Acta Herediana vol. 62, N° 1, enero 2019 - junio 2019
1 Médico internista. Facultad de Medicina, Universidad Peruana Cayetano Heredia.
La Voluntaria Incoherencia
The Voluntary Incoherence
aldo ViVar Mendoza
1
¿cuál es el espesor de la frontera entre la
Medicina y el arte?
S
iendo un estudiante, Claude Bernard
compuso una obra dramática que no
fue del agrado de su profesor de teatro,
quien le recomendó que mejor se dedicara a la
medicina. Este profesor nos hizo un favor pues
nos legó a uno de los mejores siólogos de la
historia.
Anton Chekhov atendía a sus pacientes
durante el día para consumirse escribiendo
durante la noche, y lo único que se recuerda
de su actividad médica fue la tuberculosis que
terminó matándolo prematuramente en un
hospicio de Badenweiler pero su estela literaria
alumbra hasta hoy el estilo de numerosos
cuentistas en todo el mundo.
Como Bernard y Chekhov, André Breton
transitó durante años entre el espesor de
aquella frontera entre la medicina y el arte.
Breton nació en el norte de Francia en 1896,
su padre fue gendarme y ateo, su madre
costurera y de un catolicismo militante. André
inició sus años escolares en un colegio católico
para luego recalar en uno laico, allí destacó
por tener buenas calicaciones y hasta recibir
diplomas.
Hacia octubre de 1907 la familia se mudó a
París y el joven André fue matriculado en el
liceo Chaptal, su rendimiento escolar fue más
que satisfactorio tanto en humanidades como
en ciencias, salvo algunas anotaciones en el
rubro de conducta (por hablar demasiado en
André Breton, París, 1939
(Reproducido de http://www.gisele-freund.com/writers/)
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clase). André, quien años más tarde confesaría
una incapacidad para aprender idiomas, no
estudió las obligatorias lenguas clásicas sino
que optó por el alemán, gracias a una ley de
la época. En aquel idioma obtuvo buenas
calicaciones, lo que le permitió ser enviado
por sus padres a una estancia estival en 1910
a la región de la Selva Negra alemana donde
su manejo del idioma mejoró notablemente y
le permitió tener acceso directo a la literatura y
losofía alemanas, sobre todo de los escritores
del romanticismo.
A su regreso del viaje, André, ya adolescente,
ingresó al último año del liceo mostrando cierta
inconformidad con la rigidez y disciplina de
la educación que se impartía en Chaptal. En
ese año conoció a un compañero de estudios
recientemente transferido a su salón de clase,
Theodore Fraenkel, hijo de emigrantes ruso
judíos con quien hizo una amistad de por
vida. Ambos compartían un interés común: la
poesía.
Albert Keim, un profesor de Chaptal,
impresionado por el valor literario de una
composición del joven André, lo invitó a su
círculo de tertulias literarias y en su biblioteca
André conocería la obra de Mallarmé,
Baudeleire. Esta invitación le permitió además
descubrir a un grupo de jóvenes que como
él compartían su interés en la poesía. Tales
amistades le abrieron la puerta a la publicación
en revistas literarias. Sin embargo, las notas de
André no eran del todo satisfactorias en gran
parte por la antipatía que le tenía a su profesor
principal, un rígido conservador y seguidor
de la losofía de Kant. Con las mediocres
calicaciones obtenidas, André no era apto
para ingresar al Politécnico como querían sus
padres. Así que, por “proceso de eliminación”,
escogió la carrera de medicina como mal
menor, pues pensaba que de este modo tendría
más libertad para ejercer “otras actividades
intelectuales” como escribir poemas. Como
era de esperarse en esta aventura lo acompañó
su amigo Theodore, quien al parecer sí tenía
mayores convicciones para el estudio de la
medicina. Para tal n, en octubre de 1913 André
y Theodore empezaron el curso de Física,
Química y Ciencias Naturales (PCN, por sus
siglas en francés) que era el preparatorio para la
carrera de medicina. Sin embargo, para André
el entusiasmo por las tertulias poéticas era
mayor que la asistencia a los salones de clase
o los gabinetes de laboratorio. Para complicar
un poco más las cosas, a inicios de 1914 ocurrió
algo que inclinó la vocación al lado literario,
la revista neosimbolista La Phalange publicó
tres poemas de André, cuya composición
estaba claramente inuida por el oscuro estilo
de Mallarmé. Con todo ello, André no logró
aprobar el examen de admisión a la escuela
de medicina, lo que sí logró Theodore. Pero
en un segundo intento, André obtuvo las
calicaciones necesarias.
