Acta Herediana vol. 62, N° 1, enero 2019 - junio 2019
1 Profesor de la Universidad Privada Antenor Orrego y cirujano pediátrico del Hospital Belén de Trujillo.
2 Estudiante becario de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada Antenor Orrego, Trujillo.
Un CirUjano LLamado San
martín de PorraS
A surgeon named Saint Martin De Porras
emiLiano PaiCo VíLChez
1
y emiLiano PaiCo zUmaeta
2
reSUmen
El autor, teniendo en consideración las normas del Real Tribunal
del Protomedicato del Perú, los datos biográcos del santo mulato
peruano relacionados con la medicina (aprendizaje y práctica) y los
testimonios de personas que fueron curadas o que vieron curar a
San Martín de Porras, lo presenta como un cirujano romancista de
la Lima Virreinal.
Relata algunas curaciones médico-quirúrgicas que el santo en
vida terrenal realizó, clasicándolas según el método curativo
empleado. Presenta también las razones o hechos que sustentan
que San Martín de Porras actuó como un cirujano romancista.
Termina con el mensaje tácito que San Martín nos dejó. Es decir
que nuestra profesión debemos ejercerla con presencia vigilante y
solícita al lado de los enfermos, pues la actividad médica se funda
sobre una relación interpersonal, en la que un hombre aigido y
enfermo confía en otro hombre que puede hacerse cargo de su
necesidad y que lo va a encontrar para asistirlo, cuidarlo y sanarlo.
Palabras claves: San Martín de Porras, cirujano, medicina, Perú,
virreinato.
abStraCt
The author, taking into consideration the rules of the Real Tribunal
of the Protomedicato of Perú, the biographical data of the Peruvian
mulatto saint related to medicine (learning and practice), and the
testimonies of people who were cured or who saw San Martín de
Porras curing, presents him as a romancist surgeon of viceregal
Lima.
He describes some medical - surgical cures that the saint in earthly
life performed, classifying them according to the healing method
used. He also presents the reasons or facts that support that San
Martín de Porras acted as a romancist surgeon.
He ends with the tacit message that San Martín de Porras left us.
It means that, our profession must be exercised with a vigilant and
solicitous presence near the patients, because the medical activity
is based on an interpersonal relationship, in which an aicted sick
Fuente: www.ser.dominicos.org.pe/antes-que-nosotros/
trusts another man who can take care of his need and who will nd
him to assist, care for him and heal him.
Keywords: San Martín de Porras, surgeon, medicine, Peru,
viceregal.
introdUCCión
D
esde los tiempos de Jesucristo hasta
nuestros días, numerosos médicos han
tenido una vida virtuosa que les ha
valido estar en los altares. De otro lado están
los santos o consagrados que, sin ser médicos,
se esforzaron en el arte de la medicina curando
enfermos. Entre los primeros está San Lucas,
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autor del tercer evangelio, a quien se le puede
considerar como el más representativo del
grupo de los médicos. Entre los segundos,
se puede mencionar a San Martín de Porras,
santo peruano, quien ejerció la medicina, sobre
todo con los desahuciados o con la gente pobre
de la Lima virreinal.
La habilidad y fama que tuvo Martín de
Porras como cirujano y curador de enfermos
no es muy conocida debido, probablemente,
a que su actividad mística eclipsa de alguna
manera el arte que aprendió desde muy tierna
edad. Sin embargo, sus biógrafos presentan
valiosos testimonios de la época que indican
que no solamente ejerció la función de cirujano
sino que la ejecutó de una manera efectiva y
singular.
(1-4) “
Yo te curo, Dios te sana” era la
frase que siempre solía decir”, como diciendo,
yo pongo el remedio de mi parte y, si te curas,
es por obra de Dios y no mía; y, así evitaba
muestras de veneración a su persona.
(5)
Según
los testimonios de la época, a veces se trataba
de curaciones instantáneas, en otras, bastaba
tan sólo su presencia para que el enfermo
desahuciado iniciara un sorprendente y rme
proceso de recuperación.
Este santo mulato peruano, además de su el
devoción a los hábitos dominicos, destacaba
por sus amplios conocimientos curativos
en benecio de la salud de las personas que
buscaban su ayuda. En Martín conuyeron
las tradicionales prácticas curativas andinas,
españolas y africanas, especialmente la
primera, pues la tradición oral estaba todavía
muy viva en el recuerdo de quienes, aunque
varias generaciones anteriores, formaron
parte del Perú precolombino, de sus creencias
religiosas y de su legado cultural.
