Acta Herediana vol. 64, N° 1, enero 2021 - junio 2021
1 Periodista y escritor.
EntrE nEcropsias y atEstados
policialEs: MaMoru shiMizu y
El MistErio dEl dragón nEgro
Between necropsies and police reports: Mamoru Shimizu and the
Mystery of the Black Dragon
Manuel Zanutelli-Rosas
1
Resumen
Esta crónica relata el sangriento crimen de siete miembros de dos
familias japonesas, ocurrido el 2 de noviembre de 1944, en Lima.
El japonés Mamoru Shimizu fue inculpado y alrededor de él se
tejieron diversas hipótesis. Murió en prisión y muchas interrogantes
quedaron abiertas.
Palabras claves: crimen, japonés, Mamoru Shimizu.
abstract
This chronicle reports the bloody crime of seven members of two
Japanese families on November 2, 1944, in Lima. Japanese Mamoru
Shimizu was incriminated and various hypotheses were woven
around him. He died in prison and many questions were left open.
Keywords: crime, Japanese, Mamoru Shimizu.
C
aso Mamoru Shimizu ocupó durante
varias semanas, en los primeros años de
la década de 1940 las páginas de todos los
periódicos. El sábado 4 de noviembre de 1944,
los diarios de Lima y Callao dieron la noticia
que en el corralón N° 344 del jirón Tingo María
(Chacra Colorada) se habían cometido varios
crímenes horrorosos que hasta ese momento
eran atribuidos al japonés Mamoru Shimizu,
quien se negaba a admitir su culpabilidad.
Chacra Colorada era un lugar pobre,
escasamente poblado. Como zona para vivir
no representaba nada, a pesar de los esfuerzos
que desde 1921 había desarrollado un grupo
de capitalistas a través de una empresa
urbanizadora para darle otra sonomía.
Allí nomás, al lado, estaba el fundo “Breña”,
que por su ubicación al sur oeste de la ciudad
–lejos del comercio, de las iglesias, de las
plazuelas, de los cines, de la vida mundana–
no era fácil de vender, a pesar de la intensa
publicidad desarrollada por sus dueños desde
1917, quienes lo habían lotizado. Allí fueron
a vivir personas de muy escasos recursos
económicos que luchaban por tener un techo.
Mamoru era un hombre joven, de baja
estatura, de carácter aparentemente apacible
y reservado, que había nacido en 1912, en
Lima. De 1928 a 1934, se ausentó del país para
viajar al Japón y prestó servicio militar en el
frente chino. Retornó con su esposa Sumiko
el 13 de agosto de 1941 y pasaron a vivir al
jirón Cotabambas Nº 329, sector del cuartel 5º,
entre Mapiri y Bambas, a un paso del Parque
Universitario.
No está precisada la fecha de su traslado al
lugar donde se desarrollaría el drama policial
que estremeció a la ciudad.
Tamoto (o Tomotsu), su hermano, llegó al país
el 4 de enero de 1939 acompañado de su mujer
Hanay, o Hanae, en ese momento de 28 años.
Eran padres de dos mujeres y un hombre:
Shimiko, Yoshiko y Tokio, niños que en 1944
tenían 10, 5 y 7 años, respectivamente.
Hanay, por una estancia anterior, conocía la
ciudad donde incluso tenía familia. Practicaba
el budismo. Estudió corte y confección en una
academia. Los Shimizu ocupaban toda una
manzana en la que habían construido dos
casas separadas por considerable distancia, lo
que les permitía estar juntos y lejos a la vez.
Con ellos –con Tamoto y Hanay- vivían su
primo Hiromo Tomayashi y su esposa Mika
Karide, ambos de religión católica.
Las tres familias eran servidas por Kiyoshi
Nayto y su esposa Setsuko, en el Perú
desde 1931, según la cha de identidad del
Departamento de Extranjería, Nacionalización
e Inmigración del Ministerio de Relaciones
Exteriores, que marca el derrotero también
Archivo Histórico El Comercio.
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de los demás implicados. Kiyoshi y Setsuko
vivieron por algunos años en la calle del
Milagro Nº 498 con sus dos hijos.
Hiromo vino a la edad de 23 años desde
Yokohama en 1933 y, a diferencia de sus
familiares, se instaló en Sullana con el n de
realizar actividades comerciales. No tenían
mucho tiempo en Lima cuando se originó lo
que el periodismo policial llamó “El crimen de
la noche de difuntos”.
