1
Este artículo es parte de una investigación que se encuentra en
proceso.
2
Magíster en Antropología. Docente de la Facultad de Educación,
Universidad Peruana Cayetano Heredia, Lima, Perú.
“Siento miedo”. experiencia
laboral en el contexto de la
emergencia nacional Sanitaria
generada por la pandemia
coVid - 19
1
“I feel fear”. Work experience in the context of the National Health
Emergency generated by the COVID-19 pandemic
Renatto Merino-Solari
2
reSumen
El artículo explora emociones y sentimientos en el contexto de la
pandemia COVID-19. Presentamos el caso de una persona que
labora de manera presencial en una institución pública del país. El
fenómeno es analizado desde una perspectiva social y cultural. Se
propone que somos una sociedad en la que miedo, incertidumbre y
precariedad son parte de la vida cotidiana; en este escenario oscilan
las emociones causadas por la pandemia COVID-19.
Palabras claves: Emociones, sentimientos, sociedad, pandemia
COVID-19,
abStract
The article explores emotions and feelings in the context of the
COVID-19 pandemic. We present the case of a person who works
in person at a public institution in the country. The phenomenon
is analyzed from a social and cultural perspective. It is proposed
that we are a society in which fear, uncertainty and precariousness
are part of daily life; emotions caused by the COVID-19 pandemic
oscillate in this scenario.
Keywords: Emotions, feelings, society, pandemic COVID-19.
El hombre está afectivamente en el mundo
David Le Breton
Composición de Oscar Pamo
I
E
l 11 de marzo de 2020 el mundo comenzó
a cambiar. La Organización Mundial
de la Salud (OMS) determinó que la
COVID-19 caracterizaba como una pandemia,
enfermedad surgida a nes del 2019 en Wuhan,
región de China. A partir de este momento, las
formas de socialización propias del género
humano fueron transformadas radicalmente.
Las consecuencias todavía no son mensurables;
por tanto, lo que sigue se encuentra en el
terreno de lo incierto. De lo que no tenemos
dudas es que el mundo, hoy, es otro.Uno de
los aspectos más afectados es el sentido de
las interacciones personales y colectivas, es
decir, los vínculos que construyen los seres
humanos. Los temores primordiales y más
intensos que históricamente han caracterizado
al mundo occidental: los miedos a la muerte y
al otro, se encuentran fuera de control; en esta
dinámica sin brújula, la dimensión afectiva
de las personas deviene en un torbellino de
emociones y sentimientos.
Los acercamientos que se están realizando
al tema del impacto de la pandemia en las
emociones lo evidencian. Veamos algunos.
Muñoz (1) encuentra que la COVID-19 ha
traído múltiples sentimientos, especialmente
negativos, como estrés, ansiedad, miedo,
temor y soledad; el miedo es, principalmente,
al contagio y a la muerte, también la
desconanza en el vecino y la rabia por los
que desobedecen las recomendaciones de
las autoridades. Para Quezada-Scholz (2), la
COVID-19 constituye una amenaza a la vida de
las personas sobre la que se tiene poco control;
nos encontramos frente a una situación de
peligro altamente incontrolable e impredecible
en sus consecuencias. Johnson, Saletti-Cuesta
y Tumas (3) consideran que las dimensiones
emocionales y vinculares resultan aspectos
centrales de las personas frente a la pandemia
COVID-19; destacan los sentimientos de
incertidumbre, miedo y angustia entre la
población. El estudio también identica
sentimientos positivos como la valoración de
la interdependencia social o la emergencia del
sentimiento de responsabilidad y de cuidado
entre las personas. En la revisión de evidencias
acerca de los efectos de la COVID-19 sobre
la salud mental, Huarcaya (4) informa la
presencia de ansiedad, depresión y reacción
al estrés entre la población; además, se han
encontrado problemas de salud mental en el
personal sanitario, especialmente femenino
(enfermeras), como el miedo a la muerte,
irritabilidad, tristeza, soledad y el trauma
vicario. El recuento de las investigaciones
en China realizado por Lozano (5) también
reere los daños psicológicos sufridos por el
personal de salud: estrés, ansiedad, síntomas
depresivos, insomnio, negación, ira y temor;
así como las consecuencias entre la población
en general.
