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ARTÍCULO ORIGINAL
Pozú-Franco J. y col.
Valoración de las competencias digitales en docentes universitarios
Rev Psicol Hered. 2020; 13(1): 20-31
La competencia es una facultad del ser humano
para combinar una serie de capacidades y alcanzar una
meta especíca en un contexto concreto, procediendo
de forma oportuna y con signicado moralista
(Ministerio de Educación [MINEDU], 2016). En ese
sentido, alguien es competente cuando comprende la
situación a afrontar; evalúa los medios (conocimientos
y habilidades) que tiene a su disposición para
resolverla, seleccionando los más pertinentes a la
situación, para luego tomar decisiones y ejecutarlas;
de allí el dicho: una competencia se maniesta en
la acción. Las competencias pueden ser adquiridas,
transmitidas, aprendidas, enseñadas y desarrolladas a
lo largo de toda la vida. Su adquisición dependerá, en
gran medida, del esfuerzo de cada persona.
El Consejo y Parlamento Europeo, durante el año
2006, adoptó por primera vez un antecedente que dene
e identica las competencias clave para la formación
permanente, realización personal, ciudadanía activa e
inclusión social (Comunidades Europeas, 2007). Estas
competencias fueron: Comunicación en la lengua
materna, Comunicación en lenguas extranjeras,
Competencia matemática y competencias básicas en
ciencia y tecnología, Competencia digital, Aprender
a aprender, Competencias sociales y cívicas, Sentido
de la iniciativa y espíritu de empresa y Conciencia y
expresión culturales.
Es así que, desde el 2007, la competencia digital
es considerada como una de las ocho competencias
clave para el aprendizaje permanente, trabajo, ocio y
comunicación. Ser competente digitalmente consiste
en usar los ordenadores para adquirir, valorar, acopiar,
crear, exponer e intercambiar información para
informar e interactuar en redes colaborativas. Esto
supone usar de manera segura y crítica las tecnologías,
siendo indispensable conocer y comprender el carácter,
función y oportunidades que ofrece la tecnología en
escenarios habituales de la vida personal, profesional
y social (Comunidades Europeas, 2007).
Diversos autores reeren que un buen docente
universitario se identica por ser competente
digitalmente (Zabalza, 2007); es decir, por dominar
las tecnologías de información y comunicación
(TIC) en diferentes contextos, saber cómo utilizarlas
y apropiarse de ellas (Ferrari, 2012). Dominar una
herramienta requiere conocerla para posteriormente
usarla. En este proceso de aprendizaje se investigan
diferentes aspectos como conocer cómo funciona,
considerando la posibilidad de la ayuda de otros que
están más familiarizados con ella.
obstante, existe una brecha entre las herramientas
tecnológicas disponibles en las aulas y el uso educativo
que los docentes puedan darles (Instefjord, 2014).
Esto, como consecuencia de la ausencia de estímulos
adecuados para su uso en la enseñanza, falta de
evidencia basada en la investigación para informar la
manera de incorporarla en el PEA (Organización para
la Cooperación y Desarrollo Económicos [OCDE],
2008) o a causa de la brecha digital (Montero et al.,
2019).
Los desafíos del siglo XXI plantearon la necesidad
de un nuevo enfoque en el PEA, cimentado en
los principios de excelencia, calidad y pertinencia
(Ander-Egg, 2005). Es así que el sistema educativo
universitario acogió del mundo laboral el término
competencia para referirse a la cualidad del docente
universitario y como elemento transversal para la
formación de las personas. De allí que una educación
basada en competencias responde a una educación de
calidad, sustentada en la trasformación de los perles
profesionales, que pretende brindar las mismas
oportunidades para toda la sociedad (Tobón, 2016).
Dialogar sobre competencias en educación es
remitirse a una perspectiva educativa transformadora.
No obstante, muchas universidades forman estudiantes
para una sociedad industrial, y no para la sociedad
actual. Es así que existen referentes internacionales
(Acuerdo de Bolonia, el Proyecto Tuning, entre
otros) y experiencias universitarias donde se aplica
con éxito el enfoque por competencias. Así, existen
universidades que vienen implementando este enfoque
cuyos resultados han sido favorables, conllevando un
rediseño de los planes de estudio, en las metodologías
y formas de evaluar.
En la formación de profesionales no existe un
único concepto sobre competencia. Así, el Consejo
y Parlamento Europeo, en el 2006, la denió como
la unión de conocimientos, capacidades y actitudes
contextualizados. Mientras que la Comisión Europea
(2008) la dene como la capacidad de emplear
las consecuencias del aprendizaje en un contexto
explícito. Además, señala que la competencia no
se limita a componentes cognitivos (concepto,
teoría, o conocimiento implícito), sino que también
comprende elementos funcionales (destrezas
técnicas), propiedades interpersonales (destrezas
sociales y de organización) y valores moralistas; es
decir, una competencia se compone de conocimientos,
habilidades y actitudes.