Acta Herediana vol. 63, N° 2, julio 2020 - diciembre 2020
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evoLUCIón de Los paradIgmas deL aprendIzaje
Luego de haber revisado algunas concepciones
generales sobre el aprendizaje en el apartado
anterior, se considera importante retomar,
brevemente, algunos de los paradigmas
del aprendizaje más relevantes, estudiados
a lo largo del siglo XX por investigadores
reconocidos a nivel mundial y que han
concretado grandes contribuciones en su
estudio. En primer lugar, se cita al paradigma
conductista, el cual postula, puntualmente,
que el estudiante es un receptor pasivo que
actúa conforme se desarrollan los factores
ambientales. Así, se trata de un sujeto que
permanece atento a los objetivos planteados, a
las condiciones expresas para desarrollar una
actividad determinada. Asimismo, identica
las conductas que el docente espera de él. En
ningún caso, debe recurrir a sus conocimientos
previos, ni a los esquemas obtenidos de
experiencias anteriores. De forma simultánea,
el docente es un experto planicador de
la secuencia didáctica, los objetivos de
aprendizaje y de los recursos que se utilizarán
en la sesión. Además, incorpora estrategias
para estimular la conducta esperada en sus
alumnos, a partir del ofrecimiento de premios
o recompensas. (motivación extrínseca). Es
“un ingeniero educacional y un administrador
de contingencias”.6 Como se aprecia, el
conductismo elevó grandes esfuerzos en
demostrar que la promoción y la concreción
de determinadas conductas resultan
favorecedores del aprendizaje humano.
En segundo término, se hace mención del
paradigma cognitivista, cuyo principio
esencial está orientado a la participación
dinámica del educando en los procesos
académicos que experimenta. “El alumno es
entendido como un sujeto activo procesador
de información”.1 Desde la perspectiva del
paradigma cognitivista, el estudiante posee
esquemas y representaciones mentales que
utiliza en la aplicación de la actividad. Esta
información resulta esencial en su proceso
de aprendizaje. Por otro lado, con relación al
rol del docente, este se encarga de propiciar
espacios en los que los estudiantes acuden a
los esquemas y representaciones ya existentes.
Incluso, los ayuda a discriminar en cuanto a
su relevancia y pertinencia para la tarea en
cuestión. Además, incentiva la participación
y deja de lado el típico y tradicional rol
protagónico en la enseñanza. En este punto, la
retroalimentación que brinda a los alumnos es
trascendente, pues observa de cerca el proceso
y su orientación resulta pertinente.
Punto y aparte, en cuanto al paradigma
constructivista, la teoría piagetiana sostiene
que el alumno cumple un rol activo en la
adquisición del conocimiento. En el aula
de clase, es el protagonista del proceso,
pues desarrolla actividades, a partir de
la exploración, la toma de decisiones y la
autoconanza. Asimismo, se activan esquemas
de conocimiento que el estudiante involucra
en su proceso de aprendizaje. Posteriormente,
se acude a la reexión sobre el signicado y
la funcionalidad del conocimiento adquirido.
En este escenario, el otro agente protagonista,
el docente, se vuelve un facilitador y aplica la
‘enseñanza indirecta’, por cuanto promueve
espacios en los que los estudiantes se
desenvuelven de manera autónoma, exploran
en sus conocimientos previos y reconocen la
relevancia del proceso que experimenta. Como
bien señala Hernández1, “el maestro es un
promotor del desarrollo y de la autonomía de
los educandos”.
“El constructivismo ha tenido un impacto
sustancial en la optimización de las
condiciones para el aprendizaje y en el diseño
de estrategias instruccionales que apoyen
la construcción del conocimiento”.7 De esta