Mientras tanto, el fantasma de la guerra volvía
a asolar a Europa, en julio de 1914 el Imperio
Austro Húngaro le declaró la guerra a Serbia
y como en un juego de dominó se acoplaron
rápidamente otros países hasta formar dos
bandos, la Triple Alianza (Alemania, Imperio
Austro Húngaro e Italia) contra la Triple
Entente (Rusia, Inglaterra y Francia). La
movilización de tropas fue casi inmediata
pues desde la guerra de 1870 todos los países
europeos habían desarrollado una imparable
carrera armamentista.
En 1915, a sus 19 años, André fue llamado a
la movilización. Pasó todas las evaluaciones
físicas que lo declararon apto para el servicio y,
en vista que sus estudios médicos aun no eran
sucientes, fue destacado como enfermero
militar. Para entonces, André alternaba la
escuela de medicina con una intensa actividad
cultural, participando en los círculos literarios
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donde descubrió la poesía iconoclasta de
Rimbaud, lo que cambiaría radicalmente su
forma de ver al mundo y a su poesía. Es en
esta bohemia que conoció, además, la obra de
Guillaume Apollinaire.
Apollinaire, hijo de una inmigrante polaca y un
aristócrata italiano, nació en Roma en 1880. A
los 20 años decidió establecerse en París, donde
rápidamente se convirtió en animador de la
bohemia parisina, sus contactos con Picasso,
Matisse, Duchamp, De Chirico, entre otros, lo
convirtieron en un icono del vanguardismo.
En 1914, publicó el poemario Alcools y al
año siguiente en un artículo suyo publicado
en la revista Les Soirées de París comentó que
la principal fuerza estética moderna era la
sorpresa. Este principio con el correr del tiempo
se convirtió en la característica principal del
modernismo que se extendió desde la pintura
a la literatura y desde allí a todo el arte de la
vanguardia. En ese mismo año, Apollinaire
publicó el artículo Surnaturalisme también
en Les Soirées de París donde declaró su arte
poética en favor de “un supernaturalismo, más
sensible, más vital y más variado [que represente
la realidad], un surnaturalismo enteramente en
concordancia con lo expresado en otras artes…Nada
es bello, excepto la Verdad”. Tres años después
el mismo Apollinaire cambió surnaturalismo
por surrealismo pero manteniendo la esencia
del concepto, un realismo que va más allá de
su apariencia externa para concentrarse en la
naturaleza interior de las cosas.
Para congraciarse con su país de adopción,
Apollinaire se enlistó en el ejército francés en
1915 y fue enviado el frente en la sección de
artillería como teniente segundo. Desde la línea
de combate siguió escribiendo poemas. Cierto
día, en una trinchera reventó una granada
mientras Apollinaire leía. Una esquirla atravesó
el casco. La cabeza comenzó a sangrar. Tuvo
que ser evacuado y sometido a craneotomía.
Retirado de combate, Apollinaire, luego de
un largo y penoso proceso de convalecencia,
regresó a la bohemia parisina.
Tiempo más tarde, André tomó el valor
necesario para remitir un poema a Apollinaire
quien le escribió luego una nota diciendo “sus
versos muestran un gran talento”. Guillaume
y André se encontrarían luego en variadas
tertulias de la bohemia parisina, donde
André conocería a Philippe Soupault, hijo
de un gastroenterólogo y aspirante a poeta,
quien a causa de una reacción adversa a una
vacuna para la tifoidea se había librado del
enrolamiento. Philippe estudiaba leyes por
decisión paterna aunque su vocación fuera la
botánica y su ación la literatura.