Entre las medidas más importantes y en la
que han puesto mayor énfasis las autoridades
políticas y sanitarias están la cuarentena y el
aislamiento social. Esto implica restringir los
desplazamientos así como el distanciamiento
físico/afectivo de los seres queridos. Al
respecto, Andreu (6) señala que la exposición
a períodos largos de cuarentena aumenta
el estrés; de igual manera, sostiene que
irritabilidad, confusión y tristeza suelen
manifestarse en las situaciones de soledad e
incomunicación. De igual forma, destaca que
las consecuencias entre los individuos son
diferenciadas de acuerdo a la edad, el género,
la condición personal y social. Para el autor
los daños psicológicos serán temporales y
permanentes, pues estudios de experiencias
anteriores, como en el caso de la cuarentena
por el virus (SARS), mostraron efectos hasta
tres años después de la reclusión social. El
autor menciona otros estudios sobre períodos
prolongados de cuarentena que evidenciaron
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un empeoramiento de la salud mental, síntomas
de estrés postraumático, así como conductas
de evitación y enojo. En esta línea, Quezada-
Scholz (2) reseña investigaciones realizadas en
diez países sobre el impacto psicológico de las
cuarentenas por SARS, ébola, inuenza H1N1,
síndrome respiratorio del Medio Oriente e
inuenza equina: los efectos psicológicos
son negativos e incluyen síntomas de estrés
postraumático, confusión y enojo.
“Quedarse en casa” es la frase que expresa el
mandato principal de las autoridades políticas
y sanitarias. Minaya (7) pregunta qué signica
esta orden en ciudades que se caracterizan
por la concentración de bienes y servicios,
por la conformación de grandes bolsones de
pobreza en las periferias metropolitanas, con
infraestructuras y servicios básicos precarios,
así como falta de participación social; en síntesis,
ciudades fragmentadas y de alta segregación
social que han crecido sin planicación o
con planicación que no se ha cumplido
favoreciendo las políticas clientelares de las
autoridades. El autor concluye en la necesidad
de pensar nuevas formas de planicar la ciudad
y de redistribución equitativa de sus servicios
y riquezas. La obligación de quedarnos en
casa está reorientando tanto la convivencia en
el seno de las familias cuanto la concepción
de la idea de hogar. En este sentido, Gaytán
(8) propone el concepto “Hogar-Mundo”. La
casa familiar, al convertirse en el centro de
las principales actividades de sus integrantes
redene la tradicional división entre lo
privado y lo público. El hogar, concebido como
ámbito privado ha incorporado lo público
modicando los fundamentos sobre los que
se sostenían las relaciones familiares. El autor
sostiene que el “Hogar-Mundo puede ser una
experiencia viable para algunos, pero muy
difícil para otros.
La noción “Hogar-Mundo” que propone
Gaytán podría tomar la forma de “Mundo-
Hogar” para referirse a todos aquellos que no
tienen casa ni tierra y convierten a la calle en
“su hogar”. ¿Cuál es el sentido del mandato
“Quedarse en casa” para los grupos más
vulnerables del planeta? De Sousa Santos (9)
sostiene que toda cuarentena es discriminatoria,
especialmente para los grupos vulnerables,
que él denomina “el sur”. Ser del “sur” más
que una ubicación geográca signica la
metáfora del sufrimiento humano causada
por la explotación capitalista. Para De Sousa,
las recomendaciones de la OMS “parecen
haber sido diseñadas con una clase media
en mente, que es una pequeña fracción de la
población mundial” (2020, p. 49). Desde otra
perspectiva, pero en sintonía el lósofo coreano
Chul Han (10), arma que la vulnerabilidad y
la mortalidad humana que está originando la
pandemia no son democráticas y sentencia: la
muerte no es y nunca ha sido democrática.
Por otra parte, los medios de comunicación
cumplen un papel fundamental en la medida
que estar informados se vuelve una necesidad
para las personas; su rol no es solo informativo,
pues al (re)orientar las percepciones movilizan
emociones. Acerca del punto, Mejía et al.
