(1992) denieron a la inteligencia emocional
como la capacidad de identicar, manejar y
regular emociones, tanto propias, como de otros,
incluyendo procesos de dirección a nivel emocional,
de pensamiento y comportamental, lo que permite
una adecuación efectiva a las metas personales y a
las demandas ambientales. Asimismo, representa
el metaconocimiento de los estados y las destrezas
emocionales de la persona a través de diversas
actividades, que se maniestan mediante la atención
a las propias emociones y los sentimientos, la claridad
y reparación de las emociones. Para Mayer y Salovey,
la inteligencia emocional, al menos como ellos la
denen, contiene todos los requisitos para considerar
que se trata de una verdadera inteligencia (Mayer et
al., 1999). No obstante, se trata de una inteligencia
que correspondería a un nuevo grupo de inteligencias,
a las que Mayer y Salovey denominan “calientes”,
por su impacto en la vida diaria de las personas y que
usualmente han sido ignoradas como objeto de estudio
en el campo tradicional de la inteligencia (Mayer et
al., 2012).
Dada su naturaleza, el contar con bajos niveles de
inteligencia emocional puede conllevar la presencia
de problemas psicológicos e interpersonales (e. g.,
Petrides et al., 2016). Por ejemplo, un estudio de
Beranuy et al. (2009) muestra que los componentes
de atención, claridad y reparación explican parte de
la varianza de indicadores de malestar psicológico
(medidos con la SCL-90). Por otro lado, se considera
también que un eciente control emocional, como
el que puede ser provisto por adecuados niveles
de inteligencia emocional, es un importante factor
preventivo frente a problemas conductuales, tales
como un patrón adictivo (e. g., Shulman et al., 2016).
En función de lo señalado, se considera que un
mayor nivel de indicadores de riesgo de adicción estará
asociado a un nivel menor en inteligencia emocional.
Sin embargo, no hay una completa consistencia en
los resultados de los estudios acerca del papel de la
inteligencia emocional en las adicciones tecnológicas.
Por ejemplo, Van Deursen et al. (2015) no detectaron
relaciones entre la inteligencia emocional y la
adicción al smartphone, en cambio Vegue (2016)
halló una asociación entre inteligencia emocional y
“uso problemático” del smartphone. Por otro lado,
Che et al. (2017) encontraron que la inteligencia
emocional, al menos en parte, está negativamente
asociada con la adicción al juego online. En un estudio
de Yudes et al. (2019) en adolescentes españoles, se
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hallaron correlaciones negativas entre indicadores
de inteligencia emocional (medidos con la escala de
Wong y Law) y adicción a internet; estas correlaciones
fueron bajas y no signicativas en varones pero más
altas y signicativas en las mujeres. Otros estudios
también reportaron correlaciones negativas entre
inteligencia emocional y uso problemático de internet
(e. g., Maddi et al., 2013).
Sin embargo, el uso de internet involucra muchas
distintas actividades, lo que no permite apreciar
directamente la relevancia de la inteligencia emocional
para el desarrollo o mantenimiento de patrones
adictivos frente a las redes sociales. Por tanto, otra
serie de trabajos se han ocupado más directamente de
esta cuestión. Süral et al. (2019) hallaron en adultos
una fuerte correlación negativa entre inteligencia
emocional y uso problemático de las redes sociales.
Otro estudio, en adolescentes, halló esencialmente
el mismo resultado (Kirkaburun et al., 2019). Una
característica de los trabajos realizados es la amplia
variedad de instrumentos empleados en la medición
de la inteligencia emocional y de la adicción o uso
problemático de las redes sociales. Pero, en general,
existen pocos trabajos acerca de la relación entre
inteligencia emocional y adicción a redes sociales,
frente a la cantidad de los que se ocupan de la relación
e inteligencia emocional y adicción a internet o a otras
tecnologías.