Apollinaire publicó “Les Mamelles des Tirésias”,
su primera “obra surrealista”, en cuyo prólogo
anotó “es necesario volver a la realidad en sí misma
pero sin retratarla fotográcamente. Cuando el
hombre quiso imitar la caminata inventó la rueda
-que no se parece a una pierna-. De esta manera
cometió un acto surrealista sin saberlo.” Apollinaire
se casó y también se pasó al lado ocialista, sus
escritos originalmente vanguardistas contra la
guerra se convirtieron en pro bélicos, trayendo
abajo la ilusión de jóvenes como Breton.
Apollinaire sobrevivió a las trincheras pero
sucumbió ante la epidemia de inuenza que
asoló Europa al mismo tiempo que la guerra.
Murió solo dos días antes de que se declarara
el armisticio.
Pero Guillaume
APOLLINAIRE
acaba de
morir
(André Bretón, en el nal de una carta a
uno de sus amigos.)
André Bretón tuvo un bautizo de su vocación
en los cuarteles donde años después conocería,
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según sus palabras, “la sangre, el fango y la
imbecilidad.”
Mientras tanto, la guerra había apagado París.
Los racionamientos y los apagones se habían
convertido en rutina. Los cines y las librerías
permanecían cerrados, solo la actividad
literaria, acaso una forma de conspiración,
animaba a los jóvenes quienes se repartían los
poemas por correspondencia.
En 1916, André fue trasladado a Nantes
donde se dedicó a practicar la medicina
para luego volver a ser trasladado al centro
neuropsiquiátrico de Saint Dizier bajo la
tutela del doctor Raoul Achilles Leroy, en
cuya biblioteca tuvo acceso a las obras de Jean
Martin Charcot (el padre de la neurología
francesa), Emil Kraepelin (un inuyente
psiquiatra alemán), Constanza Pascal (quien
había escrito un tratado sobre la dementia
praecox -esquizofrenia-, Valentin Magnan (y su
teoría de la degeneración mental), Emmanuel
Régis (Précis de psychiatrie y La psychoanalyse
des neuroses et des psychoses), escrito con Angelo
Hesnard, obras que le abrirían el conocimiento
de las teorías de Sigmund Freud. Breton era un
buen alumno y destacaba por la acuciosidad
en los diagnósticos; así, cierta vez identicó
correctamente un caso de tabes dorsalis, una
complicación neurológica de la sílis, que
había sido obviado por otros médicos.
Además de practicar neurología en Saint
Dizier, esta rotación fue para Breton un
momento capital en su vida pues estuvo en
la capacidad de tomar decisiones acerca del
diagnóstico de enfermedad mental de ciertas
personas con sospechas de insania, como era
llamada la locura. En aquel hospital fue capaz
de experimentar con los métodos de la libre
asociación, la interpretación de los sueños y
el psicoanálisis, aplicando una vez más las
enseñanzas de sus lecturas en los turbulentos
años de la guerra.
En una nota a su amigo Fraenkel, André
escribiría:
Dementia praecox, paranoia, estados
crepusculares
¡Oh la poesía alemana, Freud y Kraepelin
El centro psiquiátrico admitía soldados que
habían pasado por las trincheras, el silbido
de las balas, el estruendo de las granadas, la
ebre el tifus y sobrevivido al gas mostaza.
Aquellos hombres eran evacuados del frente
a causa del estallido de crisis nerviosas que
revivían el horror y el miedo. André escuchaba
maravillado las historias que recogía de
aquellos pacientes jóvenes, llegando a
considerar, por sus diálogos, que algunos de
ellos le parecían mejores poetas que él.
Aquella liberación de la mente era para
André un sustrato para la creación poética,
así se lo hizo saber a quienes consideraba sus
mentores, como Apollinaire y Valéry, así como
a Vaché, uno de sus amigos, quien le pidió de
ser posible establecer correspondencia con una
paranoide o un catatónico para discutir sobre
poesía.