(11) investigaron sobre las percepciones del
miedo, las exageraciones y sus relaciones
con los medios de comunicación, halló que
las redes sociales seguida de la televisión y
los periódicos exageraban la información
aumentando la percepción del miedo entre
las personas; también destaca que entre los
familiares y amigos existe la tendencia a
exagerar las informaciones procedentes de los
medios intensicando los miedos. Para Andreu
(6), la exposición a informaciones negativas,
sin contrastar y falsas causan estrés, ansiedad
y comportamientos hipocondríacos.
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En síntesis: i) las dimensiones emocionales,
afectivas y vinculares son fundamentales en
el contexto de la COVID-19, ii) las emociones
son diversas, predominan las percepciones
negativas y se vivencian con gran intensidad;
en este contexto devienen centrales el miedo a
la muerte y el miedo al otro, iii) el impacto en
los individuos es diferenciado atendiendo al
género, la educación, el nivel socioeconómico,
la edad, entre otras variables, iv) los daños
psicosociales serán temporales y permanentes,
así como diferenciados socialmente, iv) los
grupos vulnerables y precarizados son los
más expuestos al dolor, el sufrimiento y las
consecuencias psicosociales y económicas de
la pandemia; v) en los estudios se evidencia
un predominio de las perspectivas clínica y
psicológica.
En este escenario, nos interesa explorar el
tema de las emociones desde una mirada que
privilegie el análisis de las lógicas sociales
y culturales. Proponemos comprender la
experiencia emocional de una persona que
trabaja en el contexto de la Emergencia
Nacional Sanitaria decretada desde el 11 de
marzo de 2020 (DS-008-2020-SA). Su labor
profesional se desarrolla en una institución
pública del país, es del tipo presencial; es decir,
asiste cotidianamente al lugar de trabajo. Esto
signica caminar varias cuadras y hacer uso
de dos unidades de transporte colectivo, tanto
de ida como de retorno a su hogar empleando
aproximadamente tres horas diarias. En un
primer momento, sostuvimos conversaciones
sobre el tema y luego se realizó una entrevista
de su experiencia durante la fase inicial de
la Emergencia Sanitaria. Se contó con el
consentimiento informado de la persona, el
testimonio fue brindado voluntariamente
participando de su edición nal. Agradezco
innitamente su generosidad, pues no solo
ha permitido la elaboración de este artículo;
además, los diálogos sostenidos ayudaron a
comprender mis emociones y dar sentido a
una realidad, en gran medida absurda, que
parece empeñarse en convertirnos en la versión
contemporánea del Sísifo de Camus.
II
Bourdin (12) considera que las emociones son
construidas culturalmente y presentan gran
variabilidad de acuerdo a los grupos humanos.
La investigación antropológica ha permitido
constatar que las “experiencias y signicados
emocionales no son necesariamente
universales y, por el contrario, en muchos
casos pueden ser estrictamente locales”
(Bourdin, 2016, p. 64). Por su parte, Le Breton
(13) sostiene que “las percepciones sensoriales,
la experiencia afectiva y la expresión de las
emociones parecen emanar de la intimidad
más secreta del sujeto, pero no dejan de ser
social y culturalmente modeladas, incluso si
traducen siempre una apropiación personal”
(2010, p. 21). Las emociones se denen en las
interacciones y los vínculos que construyen
los individuos. Si bien es cierto, son parte
de procesos siológicos, las emociones y
los sentimientos son fundamentalmente
relaciones (14).
Los comportamientos afectivos están
orientados socialmente, son aprendizajes
transmitidos entre generaciones. Aprendemos,
desde las fases más tempranas de la
socialización a tener miedo, a estar alegres,
sentir culpa, enfurecernos, amar, etcétera. Así,
es posible hablar de una “cultura afectiva”
(14), mejor aún, de culturas afectivas en las
que estamos insertos. Sin embargo, ello no
debe ser entendido como un determinismo
cultural. Los individuos son los que otorgan
sentido y valor a las experiencias, por tanto,
la(s) cultura(s) afectiva(s) no explica(n) nuestro
comportamiento; lo que importa, dice Le
Breton (14) es el sujeto, “la interpretación que
él les conere, su resonancia intima a través del
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prisma de su historia y su psicología” (1999, p.