En un estudio realizado en la localidad de Tingo
María (Perú), Jaramillo (2018) halló una relación
no lineal y con tendencia negativa entre inteligencia
emocional e indicadores de adicción a las redes
sociales, concluyendo que la inteligencia emocional
en estudiantes puede ser considerado en cierta medida
como un factor predictivo del desarrollo de una
adicción a redes sociales. En el estudio de Jaramillo se
investigó una muestra de 113 estudiantes de carreras
técnicas en una ciudad del interior del país, por lo que
se juzgó conveniente investigar la relación entre estas
variables en una muestra de mayores dimensiones
proveniente de la capital del país. Por otro lado, si
bien, por lo general se encuentra una relación inversa
entre inteligencia emocional y estados emocionales
negativos, existe evidencia de que el factor de
atención emocional correlaciona positivamente
con algunos de dichos estados negativos, como la
ansiedad y la depresión (e. g., Barraza-Lopez et al.,
2017; Fernández & Barraca, 2005). Dado que, a
su vez, tales estados negativos con frecuencia están
positivamente asociados con indicadores de adicción a
las redes sociales, cabe inferir que el factor de atención
podría estar también positivamente vinculado con
dichos estados. De ser este el caso, ello plantearía
cuestiones relativas al rol de la atención emocional
como un componente de la inteligencia emocional.
El presente estudio se propuso, por tanto, identicar
la relación entre inteligencia emocional y riesgo de
adicción a redes sociales en un grupo de estudiantes de
un instituto técnico de Lima Metropolitana y evaluar
tales relaciones a nivel de los tres componentes de la
inteligencia emocional.
MÉTODO
La población estuvo conformada por 213
estudiantes matriculados durante el año 2019 en las
carreras de hotelería y turismo y diseño de moda de
un instituto de profesiones empresariales del distrito
de Santiago de Surco (Lima, Perú) con edades entre
16 y 27 años. Inicialmente se proyectó obtener datos
de toda esta población; sin embargo, 12 estudiantes
menores de edad no pudieron participar por falta
de consentimiento por parte de sus padres o tutores
y en otros casos no se pudo obtener los datos por
inasistencia a las sesiones de evaluación. La muestra
nal estuvo conformada por 150 estudiantes. Todos los
integrantes de la muestra rmaron el consentimiento o
asentimiento informado, según correspondiera.
Instrumentos
1. Trait Meta-Mood Scale (TMMS-24).
Este instrumento fue creado originalmente por
Salovey et al. (1995) en Estados Unidos, fue traducido
al español por Fernández-Berrocal et al. (2004)
y adaptado a la población peruana por Carrasco
(2017). Esta escala está conformada por 24 ítems
agrupados en tres dimensiones: Atención emocional,
Claridad Emocional y Reparación de las Emociones.
Se responde mediante una escala tipo Likert de
cinco alternativas, desde 1=”nada de acuerdo”, a
5=”totalmente de acuerdo”. A mayor puntaje sumado,
mayor es el nivel de inteligencia emocional, siendo el
puntaje máximo 120.
La adaptación peruana (Carrasco, 2017) conservó
el contenido, cantidad y orden de los ítems de la
versión española. La validez se evaluó mediante la
correlación ítem-test por dimensión, obteniéndose
elevadas correlaciones; de este modo en la dimensión
Claridad Emocional el coeciente más bajo fue de
.839, en Atención Emocional el coeciente más
bajo fue de .799 y, por último, en la dimensión de
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Reparación de las Emociones, el coeciente más bajo
fue de .855. Referente a la conabilidad, se obtuvo
en Atención Emocional un alfa de .837, en Claridad
Emocional, .866, y en la dimensión de Reparación de
las Emociones, .883.
2. Cuestionario de Adicción a Redes Sociales (ARS).
Fue creado y validado en una muestra de
universitarios por Escurra y Salas (2014) en Lima,
sobre la base de las características de la adicción,
según el DSM-IV. Está conformado por 24 ítems que
consisten en armaciones acerca de los sentimientos y
conductas en torno al uso de las redes sociales y que
están agrupados en tres dimensiones: Obsesión por
las Redes Sociales, Falta de Control Personal y Uso
Excesivo de Redes Sociales. Cada ítem se responde
mediante una escala graduada tipo Likert con cinco
alternativas de respuesta, desde 0=“nunca” hasta
4=“siempre”. Todos los ítems son de calicación
directa, excepto el 13. Una mayor puntuación indica
una intensidad mayor en las dimensiones respectivas
y en el constructo global de adicción. La conabilidad
de las puntuaciones es bastante buena, con alfas
correspondientes a las dimensiones entre .88 y .92. La
estructura tridimensional mencionada fue establecida
y conrmada mediante análisis factorial.
Procedimiento
Se realizó la aprobación del estudio por parte del
Comité Institucional de Ética, para luego tramitarse los
permisos necesarios con las autoridades y los docentes
de la institución educativa para ingresar a las aulas y
aplicar los instrumentos a los estudiantes. Después
de ello, se explicó a los participantes los objetivos
del estudio y se les entregó los dos instrumentos. Al
culminar la aplicación de pruebas, se brindó a los
participantes información acerca del uso riesgoso de
las redes sociales y la importancia del desarrollo de
habilidades de inteligencia emocional y se les entregó
trípticos informativos acerca del tema.