A sugerencia de Leroy, quien le aconsejó
presentar reportes de caso, André escribió
algo más parecido a una narración en prosa
que a un caso para médicos. Hasta tenía título:
Tema”. Allí se describía a un soldado “capaz
de señalar con su dedo la trayectoria de las
granadas” y que se consideraba a si mismo
inmune a las balas aduciendo que la guerra
no existía. El relato terminó publicado en la
revista Nord Sud y era un híbrido narrativo,
frío y detallista como un reporte clínico escrito
con una prosa exquisita.
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Ante las numerosas bajas de los médicos, el
gobierno francés dispuso que los estudiantes
de medicina fueran destinados al campo de
batalla, en Saint Dizier, contra la opinión de
Leroy, el soldado André Breton fue asignado
como camillero pero ante la escasez de
personal muchas veces ejerció de médico. Su
destino: Verdún, a orillas del río Mosa. Esta
batalla fue la más sangrienta y encarnizada
de la Gran Guerra, que se extendió de febrero
a noviembre de 1916. Se lanzaron millones
de obuses, murieron 300 000 hombres de
ambos bandos. Los soldados franceses que
sobrevivían a las bombas y balas tenían que
enfrentarse al lanzallamas y al gas. André solo
estuvo cuatro meses, los sucientes para sentir
de cerca la carnicería de las trincheras y el olor
a cuerpos chamuscados y putrefactos. A causa
de la intensidad de las acciones bélicas solo
podían recoger a los heridos durante la noche.
Entre la sangre, las vísceras desperdigadas
en el suelo y el pánico de los heridos, André,
como cualquier soldado, se las arreglaba para
enviar cartas, y poemas, desde el frente.
Al término de su asignación, André fue
trasladado a París, allí decidiría continuar
sus estudios médicos. André estaba fascinado
por la neuropsiquiatría y deseaba explorar
las herramientas del psicoanálisis. Las
experiencias de la guerra cambiaron la manera
de pensar de Breton, así como sucedía sobre
sus ideas poéticas que se fueron nutriendo
sucesivamente de Mallarmé, Baudelaire,
Rimbaud y Apollinaire. André vivía una
dualidad vocacional, le interesaba tanto la
medicina como la poesía y aun no pensaba
renunciar a ninguna de ellas.
¿Hasta dónde llegan los connes de la locura?
Animado por sus lecturas en neurología,
André solicitó una plaza en el Hospital La Pitié
como estudiante no residente bajo la tutoría de
Joseph Babinski, rotación que hizo de enero a
setiembre de 1917.
Babinski, entonces ya era famoso, había sido
uno de los alumnos predilectos de Charcot en
La Salpetriere, así su relación académica había
sido registrada en la pintura de Brouillet. El
signo clínico que lo inmortalizó fue el reejo
plantar que se presenta al pasar un estilete
por el borde externo del pie y consiste en la
extensión del dedo gordo del pie examinado
cuando existe cierto daño cerebral, como un
tumor o una afección vascular, de tal modo que
se diferencian los pacientes con enfermedad
cerebral de aquellos casos simuladores como
la histeria. Babinski era la estrella académica
de la neurología francesa permaneciendo en
La Pitié hasta su retiro en 1922. El profesor
le regaló a André un ejemplar de su libro
Hysteria-Pithiatisme”, con una dedicatoria y
sus augurios de una carrera médica exitosa.
Los sucesos posteriores, a pesar de que André
no continuaría con la medicina, mostrarían
la huella indeleble que ejerció Babinski en el
poeta. La neurología se estaba convirtiendo
en una medicina de hechos, de signos clínicos,
más que la psiquiatría que lidiaba con las
emociones, el comportamiento y el lenguaje
como expresiones del subconsciente.
Al terminar su rotación en La Pitié, André
fue destacado contra su voluntad al hospital
militar Val de Grace. Allí conocería a otro
estudiante con inclinaciones poéticas, Louis
Aragon. Entre las vicisitudes de la vida en
un hospital y la atención de pacientes con
alguna forma de locura o mutilaciones por la
guerra, André haría un nuevo descubrimiento
literario: “Los cantos de Maldoror”, los poemas
de Isidore Ducasse, cuyo pseudónimo era el
Conde de Lautréamont, un poeta que murió
de tuberculosis a los 24 años.