115).
El discurso de la modernidad impuso la
dicotomía razón - emoción adquiriendo
estatus privilegiado la conducta racional,
especialmente en las manifestaciones públicas;
por el contrario, lo emocional quedó restringido
al ámbito de las interacciones privadas.
Además, el exceso de emoción es considerado
como sinónimo de falta de control, también de
una debilidad en la persona y peligroso para
los límites de lo socialmente aceptado. Más allá
de esta reducción de la condición humana, lo
cierto es que razón y emoción son indesligables.
Bourdin (12) nos recuerda que en la mayoría de
culturas “la experiencia normal cotidiana no
se parcela en aspectos materiales y mentales,
no se concibe dividida en dos aspectos como
cuerpo y mente, biología y psiquismo, etcétera,
sino que se expresa (…) en un sentido unitario,
no analizable, no dual” (2016, p. 66). No somos
racionales o emocionales. En cada decisión
y acción el pensar y el sentir se entrecruzan.
En ese sentido, el cuerpo es más que una
entidad orgánica que tiene una siología y
determinados rasgos físicos. El cuerpo es un
medio que nos permite comprender, según
Le Breton (13), “la relación del hombre con el
mundo. A través de él, el sujeto se apropia de la
sustancia de su existencia, según su condición
social y cultural, su edad, su sexo, su persona,
y la reformula al dirigirse a otros” (2010, p.
18). Así, razón y emoción toman forma en lo
corporal generando lenguajes que expresan
sentidos, símbolos y las diversas formas de
vincularnos con el mundo.
III
¿Qué caracteriza al mundo contemporáneo?
Si lo planteamos desde la idea de progreso
y el sentido de la historia podríamos estar
de acuerdo en que lo distintivo del mundo
actual es que las certezas se han desplomado.
Riesgo, miedo, incertidumbre y precariedad se
han convertido en expresiones comunes para
caracterizarnos. “Todo lo sólido se desvanece
en el aire”, la antigua frase de Marx que da
título al libro de Berman graca muy bien la
experiencia vital contemporánea: el mundo
moderno a la vez que se expande, se fragmenta
perdiendo su capacidad de organizar y dar
sentido a la vida de las personas (15). En
consecuencia, las instituciones (nación, familia,
trabajo, tradición, naturaleza) que sostuvieron
el proyecto de la modernidad han sido
transformadas radicalmente convirtiéndose en
“instituciones concha”: permanece la imagen
exterior pero por dentro son otra cosa (16). En
un mundo que pierde el horizonte, los riesgos,
miedos e incertidumbres se multiplican. Para
Boscoboinik (17), “La idea y la esperanza en
el progreso, que motivaban a la gente después
de la Segunda Guerra Mundial, han sido
remplazadas por un miedo generalizado del
futuro” (2016, p. 124).
Los países latinoamericanos, durante el siglo
XX, han experimentado violentos procesos
políticos: dictaduras, fuerzas paramilitares,
escuadrones de la muerte, narcotracantes,
crimen organizado, entre otros males. Kruijt
y Koonings (18) sostienen que “la violencia
ha sido la característica histórica fundamental
en el desarrollo y evolución de las sociedades
en América Latina” (2002, p. 25). Según estos
autores, la violencia social y política ha sido
endémica en los países latinoamericanos
siendo utilizada para: i) mantener el orden
social tradicional oligárquico, ii) los procesos
de modernización dirigidos por el Estado y
iii) consolidar la democracia y el progreso
económico. En escenarios así el miedo
se convierte en la principal consecuencia
psicológica, institucional y cultural. Surge una
“cultura del miedo latente” como “respuesta
a la desestabilización de las instituciones,
a la exclusión social, a la ambigüedad y la
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incertidumbre de los individuos” (2002, p. 37).
El Perú de las últimas décadas del siglo XX
parece conrmar la tesis de Krujit y Koonings.