Hasta aquí los personajes de esta tragedia que
conmovió a la opinión pública y que dio origen
a una serie de especulaciones.
un riachuElo dE color rojo
A las siete de la mañana del día 3 de ese mes de
noviembre, una pareja de policías que estaba
por acabar su ronda en el sector, vio, con
asombro, tres cadáveres semidesnudos en el
riachuelo que corría a escasos metros del lugar
donde habitaban los japoneses. Dieron parte
a sus superiores, pero horas después serían
descubiertas cuatro víctimas más que, como
las anteriores, fueron remitidas a la morgue
por orden del juez. Eran Tamoto Shimizu, su
esposa y sus tres hijos, además de Hiromo
Tomayashi y su mujer. En total: 7 personas.
Golpeadas en la cabeza y en el rostro, de
manera salvaje, como quien descarga una gran
ira, hasta los más curtidos policías quedaron
impactados por el espantoso espectáculo, por
la escena de sangre y horror.
Hanay Shimizu fue hallada desnuda con
“la mejilla derecha a medio devorar por los
gallinazos”; presentaba, además, numerosas
heridas causadas por sus asesinos.
Interrogado Mamoru respondió que ese día se
levantó temprano, a las seis de la mañana, como
era su costumbre y se fue en su auto Plymouth
con su paisano Kiyoshi Nayto al mercado de
Chacra Colorada. A las 6.30 pm estuvieron de
regreso. Dijo que en la noche de los sucesos no
sintió ruidos y que ni siquiera ladró el perro
que dormía afuera de sus habitaciones. No
sabía cuáles podían haber sido los móviles que
originaron la tragedia ni menos aún quienes
eran los asesinos. Naturalmente, la policía
no le creyó ni la mitad de sus armaciones y
continuó sometiéndolo a serios interrogatorios.
Su esposa Sumiko, quebrada por la angustia,
hundida en la desesperación, terminaría
sin embargo acusándolo de ser el autor
de los asesinatos y, con lágrimas, le pidió
que confesara, que contase todo. Ella había
encontrado en una maleta un saco azul
manchado de sangre, que le pertenecía a
Mamoru y, aunque él no admitió que era de
su propiedad, los miembros de la Brigada
Criminal lo obligaron a que se lo probara. Era
de su talla, le quedó bien; de todas maneras,
eso no constituía una prueba irrefutable,
porque alguien podía haberlo manchado con
la sangre de las víctimas para inculparlo.
Tamoto Shimizu y Hanai de Shimizu junto a sus tres hijos.
Sumiko recordó que la noche anterior, reunidos
los adultos en el comedor de la familia
Tomayashi, se originó una fuerte discusión
entre Mamoru y Hiromo Tomayashi, primero
en inglés y luego en su idioma nativo. Eran
una serie de situaciones que Mamoru debía
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explicar; en ellas podía estar el hilo conductor
de la verdad.
Mamoru, en un callejón sin salida, confesó;
se declaró único autor de la matanza y relató
cómo se habían desarrollado esos desgraciados
sucesos.
Dos frascos de pastillas de Veronal
Dijo que los hizo dormir con pastillas de
Veronal® (barbital sódico). Compró dos frascos
de diez comprimidos cada uno y utilizó once.
La policía averiguó que la mitad de uno era
suciente para sumir en un profundo sueño a
una persona. El Veronal habría sido echado en
los tallarines que preparó la esposa de Mamoru
(sin intervención de ella), lo que quiere decir
que las tres familias cenaban juntas. Sumiko
informó después que no los comió porque “les
notó cierta acidez”.
Retirados a sus respectivas habitaciones,
Mamoru dejó pasar las horas y cuando
comprobó que todos dormían empezó su
macabra tarea. Primero mató a su hermano
Tamoto, luego a su cuñada Hanay y
seguidamente a los tres niños. Al terminar con
este matrimonio se dirigió a las habitaciones
de Hiromo Tomayashi y Mika Karide. A cada
una de sus víctimas las golpeó con un tablón, y
una a una las fue depositando en una acequia.
Su tarea –macabra, horrorosa- empezó a las
doce de la noche del 2 de noviembre, 1944, y
terminó a las 5.30 de la mañana del día 3. La
ropa de cama y las prendas interiores de sus
víctimas (sábanas, frazadas, fundas, pijamas,
etc.) las guardó en seis costales. Todo, volvió a
decir, lo hizo solo.
Tal fue su versión. Pero, ¿hasta qué punto era
cierta? ¿En qué medida era veraz su historia?