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“Ruego al cielo que el lector, animado y
momentáneamente tan feroz como lo que lee,
encuentre, sin desorientarse, su camino abrupto
y salvaje, a través de las desoladas ciénagas
de estas páginas sombrías y llenas de veneno…”.
Canto I.
Un ejemplar del libro, que fue conseguido
por Philippe Soupault, era leído ávidamente
por André y Louis quienes se refugiaban en
el pabellón de insanos de Val de Grace, al que
llamaban quatriéme evreux (pabellón cuatro
de las ebres), y durante la madrugada leer
en voz alta las páginas envenenadas del libro
de Lautréamont, cuya narrativa gótica y cruel
describía al demonio y a seres sobrenaturales
en situaciones tanto fantásticas y desquiciadas
como esquizofrénicas. La vociferación de
los poemas alteraba la tranquilidad de los
pacientes encerrados en sus celdas quienes
se agitaban y al grito de ¡Auxilio, están locos!
pretendían callar las declamaciones de aquellos
estudiantes de medicina que aspiraban a
poetas en medio de un París amenazado por
una guerra que destruía cualquier esperanza.
“Esos gritos se oyen algunas veces en el silencio
de las noches sin estrellas. Aunque los oigamos,
sin embargo, el que lanza esos gritos no está
cerca, pues esos lamentos pueden oírse a tres
leguas de distancia, transportados por el viento
de una ciudad a otra…”. Canto I.
Sin embargo, ellos estaban allí, de guardia en
el hospital
Poco tiempo después André descubrió
Poésies de Lautréamont en los archivos de la
Bibliothéque Nationale. Estos poemas diferían
radicalmente de la prosa desquiciada de los
Cantos, eran un elogio a la razón fría. La poesía
de André ya no sería igual, dejaría el verso
alejandrino por una composición libre que
incluso incorporaba textos de otros poemas,
una especie de collage narrativo.
Esto seguramente distrajo su atención, en los
meses siguientes, pues meses después Louis
Aragon aprobó el examen para auxiliar médico
mientras que André lo reprobó. Un par de
semanas después, André fue destacado a un
regimiento de artillería, en Moret-sur-Lung, a
90 kilómetros de París, donde su vida fue algo
apacible y le permitió hacer un examen de
conciencia sobre sus inuencias poéticas.
La guerra terminó en noviembre de 1918. André
se reencontró con sus amigos Louis y Phillippe
en la ideas de emprender nuevas aventuras
literarias en tiempos de paz. Esperaba
reunirse con Vaché, un amigo extravagante y
nihilista y una poderosa inuencia personal.
El intercambio epistolar entre ambos era
continuo. Sin embargo, pocos días después los
diarios informaron de cuatro jóvenes muertos
en un cuarto de hotel, intoxicados de opio,
uno de ellos era Vaché. Este hecho provocó
una conmoción moral en André que lo llevó
a cuestionar los alcances y valores de lo que
venía haciendo. Es en ese momento de su vida
que descubrió un movimiento cultural creado
en territorio neutral, más especícamente
en el Cabinet Voltaire, un café en Zurich. Un
grupo de intelectuales y artistas que habían
escapado de la guerra negaba las formas de
arte existentes, apostando por lo ilógico e
irreverente. Tomaron su nombre al apuntar
al azar una página del diccionario, la palabra
escogida era simple y pegajosa: Dadá.
“…No tenemos miedo. No somos sentimentales.
Somos como un viento furioso que desgarra
el vestido de las nubes y las plegarias; estamos
preparando el gran espectáculo del desastre, la
conagración y la destrucción…”. Maniesto
Dadá (1918).
Destruir el orden previo para dar luz a
otro. El brote cultural se había extendido
rápidamente en New York, París y Barcelona e
involucraba a artistas de diversas disciplinas,
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Marcel Duchamp, Man Ray, Max Ernst,
Francis Picabia, entre otros. Esto impresionó
muchísimo a André quien pronto estableció
contacto con su líder y promotor, Tristan Tzara.