Análisis de datos
En primer lugar, se calcularon los estadísticos
descriptivos de todas las variables. En esos cálculos
se incluyó la puntuación media por ítem, que resulta
de dividir la puntuación media en un factor entre el
número de ítems de dicho factor, con el n de producir
una medida aproximada de la puntuación promedio
otorgada por los participantes a los ítems del factor
en cuestión. También se evaluó la normalidad o no de
las variables mediante el estadístico de Kolmogorov-
Smirnov. Finalmente, para el análisis de correlación, se
hizo uso del coeciente de correlación no paramétrico
de Spearman.
RESULTADOS
En la Tabla 1 se muestra la media y los resultados
de la prueba de normalidad de todas las variables.
Los resultados de la prueba de Kolmogorov-Smirnov
indican que la mayoría de las puntuaciones tienen
distribución normal, excepto el caso de la claridad
emocional y la obsesión por las redes sociales. La
Tabla 1 también indica la puntuación media por ítems.
Considerando que la puntuación en cada ítem en
inteligencia emocional varía de 1 a 5, los resultados
indican un nivel de puntuación algo por encima del
punto medio, que es 3. En el caso de la adicción a las
redes sociales, considerando que la puntuación por
ítem varía de 0 a 4, con el 2 como valor medio, puede
decirse que predominan las puntuaciones bajas.
Por otro lado, la representación gráca de las
puntuaciones totales indica claramente una distribución
normal de las puntuaciones de inteligencia emocional
(Figura 1) pero cierta tendencia a las puntuaciones
bajas en indicadores de adicción a las redes sociales
(Figura 2).
Tabla 1.
Media, Puntuación Media por Ítem y Prueba de
Normalidad de las Variables de Estudio
M M/I Z p
AE 25.77 3.22 0.989 .282
CE 26.01 3.25 3.195 <.001
RE 28.56 3.57 0.954 .323
IE 78.99 0.769 .595
OB 9.17 0.92 1.524 .019
FC 7.61 1.27 1.164 .133
UE 12.25 1.53 0.781 .576
ARS 20.08 1.010 .260
Nota. M/I = puntuación media por ítem; Z = estadístico de
Kolmogorov-Smirnov, AE = atención emocional; CE = claridad
emocional; RE = reparación emocional; IE = inteligencia emocional
total; OB = obsesión por las redes sociales; FC = falta de control; UE
= uso excesivo; ARS = adicción a las redes sociales total.
Antes de calcular la correlación entre las puntuaciones
globales se procedió a establecer el gráco de
dispersión. Tal como se muestra en la Figura 3, las
puntuaciones se encuentran muy dispersas previendo
que no existe correlación entre las puntuaciones
totales de inteligencia emocional y adicción a las redes
sociales (r
s
=-.04; p=.625).
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Sin embargo, el examen de las correlaciones a nivel
de dimensiones proporciona un cuadro más exacto
de la relación entre estas dos variables. La Tabla 2
presenta las correlaciones entre las dimensiones de
ambas variables, pudiéndose apreciar que algunas de
estas correlaciones son signicativas. De esta manera,
la dimensión de obsesión por las redes sociales
correlaciona negativamente con claridad emocional
y con reparación de las emociones, en tanto que la
falta de control y el uso excesivo de las redes sociales
correlacionan positivamente con atención emocional.
En relación con la dimensión de obsesión por las
redes sociales, las correlaciones halladas indican que
el pensamiento contantemente enfocado en las redes
sociales está vinculado de manera inversa con la
capacidad para discriminar y comprender de manera
efectiva estados emocionales propios y ajenos y con
la capacidad para regular efectiva y positivamente
los estados emocionales. Respecto de la dimensión
de falta de control, la correlación positiva, aunque
baja, con atención emocional indicaría que la
preocupación constante que la persona experimente
al no tener control del uso de las redes sociales está
positiva pero parcialmente asociada con su atención
a las emociones y sentimientos de otros. Finalmente,
respecto de la dimensión de uso excesivo de las redes
sociales, su correlación con atención emocional indica
que el tiempo excesivo de uso de las redes sociales
y la incapacidad para controlar este uso también se
relaciona con la capacidad para identicar y atender
emociones propias y de otros de manera efectiva. En
general, las correlaciones negativas entre obsesión con
las redes sociales y claridad emocional y reparación
emocional se encuentran dentro de lo esperado, en
tanto que la correlaciones positivas encontradas entre
atención emocional y dos de las tres dimensiones de
adicción a las redes sociales son menos comprensibles.