¿A quién pretendía engañar? ¿Matar a su
hermano, a su cuñada y a sus sobrinos?
La saña, la ira que puso, supuestamente,
Mamoru en el asesinato de su hermano se
reeja en las conclusiones del protocolo de
necropsia.
Que la acción violenta se dejó sentir sobre la
cabeza. Que en la cabeza se encontraron
 lesionesdelos elementossuperciales, lesiones
 óseas fracturarias, desgarraduras de las
 meninges,hemorragiasdelasmismasyatrición
 delencéfalo,loquerevelalosreciosgolpesque
en vida recibiera a nivel del segmento cefálico.
Que las lesiones traumáticas recibidas eran
graves y harían imposible la supervivencia
 después de producidas, es decir, eran
incompatibles con la vida en forma inmediata.
Que el victimario utilizó para asestar dichos
golpes sobre la cabeza de su víctima un
 instrumento pesado, contundente, manejado
con bastante intensidad y rapidez. Que parece
 probablequelamuertesehaproducidocuando
el mencionado Shimizu dormía bajo los efectos
de una sustancia estupefaciente propinada en
 dosisbastantealta,comoparaproducirelsueño
en forma intensa. (Morgue Central de Lima.
Protocolo de Autopsia N°9900. Fecha: 3
de noviembre de 1944. Archivo General de
la Nación.)
Se discutió mucho sobre este caso. Mamoru no
era un hombre fuerte; por lo tanto, arrastrar
uno a uno a cuatro adultos y tres menores
hacia la acequia no era tarea que se pudiera
ejecutar tan fácilmente por una sola persona.
la sociEdad sEcrEta El dragón nEgro
Asuntos de casa” –según él- lo llevaron
a convertirse en asesino. Como era una
explicación imposible de aceptar, oscura,
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que prácticamente dejaba en el limbo a los
investigadores, porque no quedaban claros
los móviles, los periódicos dejaron correr la
versión, fantasiosa o no, de la presencia de
una sociedad secreta: El Dragón Negro, que
había castigado así a los esposos Tomayashi
y Shimizu por alguna falta cometida. Se
consideraron tres posibilidades:
- Que Mamoru fuese uno de los ejecutores de
la sentencia.
- Que hubiese facilitado el ingreso de los
asesinos.
- Que actuó como un espectador de los
hechos.
No olvidemos que eran los años de la Segunda
Guerra Mundial, de las atrocidades japonesas
en las ciudades ocupadas por su ejército, y que
era frecuente hablar de espías. ¿Recibieron
Tamoto Shimizu y su paisano Hiromo
Tomayashi órdenes de cumplir una misión
y fracasaron, o se negaron a ejecutarla? En el
registro que se hizo en la parte posterior del
corralón, en el sector que daba a la calle Manoa
N° 242, donde antes estuvo una carbonería, se
encontraron revistas “en diversas lenguas”,
fotografías familiares, “una serie de planos
y cartas geográcas”, así como “documentos
escritos en japonés”; también hallaron un
mimeógrafo y una cámara fotográca.
No hubo motivaciones de robo. Eso quedó
descartado, la pérdida de dinero y alhajas se
produjo después, cuando la policía se hizo
cargo de las investigaciones.
En la inspección ocular las autoridades
encontraron, en una caja de erro, dinero en
moneda nacional y en dólares, ascendente en
conjunto a 40 mil soles, más 364 soles que se
hallaron guardados en un armario. Mamoru
alegó que en la caja fuerte de su hermano se
guardaban 200 mil soles, y que a causa de los
registros efectuados habían desaparecido. Esto
dio motivo a que se abriera una instrucción
contra dos investigadores, acusados de
apropiación ilícita.
No se halló ninguna joya. El diario La Crónica
del 16 de noviembre de ese año decía que
cómo era posible, tratándose de familias
acomodadas, que las mujeres “no tengan
siquiera un insignicante arete”. Y, lanzaba
esta pregunta, como para que todos sus
lectores también se la formularan: “¿Dónde
están las alhajas?”.
La familia Shimizu tenía una situación
económica holgada. El interior de las casas
estaba arreglado de manera armoniosa, “con
confortables, vitrinas en las que se advierte
guras de porcelana que representan geishas y
otros muebles lujosos”. Contaban también con
“un hermosísimo jardín estilo japonés, dotado
de diversidad de exóticas plantas propias de
Japón; vegetales trepadores y rastreros que se
confunden con enormes peñascos que han sido
colocados de ex profeso superpuestamente,
dándole así al jardín un declive natural que
termina con un amplio estanque de aguas
cristalinas dividido en varias secciones en cada
una de las cuales viven pececillos de diversidad
de colores”. En dos habitaciones había acuarios
“que contienen peces diminutos que nadan
entre algas y la arena que se ha colocado”. (La
Crónica 5-11-1944, p. 15).