Este movimiento rápidamente se apoderó
rápidamente de la escena parisina.
Mientras tanto, André, Philippe y Louis
fundaron una revista que luego de varios
escarceos se llamó Littérature, publicación
de poesía y prosa. Era el invierno de 1919,
su primer número fue tibio y complaciente.
André y sus secuaces decidieron romper los
esquemas publicando un inédito de Rimbaud,
producto de una intensa negociación y 500
francos.
Tzara llegó a París. Se organizaron muestras
y performances teatrales que terminaban en
escándalo. No era sencillo ser innovador y
destructivo en el París de entonces. Las noticias
de los disturbios llegaron a los diarios, incluso
a los padres de André.
Louis y Marguerite Breton aparecieron de
sorpresa en la habitación del Hotel des Grands
Hommes donde se alojaba André, un 21 de
marzo de 1920. El ultimátum de la madre
fue claro: regresar a Lorient y reanudar sus
estudios de medicina, de negarse le quitarían
la pensión paterna.
André renunció a la medicina y se quedó con
Dadá y Littérature. Nadie lo pudo convencer de
lo contrario.
Gracias a la gestión de Paul Valéry, André
consiguió trabajo en la editorial de Gastón
Gallimard con un sueldo de 400 francos
mensuales, que consistía en encargarse de
la correspondencia, tareas administrativas y
la distribución de la Nouvelle Revue Francaise
(NRF), la competencia de Littérature. No era
algo fácil de digerir pero André necesitaba el
dinero y aceptó. Asimismo, recibiría 50 francos
por sesión para ayudar a Marcel Proust en
la corrección de las pruebas de “El mundo de
Guermantes”. La ayuda era leer en voz alta las
galeras para que el autor tomara nota de los
errores. Siendo conocido que Marcel había
invertido su ritmo circadiano, André llegaba
al número 44 de la rue Hamelin a las 11 de la
noche para retirarse al amanecer.
Paralelamente, André y Philippe se
embarcaron en una escritura conjunta de ideas
espontaneas e inconexas, hecha de los que
llamaban automatismos psíquicos, una deuda
de las lecturas de las teorías de Pierre Janet. El
libro se llamó Les champs magnétiques
Mientras tanto, el fuego destructor de Dadá
se fue apagando, el movimiento entraba en
contradicciones. El mismo André cuestionaba
su apoyo, no bastaba con evocar al desorden
por sí mismo, en un artículo publicado en la
NRF escribió que la subversión debía dar lugar
a obras e ideas, que la negación debía llevar a
una revisión de los valores.
En el verano de 1920, André conoció a Simone
Kahn, joven de clase media alta, la luz que
iluminaría el “abismo negro” que era la vida
de André, como él se describía a sí mismo. Se
casaron el 15 de setiembre de 1921. Los recién
casados partieron de luna de miel en un viaje
por Europa, una de las paradas fue Viena.
El interés de visitar Viena era una entrevista
con Sigmund Freud, la teoría del subconsciente
y la interpretación de los sueños habían dejado
una huella indeleble en el joven estudiante
de medicina. Previamente, André le había
enviado un ejemplar de Les champs magnétiques
con una dedicatoria. La cita fue pactada para
el 10 de octubre. Ese día André se presentó
puntualmente en el consultorio de la calle
Berggasse 19. La conversación fue fría y
distante. Freud vio en André un poeta y no un
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médico en ciernes. El conocimiento supercial
del psicoanálisis de André no le interesó a
Freud quien, además, de literatura solo conocía
a los clásicos y no sabía nada de la vanguardia.
André habló de Charcot y Babinski como
para animar a Freud, sin éxito. La entrevista
terminó pronto para dar paso al paciente
en espera. André salió muy desilusionado,
tiempo después haría una crónica amarga de
su encuentro con Freud.
De vuelta en París, André y sus amigos
decidieron reotar Littérature. Escribían textos
automáticos, hicieron sesiones de hipnotismo,
tuvieron desencuentros y peleas, sentían que
andaban en círculos para paliar el aburrimiento
decidieron dar un nuevo impulso.