Las consecuencias de la “guerra interna” (1980-
2000) afectaron integralmente el tejido social
del país. De acuerdo a la CVR (19), los daños
psicosociales, cuyas manifestaciones llegan
hasta nuestros días, afectaron profundamente
“la identidad de las personas y las formas de
convivencia familiar y comunal” (2004, p. 353).
El sufrimiento fue general, pero con mayor
intensidad en los sectores más vulnerables:
pobres, campesinos, poblaciones indígenas,
mujeres y homosexuales. El cuerpo de muchas
personas fue una extensión del campo de
batalla. Almas y espíritus continúan errantes
sin llegar a reconciliarse con sus seres queridos.
El miedo y la desconanza, la pérdida del
amparo familiar y la pérdida de los referentes
colectivos son las mayores secuelas de estos
años sangrientos (19).
El proceso de recuperación y consolidación
democrática durante las primeras décadas
del siglo XXI no se ha librado de la violencia
política y social. La “guerra interna”
ocialmente ha concluido. Sin embargo, en
el escenario político la violencia ha tomado
el rostro de la macrocorrupción tensionando
al límite la institucionalidad política del
país. En términos sociales, la violencia
urbana, microcorrupción y la expansión de la
criminalidad vuelven cotidiano el miedo, el
temor y la inseguridad colectiva. De manera
concomitante, se ha producido la consolidación
de un programa neoliberal que, en términos
prácticos, signica la creciente privatización
de servicios fundamentales orientados al
bienestar colectivo; así, en sectores esenciales
como salud y educación cada vez es mayor
el predominio de las lógicas del mercado,
mientras el presupuesto público se mantiene
famélico. En forma paralela, las condiciones
de trabajo han desmejorado notablemente en
cuanto a benecios y derechos convirtiendo al
trabajador en un sujeto precario. Inseguridad,
temor e incertidumbre son parte de la rutina
para miles de “animal laborans”.
Las diversas formas de violencia se han
convertido en un componente estructural
del modo de vida. El miedo, en situación de
latencia, deviene en característica permanente
de la sociedad generando altos niveles de
tolerancia por parte de la comunidad. Es
posible naturalizar y trivializar lo que debería
ser excepcional en la vida de los seres humanos.
Este es el escenario en el cual irrumpe la
pandemia COVID-19, un fenómeno inesperado
para el cual no nos encontrábamos preparados,
ni institucional ni individualmente.
IV
Presentamos la narración de Michael, familia
de clase media, profesional que estudió una
carrera del área de salud en una universidad
pública y trabaja para el Estado desde hace 13
años:
Ha sido una mezcla de muchas emociones, ha habido
periodos de mucha ansiedad, incertidumbre, incluso
momentos en los cuales he sentido entre vergüenza
y desconcierto, dependiendo de las situaciones
también uno experimenta ciertas cosas (…) creo que
hay dos situaciones contextuales importantes, una
es el tema del Estado de Emergencia y otra es que
en ese momento yo ingresaba a un escenario laboral
totalmente diferente (…), son dos circunstancias a
nivel individual, un escenario laboral totalmente
nuevo en el cual yo no tenía ninguna experiencia
previa que me diera cierta solvencia, cierta solidez
y, además, enfrentar a un escenario todavía
incierto, entonces han cruzado dos cosas que para
mí eran aterradoras, me han generado muchísimo
miedo, el tema de vergüenza, por ciertos prejuicios,
este tema de pedir ayuda, yo no manejo esto, yo no
conozco esto, cómo funciona, por donde comienza y
termina; además enfrentar el tema de una pandemia
en un servicio público fundamental que tiene que
manejarse a una velocidad impresionante (…)
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(…) es atención a la población entonces toda la
carga la recibes de las personas, se atiende al público
y eso te carga (…) cada vez exigían y pedían más
cosas, en parte está bien porque es su derecho, pero
inicialmente me generaba fastidio que pidan más y
más (…).
(…) después del 30 de marzo me di cuenta que esto
tenía para rato (…) la vergüenza comienza a
pasar, y comienza a surgir el tema de incertidumbre
(…), las emociones van variando en el intervalo del
tiempo, a partir de esa fecha me doy cuenta de que
algo me puede pasar, le puede pasar a los colegas,
pero también que me puede pasar a mí, porque
hay una mayor cantidad de noticias vinculadas al
tema en los medios de comunicación (…) comienzo
a darme cuenta del monstruo al cual nos estamos
enfrentado y tiene mucho que ver con un mar de
noticias (…).