La policía halló “ropa bien cuidada y maletas
nas”, así como huacos “de diferentes tamaños
y formas, pertenecientes a la civilización
Chimú y una pequeña biblioteca”.
¿De dónde tanto dinero? ¿Cómo lo acumuló
la familia Shimizu? Mamoru y Tamoto tenían
un hermano de nombre Naburu Mizuta,
fundador de la negociación “Mizuta y Cía”,
quien durante veinte años se había dedicado
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a la venta de carbón. A consecuencia de la
guerra mundial había sido deportado a los
Estados Unidos. Ellos en calidad de familiares
directos continuaron con esas actividades. En
la Guía Lascano de 1944-1945 hay un aviso de la
sección Gremios (pág. 1284) que dice:
Depósito de carbón
Productos peruanos S.A Venta de
Carbón de palo- De ruma- Cernido-
Carbonilla- Leña de algarrobo-Tizones-
Carbón de piedra-Fragua-Coke y sacos vacíos.
Ocina: Padre Jerónimo N° 478
Teléfono N° 32120, apartado 2356
Depósito: Manoa N° 248 (Chacra Colorada).
Teléfono N° 11691, Lima, Perú
socorro a los menesterosos y trabajo a los que
lo necesitaban”.
¿Qué pena correspondía?
Sometido a juicio, Mamoru fue condenado a
veinticinco años de penitenciaría. Su proceso se
inició el 21 de setiembre de 1948 en el Segundo
Tribunal Correccional, que presidía el doctor
Leoncio Serpa e integraban Pedro Gazats y
Napoleón Valdez Tudela; y, concluyó el 17 de
noviembre del citado año.
Mamoru negó haber sido el asesino y forjó toda
una historia que nadie creyó: ni los magistrados
ni el numeroso público que seguía cada una de
las audiencias. Dijo que cuatro hombres con el
rostro cubierto lo atacaron “al salir al exterior a
averiguar por qué ladraban los perros”. Atado
y amordazado, nada pudo hacer en defensa de
su familia; y, realizada la masacre, lo obligaron
a ayudar en el traslado de los cadáveres.
En La Crónica del 5 de noviembre de 1948,
el redactor encargado de cubrir el proceso,
escribió: “persistimos en nuestra teoría de que
Mamoru conoce la identidad de los asesinos, los
que obrarían en obediencia a órdenes emanadas
posiblemente desde el Japón, ya que Tomatsu
Shimizu traicionó la causa de la patria y se negó a
seguir colaborando con las organizaciones secretas
japonesas”.
Lo que sí quedó establecido fue la mala
relación entre los hermanos Shimizu. La
esposa de Mamoru dijo que su cuñado era
una persona buena, aunque de carácter
violento. Solía discutir con Mamoru a quien
acusaba de “ocioso y negligente”. Parece que
Tamoto, arbitrario, abusaba de su mayoría de
edad (Mamoru nació en 1912 y él en 1904) y
pretendía que por tal razón debía obedecérsele
en todo. En La Crónica (13-11-1944) se recogió la
versión que Tamoto le prohibió a su hermano
sentarse a la mesa a comer con su familia, lo
mismo que a su cuñada Sumiko. Otro diario
(El Comercio 13-11-1944) comentó que “lo
posponía en todo y no le daba sino ciento
treinta soles, casa y comida; que poco después
lo arrojó de su casa, asignándole para vivir la
suma de doscientos soles”. Tamoto se negaba
a hacer el reparto de los bienes comunes y
quería “quedarse con todo”. El barrio los
calicó como “gente de nobles sentimientos,
caritativa, en todas las oportunidades; daba
El mayordomo Kiyosi Nayto, quien fue
defendido por el doctor Pedro Jiménez
Guzmán, quedó en libertad incondicional al
no haber tenido ninguna participación en los
crímenes. Sumiko, la infortunada mujer de
Mamoru, se vio, de la noche a la mañana, sola
en un país extraño y con escaso conocimiento
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del idioma, sin posibilidades de regresar a
su país, en ese momento en guerra. Cuando
se produjo el crimen, ella tenía apenas tres
años de residencia en el Perú. ¿Era inocente?