André preparaba un nuevo libro al que
denominó El pez soluble, conjunto de textos
automáticos que hablaban sobre seres
sobrenaturales. André imaginó un prefacio
que los explicara. El prefacio, escrito esta vez
con pulcritud y razonamiento, le salió de casi
70 páginas al que dio como título Maniesto del
Surrealismo.
El Maniesto, publicado en 1924, fue la
partida de nacimiento ocial del movimiento
surrealista cuyo germen provenía de los
escritos de Nerval y Apollinaire, y fue
esbozado en Les champs magnétiques. El
surrealismo propugnaba un lenguaje libre del
freno de la razón y la lógica, quien hablaba era
el subconsciente liberado por los sueños, la
locura o el uso de estupefacientes, una forma de
pensamiento libre que se asemeja al habla de la
infancia, tan lleno de fantasía y espontaneidad.
Breton y sus correligionarios hicieron explícita
la deuda que tenían con los estudios de Freud,
especialmente con la interpretación de los
sueños. Esta era la marca de agua psiquiátrica
en la obra de Breton. “Estoy muy entusiasmado
con la psiquiatría” le escribió un joven André
a su amigo Theodore Fraenkel cuando este
se mostraba muy escéptico con las teorías
freudianas, para tal n André copió a mano
páginas enteras de las obras del Dr. Emmanuel
Régis para intentar convencer a su amigo. Esta
impronta freudiana en la mente de André pasó
por alto los verdaderos aportes de Charcot en
la histeria y de Pierre Janet en el automatismo
psíquico. Más tarde, Babinski crearía otra
marca indeleble en el pensamiento de André
al refutar el concepto de Charcot respecto a la
histeria separando los casos de enfermedad
neurológica de los producidos por sugestión,
a los que Babinski denominó pitiatismo. Una
clara demostración de la admiración que le
tenía André a su profesor se encuentra en los
párrafos nales del Maniesto del surrealismo de
1924:
“El material que necesita acumular a su
alrededor tampoco me impone respeto: ni sus
tubos de vidrio ni mis plumas metálicas [está
hablando de los cientícos]. En cuanto a su
método, no doy más por él que por el mío; he
visto actuar al inventor del reejo cutáneo
plantar; manipulaba sin descanso sus sujetos;
y lo que practicaba era algo muy distinto de un
(Extracto del Maniesto surrealista)
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examen: resultaba evidente que no se subordinaba
a ningún plan. Aquí y allá hacía una observación,
como de lejos, sin dejar su aller y sin interrumpir
la carrera de su martillo de reejos. La tarea fútil
de tratar los enfermos la delegaba en otros. Estaba
totalmente absorbido por esa ebre sagrada.”
Babinski, el inventor del reejo plantar, el
eminente neurólogo evaluando a sus pacientes
con tal pasión -la “ebre sagrada”- y destreza
que había convertido el examen neurológico
en algo parecido a un automatismo que en
apariencia lo convertía en un acto surrealista.
Breton y sus secuaces querían liberar al
pensamiento de toda lógica y represión para
cambiar el orden de las cosas y de la estética:
“Terminemos de una vez: lo maravilloso es
siempre bello, cualquier especie de maravilloso
es bello, y no hay nada fuera de lo maravilloso
que sea bello.”
El surrealismo había comenzado ocialmente,
tenía una genealogía, tenía padres, tenía
deniciones claras y había alborotado el
círculo social, político y artístico, primero de
Francia, luego Europa, luego América. La vida
de Breton entró en una vorágine.
En uno de aquellos días, saliendo de comprar
el último libro de Trotsky en la librería
L´Humanité se encontró con una joven
“pobremente vestida” cuyos ojos, según
André, reejaban una oscura aicción y a la
vez una arrogancia resplandeciente. La joven
se llamaba Léona-Camille-Ghislaine Delcourt,
se hacía llamar Nadja “porque en ruso es el
principio de la palabra esperanza y solo porque
es el principio”.