0 .01 .02 .03
Density
40 60 80 100 120
IE TOTAL
Figura 1.
Distribución de las Puntuaciones Totales de Inteligencia
Emocional
Figura 3.
Gráco de Dispersión de las Puntuaciones de
Inteligencia Emocional y Adicción a Redes Sociales
40 60 80 100 120
IE TOTAL
0 20
40
60
80
ARS TOT
Tabla 2.
Correlaciones Spearman entre las Dimensiones de
Inteligencia Emocional y Adicción a las Redes Sociales
AE CE RE
OB
r
s
=.018
p=.187
r
s
= ─.237
p=.004
r
s
= ─.187
p=.022
FC
r
s
=.211
p=.010
r
s
= ─.093
p=.258
r
s
= ─.083
p=.311
UE
r
s
=.222
p=.006
r
s
= ─.143
p=.082
r
s
= ─.077
p=.349
Nota. AE = atención emocional; CE = claridad emocional;
RE= reparación de las emociones; OB = obsesión por las redes sociales;
FC = Falta de control; UE = uso excesivo; r
s
= Rho de Spearman.
Figura 2.
Distribución de las Puntuaciones en Adicción a las
Redes Sociales
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Por otro lado, la falta de control y el uso
excesivo no muestran correlaciones signicativas con
la claridad emocional ni con reparación emocional;
es decir, que estos dos conjuntos de indicadores de
adicción a las redes sociales no parecen tener vínculo
ni con la capacidad para comprender los estados
emocionales ni con la habilidad para regularlos.
DISCUSIÓN
Las puntuaciones en inteligencia emocional
tuvieron una distribución normal, lo que, en cierta
manera, coincide con hallazgos comunes reportados
en la literatura. Así puede apreciarse, por ejemplo,
en los resultados de Jaramillo (2018) en estudiantes
de Tingo María, de López (2018) en universitarios de
Lima Metropolitana y de Vegue (2016) en adultos.
En cuanto al nivel encontrado en los indicadores de
adicción a redes sociales, las puntuaciones encontradas
sugieren un bajo riesgo de adicción, lo que también
coincide con resultados anteriormente reportados. Así,
por ejemplo, Padilla y Ortega (2017) hallaron un nivel
bajo y moderado de indicadores de adicción a redes
sociales. Del mismo modo, Araujo (2016) reportó
niveles relativamente bajos en las tres dimensiones, en
universitarios en el Perú.
La correlación entre las puntuaciones globales de
inteligencia emocional e indicadores de adicción a las
redes sociales fue bastante baja, aunque sí se hallaron
dos correlaciones positivas y dos negativas al realizar
un examen al nivel de las dimensiones. Estos resultados
corroboran, en general, hallazgos anteriores obtenidos
en el Perú respecto de la baja correlación entre estas
dos variables (e. g., Jaramillo, 2018). Sin embargo, en
otros estudios (Kirkaburun et al., 2019; Süral et al.,
2019) se aprecian correlaciones signicativas entre
inteligencia emocional y uso problemático de las redes
sociales, tanto en adultos como en adolescentes. Un
aspecto común en los estudios de carácter psicosocial
tiene que ver con la dicultad de replicar resultados,
lo que, a su vez, puede deberse a muchos factores,
incluyendo los instrumentales; es decir, la variedad de
instrumentos empleados puede reducir la equivalencia
entre los distintos estudios que se comparan. El
caso de la inteligencia emocional es particularmente
ilustrativo de este problema, dada la diversidad
de enfoques teóricos y de medición desarrollados
en torno a este término (e. g., Peña-Sarrionandia
et al., 2015; Webb et al., 2013). De este modo, se
considera al menos dos distintos modelos teóricos:
el modelo mixto, que incluye habilidades y variables
de personalidad (e. g., Bar-On, 2006) y el modelo de
habilidad, que sólo incluye aspectos cognitivos (e.
g., MacCann, 2014; Mayer et al., 2008). En cuanto a
los modelos de medición, se considera también dos
opciones, una vinculada a una medida de desempeño y
la otra relacionada con una medida de autopercepción
(Brackett et al., 2006). Dadas estas diferencias, es
inevitable plantear que los diferentes instrumentos
diseñados para medir la inteligencia emocional
pueden estar evaluando constructos distintos y de ahí,
posiblemente, parte de la explicación de los resultados
tan dispares respecto de la relación entre inteligencia
emocional e indicadores de adicción a las redes
sociales.