(…) dentro del espacio laboral era una presión
inmensa (…) escuchar cosas como: si yo me muero
o le pasa algo a mi familia va a ser responsabilidad
del trabajo, para mí era devastador, sentía pánico
por mí, por ellos, yo decía si les pasa algo, a sus
familias (…) desde abril empecé a sentir esas cosas,
la ansiedad en mí genera muchas cosas, no dormía
bien, paraba todo el tiempo de mal humor, me
cargaba demasiado (…).
(…) yo trataba de no tener mucha relación con
los colegas, el COVID se transmite por contacto,
he tenido que reducir mucho las interacciones,
reducirlas a un grupo de personas (…), no poder
hacerlo y solo hacerlo con un grupo de personas ha
sido bastante difícil, incluso generaba desconanza,
yo no sentía que las personas eran sinceras conmigo
(…).
(…) no me he sentido angustiada por dejar
de trabajar, creo que eso no podía pasar por la
situación que estaba atravesando el país, por parte
de las personas del trabajo, sí, todo el tiempo, hasta
ahora piensan que a n de mes se acaba todo, ese
sentimiento ha sido permanente, va con un tema de
condiciones laborales (…) hay personas que tenemos
contratos por tres meses, por un mes, hay una
situación muy heterogénea a nivel de condiciones
laborales, si bien es cierto puedes trabajar 10 o 12
años, también puede pasar que luego de 10 años,
al mes siguiente, te pueden despedir, o sea no hay
mayor relación o mayor vínculo (…).
Yo sí creo en el Estado, porque creo en el Estado
es que ya tengo tantos años trabajando para él
(…), el Estado en algunos espacios sí tendría
toda la capacidad para dar una respuesta optima;
lamentablemente el tema cruza por gestión, cruza
por temas de corrupción, cruza por otras esferas (…)
antes de todo esto con los recursos que se tenía era
para contar con un Estado medianamente eciente,
creo que ese momento sí puede llegar, pero con esto
que ha pasado se ha hecho evidente que es un Estado
ineciente sobre todo en términos de salud (…)
entonces allí se suma otro factor adicional para que
se siga incrementando esta sensación de ansiedad,
si alguien de mi familia o yo me enfermo, no va a
haber una respuesta por parte del sector salud para
que pueda atenderme o velar por mí, o por alguien
de mi familia; puedo obtener esa respuesta en
entidades privadas, pero eso también genera costos
mayores y no necesariamente va a reducir el tema
de riesgos; esas cuestiones a mí me generan muchas
contradicciones porque yo sí creo en el Estado, que
podría hacerse cargo de todo lo que le pasa a la
población (…) me fastidia que ahora no tengan esa
capacidad de respuesta, especícamente del sector
salud.
Una emoción que se activaba en el momento que salía
y entraba a la casa es la culpa (…) hasta ahora me
siento culpable de trabajar de esta forma desmedida
(…) no sé hasta dónde es el límite (…) con estos
escenarios las cosas no son claras, entonces mis
horarios de trabajo nunca han sido claros (…) eso
a mí me genera sentimientos de culpa, creo yo que
no comparto o se han reducido mucho los momentos
que antes podía compartir en la casa con mi familia
(…) sí ocurren pero no de la manera que antes
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pasaba, esas cosas a mí me generan culpa, siento
que mi atención tampoco se focaliza, si estoy
haciendo cosas del trabajo tengo estos sentimientos
de culpa de que no estoy compartiendo momentos
con personas importantes, pero cuando estoy con
mi familia siento que hay cosas que se me están
acumulando, me siento dividida, qué genera en mí,
que no disfrute de los momentos de manera plena ni
en el trabajo ni en la familia (…), además tengo el
sentimiento de que alguien se pueda enfermar en la
casa (…) siento que si algo le pasara a alguien en la
familia va a ser mi responsabilidad (…).