Nadja se convertiría en una obra capital en la
producción literaria de Breton. Una novela que
no fue escrita como novela. Para tal n el autor
eliminó cualquier descripción literaria y en el
proemio menciona que “el tono adaptado para
el relato copia el de la observación médica,
especialmente a la neuropsiquiátrica, que
tiende a conservar los datos de todo cuanto
examen e interrogatorio pueden revelar sin
apurarse por adornar en lo más mínimo el
estilo al anotarlo”.
En esta novela el narrador comienza
preguntándose “¿Quién soy?” para luego
elucubrar una serie de respuestas, algunas
losócas, otras artísticas; luego hace la
promesa de contar el relato tal como viene,
sometido a las normas del azar. El narrador
toma el nombre y la persona de Breton
incorporando datos biográcos, el Hotel des
Grands Hommes, Littérature, los surrealistas,
las calles, monumentos y teatros de París
por donde solía caminar el mismo Breton.
El encuentro con Nadja es singular para el
narrador, quien siente de inmediato una
atracción emocional, además de sus rasgos
físicos emana desenfado y libertad, la misma
Nadja se autodenomina “un alma errante”.
Al nalizar este episodio, el narrador ansía
futuros encuentros que ocurrirán primero
por azar luego por conveniencia. Si bien la
atracción alcanza un cénit, el hechizo inicial
comienza a evaporarse.
La narración continúa con evocaciones de los
sueños de ambos, lectura recíproca de cartas.
El amor aparece entre ambos pero es furtivo
y efímero. El narrador se desencanta de Nadja
tan ajena a las convenciones, al sentido común
y a las ataduras sociales.
La novela está salpicada con fotografías del
París, con sus monumentos, teatros, hoteles
y cafés así como de los dibujos de Nadja
que representan sus sueños y pensamientos,
animales quiméricos y de collages de aspecto
onírico.
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
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Tiempo más tarde el narrador, ya separado
de Nadja, se entera que ella esta recluida en
el hospital psiquiátrico de Vaucluse, en este
punto la novela da un giro y el narrador entabla
una dura crítica a los asilos psiquiátricos y al
ejercicio de la psiquiatría en general, reriendo
que esa especialidad aún está en pañales.
La lectura de la novela está impregnada por
una esencia psiquiátrica, se alude a casos de
locura circular, de paranoia, de alucinaciones,
semblanzas de psiquiatras de la época e incluso
a una obra teatral, Las desequilibradas, acerca de
un caso de locura circular y periódica en un
internado de señoritas. En 1956 se publicó la
versión completa de esta obra en la revista Le
surrealisme y se revelaron detalles de su génesis,
el actor cómico Palau había solicitado asesoría
en la descripción de los casos psiquiátricos
y consultó con su amigo, el cirujano Paul
Thiery, quien le recomendó a un especialista:
el neurólogo Joseph Babinski.
André Breton aludía a la ausencia de frontera
entre locura y no-locura, más aun, mencionó
que algunos poetas imitan en sus obras
síntomas psiquiátricos. Breton no se podía
desligar de sus estudios de medicina, en 1928
publicó junto a Louis Aragon un maniesto por
el quincuagésimo aniversario de la histeria y
en su Segundo maniesto de 1930 comienza con
la publicación de los Anales médico-psicológicos,
Diario de la Alienación Mental y de la Medicina
Legal de los Alienados, fechado en 1929, donde
el señor Paul Abely hace referencia a la novela
Nadja, que era leída por muchos alienados en los
manicomios y se hacía referencia a la voluntad
del narrador de matar psiquiatras. Abély
denomina al surrealismo, aquella “voluntaria
incoherencia”. A continuación, se devela una
discusión de la Sociedad Médico Psicológica
que discute los alcances del surrealismo que
arma que la realidad es fea por denición y
que el hombre introduce la belleza saliendo de
la realidad, como en la frase nal de Nadja:
“La belleza será convulsiva o no será.”
Convulsión, relámpago efímero, estremecedor,
acaso el persistente recuerdo de aquellos
pacientes que André Breton vio en su
recorrido como estudiante en hospitales, asilos
y campamentos de guerra.
El surrealismo es hijo de varias entrañas, una
de ellas la medicina.