En el caso particular del presente estudio, debe
tenerse en cuenta la característica particular del
TMMS-24 de ser un instrumento diseñado para
medir la inteligencia emocional percibida, más
que la inteligencia emocional misma (Extremera
& Fernández, 2007). Este aspecto puede explicar
las correlaciones relativamente bajas encontradas
entre la inteligencia emocional y los indicadores de
adicción a las redes sociales. También es pertinente
considerar que las puntuaciones obtenidas en esta
segunda variable han sido también bajas, lo que incide
en un posible efecto de piso en la correlación con la
inteligencia emocional.
De todos modos, al considerarse los resultados
por dimensiones se puede tener una visión más clara
de la naturaleza de la relación entre estas variables.
Los resultados indicaron que el factor de atención
emocional correlaciona sólo con falta de control y
con uso excesivo de las redes sociales, mientras que
la claridad emocional y la reparación emocional
correlacionan sólo con la obsesión por las redes
sociales. Además, estas últimas dos correlaciones
son negativas, como se esperaba, en tanto que las dos
primeras son positivas. Algunos autores han sugerido
que las tres dimensiones de la inteligencia emocional
guardarían entre una relación de secuencialidad (e.
g., Palmer et al., 2003), lo que implicaría que no son
dimensiones por completo independientes sino que
alguna de ellas es antecesora de otra. Este concepto
podría ayudar a explicar las correlaciones encontradas.
En efecto, podría sugerirse que las que se
considerarían las dos fases nales del proceso de
regulación emocional, correspondientes a la claridad
o comprensión emocional y la reparación o control
emocional estarían más vinculadas, pero de manera
negativa, solamente a los pensamientos constantes
respecto de las redes sociales. El individuo con
mejores niveles de comprensión y regulación de sus
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Relación entre inteligencia emocional y riesgo de adicción a redes sociales
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emociones posee mejores recursos personales para
enfrentar los estados de ánimo negativos y de esa
manera, se encuentra menos propenso a intentar buscar
un alivio emocional en el uso de las redes sociales.
Estas dos dimensiones de la inteligencia emocional
también muestran asociaciones negativas con la
falta de control y el uso excesivo; sin embargo, estas
correlaciones son demasiado bajas y no signicativas,
lo cual es probablemente comprensible ya que la falta
de control y el uso excesivo se reeren a situaciones de
más impacto para el sujeto. Es decir, son situaciones
en que la persona no sólo está pensando en las redes
sociales, sino que ya está conectada, por lo que incluso
si los procesos regulatorios de los estados emocionales
son más intensos, no lo son al nivel requerido para
que el individuo pueda lograr el equilibrio emocional
necesario para controlar el uso excesivo de las redes
sociales.
La explicación anterior plantea que los procesos
de comprensión y regulación emocional, tienen más
impacto en los indicadores de adicción a las redes
sociales (aunque limitados a la obsesión por las
redes sociales), debido a que son los más “activos”,
en comparación con el más pasivo de la atención.
Sin embargo, es posible otra explicación, según la
cual dicho efecto es simplemente el que se espera
por el hecho de ser ambos factores componentes de
la inteligencia emocional, mientras que la situación
de la atención emocional no radica tanto en ser el
componente “pasivo”, sino, más bien, posiblemente,
en que se trata de un aspecto diferente, que no puede
ser por completo englobado dentro del concepto de
inteligencia emocional.
Este argumento se basa no sólo en las correlaciones
positivas entre la atención y los indicadores de adicción,
sino también en las correlaciones positivas entre la
atención y otros indicadores de disfuncionalidad.