A mí me gusta ver noticias, me gusta saber lo que
está pasando, en las noches prendo la televisión,
leer el periódico, sí me gusta estar revisando cosas,
pero ahora con esto del COVID todas las noticias
están relacionadas con este tema y el tratamiento de
las noticias, la forma cómo se transmite la noticia
es devastadora, no se analizan las cosas, plantear
alguna alternativa o las cosas que se están haciendo
para poder superarlas; las noticias es una desgracia
tras otra, una catástrofe tras otra (…) eso te
perturba.
Yo he creído que tenía todos los síntomas del
COVID, a partir de eso es que decido no ver más
noticias, fueron más o menos 10 días, sentía todos
los síntomas, tenía dolores de cabeza, por las noches
no podía respirar adecuadamente, tenía fatiga,
cansancio, llegue a toser, también tuve congestión
porque leí que era uno de los síntomas, después
tuve malestar corporal, dos días me sentía como
si tuviera temperatura, tenía toda la sensación de
estar calenturada, mis ojos vidriosos como cuando
tienes ebre (…) estaba convencida de que estaba
contagiada (…) son expresiones de todo esto:
culpa, miedo, el cuerpo pues habla (…) me acostaba
cansada, agotada y me despertaba cansada, y no
veía, como que todo se hubiera oscurecido, claro en
la realidad no es así pero yo lo sentía (…).
(…) en circunstancias críticas se te pueden ocurrir
cosas interesantes (…) considero que los niveles
de creatividad que he alcanzado antes no eran tan
notorios, siento que mi mente está trabajando a un
ritmo que no lo tenía antes (…) cada uno de nosotros
está marcando precedentes, como si cada uno de
nosotros estuviera escribiendo la historia, nunca
ha ocurrido algo así, de esta magnitud, entonces
creo que todo lo que podemos hacer está marcando
precedentes para las nuevas generaciones (…) todo
esto a mí, sí me ha servido muchísimo (…) otra de
las cosas que me he dado cuenta en este tiempo es
que (…) hay muchas cuestiones materiales que ya
no son para mí una prioridad, una necesidad, ya
no tengo esa angustia por las cuestiones materiales
(…) el no tener me generaba muchas cosas (…)
eso también ha cambiado mucho, de esas cosas no
depende tu vida (…) y se ha aanzado el tema de
las relaciones, extraño muchísimo poder reunirme,
poder salir, conversar (…) estar con gente (…).
V
Reexiones nales. El Perú es una sociedad
con una experiencia histórica en la cual se ha
instituido relaciones socioculturales basadas
en el miedo, la incertidumbre, la inseguridad,
la precariedad, la desconanza, etcétera
fracturando la institucionalidad del país y su
tejido social. Ha normalizado como parte de
sus interacciones cotidianas lo que deberían
ser circunstancias. Este es el escenario sobre
el cual emerge azarosamente la pandemia
COVID-19.
En el contexto de la pandemia, se maniestan
una multiplicidad de emociones vivenciadas
de manera discontinua, convergente y con
gran intensidad. En la mayoría de los casos se
trata de percepciones y sentimientos negativos
que están relacionados, principalmente, a
lo incontrolable del fenómeno. El torrente
afectivo se estructura en torno a los dos miedos
fundamentales característicos de la cultura
occidental: los miedos a la muerte y al otro.
En la experiencia presentada, la condición de
vulnerabilidad, un Estado empírico, una salud
pública colapsada desde antes de la pandemia,
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un sector privado de salud mercantilizado, la
precariedad laboral, la vorágine informativa y
los recursos personales/familiares conforman
el entramado a través del cual oscilan las
emociones personales. El cuerpo deviene
el espacio en el que encarna la tensión entre
lo social y lo individual. Además, destacan
aspectos positivos como la revaloración de
las vinculaciones personales, una creciente
consciencia de la importancia de los valores
sociohumanos y la necesidad de generar
aprendizajes para benecio de las futuras
generaciones.
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correSpondencia:
Renatto Merino-Solari
renatto.merino.s@upch.pe
Fecha de recepción: 11-07-2020.
Fecha de aceptación: 08-08-2020.