¿Verdaderamente, estaba libre de culpa? No
comió los tallarines donde presuntamente se
habían disuelto las pastillas de Veronal. En
consecuencia, tuvo o debió de tener un sueño
llamémosle “normal”. ¿Cómo entonces no
sintió nada?
Nunca encajó, además, en el sentido común de
los integrantes de la Brigada Criminal el caso del
saco manchado de sangre que, supuestamente,
usó Mamoru el día o la noche de los asesinatos.
¿Quién se pone saco para matar? Sumiko
debió de haber sido lo que popularmente
se denomina una “mosquita muerta”. Se
empeñó en demostrar la culpabilidad de su
marido con el afán desmedido de concentrar
las miradas y la búsqueda en torno de él. Rara
manera de comportarse de una esposa. No
hubo ejecutores, parecería haber sido su grito
desesperado.
Nada de lo que dijo Mamoru en el proceso
fue aceptado por los miembros del Tribunal,
y la sentencia de 25 años de internamiento se
basó en la confesión formulada por el acusado
ante el Juez Instructor, que el abogado Víctor
Modesto Villavicencio, a cargo de la defensa,
rechazó por considerarla viciada. En su
concepto había sido fruto de la presión moral
que se había ejercido contra su patrocinado.
En una fase del juicio, Mamoru había dicho
que se declaró autor de los crímenes porque
los investigadores lo amenazaron con internar
en la cárcel a su esposa e hijita. El agente
scal Leonidas Ponce Sobrevilla le replicó que
cómo entonces realizó la reconstrucción de
los crímenes y respondió que sólo cumplía las
órdenes del juez.
En la última audiencia (la de la condena), el
acusado insistió en su inocencia. “Si acaso
hubieracometidoloquesemeacusa,yonoestaría
aquí,mehubierahechoelharakiri”, manifestó.
Quedó una sensación de duda sobre el fallo,
porque no había arrojado “luz denitiva sobre
este drama”.
Sumiko, tres años después del juicio de su
esposo, decidió irse del Perú. Y, Noriko, la hija
de ella y de Mamoru, creció en el Japón sin
noticia de los sucesos que había protagonizado
su padre. En su libro Los Imperios del Sol (Lima,
1996, pág. 216) dice Guillermo Thorndike que
“realizó estudios universitarios” y que “viaja
al Perú regularmente”.
El asesino de Tingo María, así fue llamado,
ocupó por muchos años la celda N° 36 de la
Cárcel Central de Varones, que estaba en el
Paseo de la República, donde actualmente
están el Hotel Sheraton y el Centro Cívico.
Callado, solitario, evitaba toda clase de tratos
con sus compañeros de prisión, a pesar de
trabajar como peluquero. Padecía de asma, lo
que al parecer le fue fatal.
El 4 de junio de 1959 se hizo poner una
inyección de Vitacose que le chocó y terminó
por causarle la muerte.
En la necropsia que se le hizo en la Morgue
Central de Lima se anota que el cadáver
fue remitido por la 5ta. Comisaría “para
investigar la causa de su muerte”. Resultado:
edema pulmonar agudo. Mamoru medía 1.60
m y no era una persona físicamente fuerte.
¿Cómo pudo alegar que él solo cargó los siete
cadáveres hacia el brazo del río cercano a su
casa? ¿Con qué energía? La Morgue Central,
en un evidente y censurable descuido, dejó el
certicado sin las rmas del médico jefe y del
director.
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Lo enterraron en el cuartel San Fernando
C-54, del Cementerio Presbítero Maestro.
Acompañaron el cortejo 51 personas, entre
Depósito del féretro y nicho de Mamoru Shimizu en el
Cementerio Presbítero Maestro.
éstas doce nipones y algunos funcionarios del
penal. Una de las personas que cargaron el
ataúd fue su antiguo empleado Kiyoshi Nayto.
Con motivo de su deceso se recordó que
el scal de la época ordenó que se abriera
instrucción “a los altos jefes de investigaciones
que intervinieron en el descubrimiento del
crimen” de 1944.
En 1955, ya retirados, dijeron que la caja fuerte
la llevaron a la Prefectura y al ser abierta solo
encontraron 20 mil soles.
Así se desarrolló el caso, como para meditarlo.
corrEspondEncia
Manuel Zanutelli
manuel.zanutelli@yahoo.com
Fecha de recepción: 31-10-2020.
Fecha de aceptación: 11-01-2021.
Conicto de interés: ninguno, según el autor.
Financiamiento: por el autor.