Según lo expuesto en la literatura, aquellos individuos
que puntúan alto en los factores de falta de control y
uso excesivo probablemente se caracterizan por un
estado de ánimo negativo y cabría preguntarse si son
precisamente éstos individuos (con estados de ánimo
negativos) los más atentos a su estado emocional. Un
estudio de Fernández-Berrocal et al. (2006), realizado
en adolescentes, mostró que los factores de claridad
y reparación correlacionaron fuertemente de manera
negativa con ansiedad y con depresión, como es lo
esperado; en cambio, el factor de atención correlacionó
positivamente, aunque a un nivel no signicativo, con
dichos estados emocionales. Otro estudio, en cambio,
mostró una correlación positiva signicativa entre
atención y ansiedad en estudiantes de bachillerato en
España (Fernández & Barraca, 2005). En una revisión,
Extremera y Fernández (2005) hallaron que una mejor
adaptación psicológica se relaciona con puntuaciones
bajas o moderadas en atención emocional. Aun un
estudio más reciente, de Barraza-López et al. (2017),
en estudiantes de medicina, reveló que la claridad y
la reparación se asocian negativamente con síntomas
depresivos, mientras que la atención está asociada
positivamente con dichos síntomas. Barraza-López et
al. también destacan un hecho importante: la dimensión
de atención puede estar relacionada con las conductas
de rumiación presente en los estados depresivos.
Extremera y Fernández (2005) plantearon que esta
asociación es más probable cuando el individuo
presenta también puntuaciones bajas en claridad y en
reparación.
Se podría sugerir, a partir de aquí, que la correlación
positiva entre atención emocional y disfuncionalidad
emocional indica que la atención emocional no tiene
que ver principalmente con un factor de habilidad
respecto de las emociones; en este caso, la habilidad
para monitorear las emociones propias, sino más
bien con una tendencia del individuo a realizar
constantemente este auto-monitoreo. En función de
este análisis, se podría plantear que la correlación
positiva entre atención emocional y descontrol en el
uso de las redes sociales indica fundamentalmente
que este descontrol está asociado con una mayor
tendencia al auto-monitoreo de las emociones. Pero
este monitoreo, a su vez, está asociado con síntomas
de disfuncionalidad emocional. Es decir, que la
explicación de la relación positiva entre atención
emocional e indicadores de adicción a las redes
sociales radica en que el factor de atención emocional
comprende principalmente no una habilidad coherente
con el concepto de inteligencia emocional, sino,
más bien, una tendencia hacia el auto-monitoreo de
los estados emocionales, que es característica de los
estados emocionales disfuncionales que, como ya
es conocido, están asociados al descontrol en el uso
de las redes sociales. En suma, se puede concluir, en
primer lugar, que la atención emocional no constituye
propiamente una capacidad para detectar estados
emocionales, sino solamente la propensión a jarse en
ellos. Esto puede además corroborarse si realizamos
una revisión de los ítems que componen esta escala
(por ejemplo, en Angulo & Albarracín, 2018;
Espinoza-Venegas et al., 2015; Ocaña et al., 2019), la
cual indica que la mayoría de ellos se enfoca en pensar
en los sentimientos y la propensión a dejar que los
sentimientos inuyan en los pensamientos.
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Relación entre inteligencia emocional y riesgo de adicción a redes sociales
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En segundo lugar, se podría sugerir también
que mientras la claridad y la reparación pueden
ser factores protectores frente a la posibilidad de
desarrollar estados emocionales negativos, el grado de
atención constituye, más bien, una consecuencia de la
intensidad de dichos estados emocionales negativos.
En otras palabras, que la correlación positiva entre
atención y descontrol en el uso de las redes sociales
se puede explicar como una consecuencia de que
ambos factores son inuenciados a la vez por el estado
emocional del individuo. Es más, esta relación es
quizá aún más compleja, del tipo U. Sólo a nivel de
puntuaciones bajas en atención emocional, un aumento
en este factor reeja menor disfuncionalidad, lo que
resultaría coherente con la idea de la atención con un
componente de la inteligencia emocional. Sin embargo,
traspuesto un determinado punto, todavía a nivel de
puntuaciones bajas (para preservar las correlaciones
positivas observadas), los incrementos en la atención
reejan más bien mayor disfuncionalidad.
Futuros estudios en una población más amplia,
con muestras de mayores dimensiones y, sobre todo,
mediante un examen más detenido del grado de
convergencia del constructo de atención emocional
y otras variables podrían proporcionar datos que
permitan evaluar las hipótesis que se acaba de plantear
sobre la naturaleza de la atención emocional. Por otro
lado, el tópico general de la relación entre inteligencia
emocional y riesgo de adicción a las redes sociales
también podría aclararse mediante el empleo de otras
medidas de ambas variables, considerando también
las visiones mixta y estrictamente cognitiva de la
inteligencia emocional.
Autor de correspondencia:
Elizabeth D. Araujo-Robles,
elizabeth.araujo.r@upch.pe
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