Acta Herediana vol. 63, N° 2, julio 2020 - diciembre 2020
Cuento
1
Docente universitario (UNMSM) y podcáster. Magíster
en Innovación e Integración educativa de las TIC (PUCP).
Licenciado en Educación Secundaria con mención en
Especialidad Informática. Lima, Perú.
AleA iACtA est
Carlos Saussure Figueroa-Portilla
1
—Ay, qué cochino, papá. Nada de nada, ni
chorros ni gotas de nada, nada de nada, está
todo seco.
Ya van dos, se dijo. Pero dos no es nada, se de-
cía a sí mismo, incrédulo por las décadas de
mala suerte; pues 30 años atrás, cuando niño,
juntó todos sus ahorros, y para asegurarse de
ganar en una pequeña rifa de su colegio, com-
pró más del cincuenta por ciento de todos los
boletos puestos en venta. Resultado: los bole-
tos ganadores pertenecían al otro 50% que no
compró.
Un grito de felicidad lo trajo de vuelta a la rea-
lidad. Sara, su hija, que acababa de ingresar a
la universidad, salía feliz del baño con un test
de embarazo en la mano.
—¡Es negativo!, le dijo a su padre, mientras le
mostraba la única línea en el test.
Era la señal que esperaba José Ignacio. Tres de
tres. ¡Como nunca!
****
Llegó corriendo a la casa de apuestas. Estaba
llena. Una cola que rememoró en él los más te-
rribles años de la hiperinación.
Un tipo enorme en la puerta, vestido en short
y bivirí percudido, gritaba:
—¡Ya no hay apuestas para Japón!
—¡La puta madre, lo sabía!, pensó José Ignacio
—¡Lávese esa boca, hay niños en la la!, le gri-
tó una señora.
Aturdido aún por la noticia, poco le importa-
ron las cuarenta personas que esperaban antes
S
entado en la plazuela y con sus últimos
400 soles, José Ignacio Bermejo Camones
decidió arriesgarlo todo.
Su sueño no le podía fallar, hoy ganaba Japón,
ganaba sí o sí.
En la mañana, su esposa le había contado que
un gorrión se había posado en la ventana de la
cocina que daba al jardincito.
—¿Un gorrión?
—Sí
—¿En Lima?
—Sí
—¿En invierno?
—Sí, carajo, ya te dije que sí.
Avergonzado, José Ignacio empezó a creer.
Al n los meses de mala racha se estaban
yendo. ¿Era una señal?, quizás la primera de
un conjunto de señales que solo llevan a un
inevitable y feliz puerto: la buena suerte.
****
Horas más tarde, Leiner, su hijo menor, le ha-
bía dicho feliz que por primera vez, desde que
se mudaron, los perros no habían orinado en
la puerta.
—¿No orinaron nada?
—No, papá
—¿Ni gotitas ni nada?
Acta Herediana vol. 63, N° 2, julio 2020 - diciembre 2020
202
que él. Así que sin mucho que pensar, respiró
profundo y avanzó a empujones entre el tu-
multo.
—¡Oye, imbécil, no empujes!, le gritaba la gen-
te.
Con dos botones rotos de la camisa, logró en-
trar a la casa de apuestas.
—100 a Japón, dijo.
—Japón da 6 a 1 si gana, gritaba el dueño del
local.
—Dale 100 nomás.
—Tome su ticket.
El partido comenzó. Una escuadra japonesa
bien ordenada. Con juego limpio, de lo más co-
rrecto que se puede ver. Ningún foul ni caídas
innecesarias. Bélgica se defendía como podía.
Primer gol. Va ganando Japón. José Ignacio
gritaba de emoción.
En la radio, el narrador:
—Yamaguchi, Honda, ¡Kagawa! Saque de
meta. Pitazo. Ha culminado el primer tiempo
de este encuentro Japón-Bélgica. Y vemos a
una escuadra japonesa haciendo lo que quiere
en la cancha con el equipo Belga.
José Ignacio estaba ansioso. ¿Y si le pongo 100
más?, pensaba. No. La suerte es traicionera.
Mejor lo dejo en 100.
Comenzó el segundo tiempo. Japón seguía do-
minando el partido. Los minutos pasaban. Se-
guía 1-0. De pronto, un puntazo directo al arco
puso el 2 a 0 para Japón. Ya iban 30 de los 45
minutos del segundo tiempo.
—2-0 es imposible voltear, pensó José Ignacio.
No lo pensó más. Es mi oportunidad, se dijo. Y
convenciéndose a sí mismo, gritó:
—Ponle 300 más a Japón.
—Ahora está dando 4 a 1. ¿Igual le vas?
—Igual, ponle 300 más.
Y como si los hilos del destino fuesen mane-
jados por seres cuyo afán es mofarse de la
desgracia ajena y regodearse en la miseria hu-
mana, ni bien recibió el ticket de apuesta se es-
cuchó en la radio:
—¡Gol de Bélgica!
—Al menos 2 a 1, el partido está liquidado de
todas formas, se convencía José Ignacio.
Minuto 45 del segundo tiempo. José Ignacio
había salido de la casa de apuestas. Esperaba
afuera, no soportaba el bochorno ni la bulla de
la gente. Y nuevamente gol de Bélgica. Empa-
te.
—¡La puta madre, tiempo suplementario!, gri-
taba José Ignacio.
—¡6 minutos de tiempo adicional!, murmura-
ba la gente en la calle.
No importa, pensaba José Ignacio. En el tiem-
po suplementario ganamos.
Minuto 50 del segundo tiempo, 5 minutos del
tiempo adicional. Gol de Bélgica.
Un intenso escozor invadió el cuerpo de José
Ignacio. Un nudo en la garganta le impidió gri-
tar de rabia. Por su rostro caían lágrimas de ira
y desesperación. Lo había perdido todo. Ya no
tenía nada. ¿Qué diría al llegar a su casa? ¿Qué
iban a comer mañana?
Con la mirada perdida, arrastrando los pies
por la vereda, doblo la esquina de su casa, tocó
la puerta. Nadie respondía. Buscó en su casa-
ca la llave, abrió la puerta. Se tiró al sofá, des-
consolado. Al bajar la mirada vio la prueba de
embarazo de su hija. Ahora la prueba tenía dos
rayitas.
CorrespondenCiA:
Carlos Saussure Figueroa Portilla
csgueroa@pucp.pe
Fecha de recepción: 14-06-2020.
Fecha de aceptación: 07-07-2020.