Determinar si las obras de sanación de Martín
de Porras fueron actos de un médico experto
o milagros de un hombre santo es difícil, pues
la recuperación de los enfermos en los relatos
siempre es consistente con la inmediatez
o la rapidez que el caso lo requería. Si nos
ceñimos a lo estipulado por el Real Tribunal
del Protomedicato del Perú se puede aseverar
que Martín de Porras ejerció las funciones de
un cirujano romancista, con o sin licencia, no
lo sabemos.
Pero, ¿Cómo era la medicina peruana en
la época que Martín de Porras vivió en el
mundo terrenal? y ¿De qué manera Martín de
Porras practicó la cirugía? A continuación, se
explicará.
La mediCina en eL Perú VirreinaL
eL gremio médiCo
La medicina en el Perú virreinal era practicada
por cuatro gremios: el de doctores en medicina
o físicos, el de cirujanos (latinos y romancistas),
el de barberos o ebotomistas y el de boticarios
o farmacéuticos. Para el mejor desempeño
de su profesión, hubo necesidad de ejercer
control sobre ellos, ya que tenían la valiosa
función de curar a los enfermos, además de
realizar estudios sobre los productos naturales
existentes en el Perú.
El Real Tribunal del Protomedicato General
era la institución suprema que controlaba
el ejercicio de los profesionales de la salud.
Función desempeñada desde el 11 de enero de
1570. Siendo el primer protomédico general
el Dr. Antonio Sánchez de Renedo, médico
de cámara del virrey Francisco de Toledo,
nombrado por Real Cédula el 14 de febrero de
1568.
(6)
El Tribunal del Protomedicato General
tenía la función de revisar los títulos de
bachiller, médico o cirujano que exhibían
los peticionarios; tomaba examen a quienes
pretendían ejercer las profesiones de la salud;
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otorgaba autorizaciones y licencias para
el ejercicio; controlaba los medicamentos,
visitaba boticas; vericaba el uso y ecacia de
las plantas medicinales; y, otras medidas de
salubridad en general, así como los alimentos.
(6, 7)
Garantizaba el correcto ejercicio de la
medicina, combatía el empirismo. También
escribía la historia natural del Perú. Además,
absolvía consultas del gobierno sobre el clima,
las enfermedades existentes, la higiene y la
salud pública en general.
(4)
El Protomedicato podía nombrar sus delegados
en las diferentes reparticiones del ámbito
territorial, así como a los evaluadores adjuntos
para la calicación de cirujanos, boticarios y
ebotomistas. Gozaba de gran autonomía y
defendieron sus derechos contra los intentos
de imposición de los propios virreyes o de las
Audiencias.
El físico o doctor en medicina, era el profesional
de la salud con el grado más alto y era el más
respetado. Para acceder a este título se requería
de un certicado de limpieza de sangre,
pues el ingreso a las universidades estaba
reservado exclusivamente para los españoles
de nacimiento o para los llamados criollos
que eran hijos legítimos de padre o madre
españoles o de sus descendientes.
El cirujano latino, era el que trataba las
enfermedades llamadas externas; para lo
cual se requería de habilidades y destrezas
manuales propias de la cirugía. Para obtener el
título de cirujano latino se exigía haber cursado
estudios universitarios de lógica, metafísica,
física general y particular, llegando a la
categoría de bachiller; también debía acreditar
prácticas al lado de un cirujano graduado. El
cirujano latino rendía los exámenes en latín
ante el Tribunal del Protomedicato integrado
por el presidente y catedrático de Prima de
Medicina y los catedráticos de Víspera de
Medicina y de Método Galénico. Además,
debía estar presente un protocirujano latino.
El cirujano romancista era el que trataba
enfermedades externas pero menos complejas.
Se le exigía cuatro años de práctica al lado de un
cirujano titulado. No se les exigía estudios de
latín ni de humanidades como a los anteriores.
Rendían sus exámenes en buen romance, es
decir en idioma castellano.
En la categoría de cirujano romancista, estaban
comprendidos los barberos o ebotomistas,
que aprendían su arte en forma empírica.
Además de cortar el cabello y hacer la barba,
realizaban sangrías (ebotomías), extraían
dientes (exodoncias), realizaban curaciones
de heridas, aplicaban enemas, ventosas y
cataplasmas. También estaban los sanadores,
una suerte de auxiliares en la atención de
enfermos, es decir los enfermeros.
Como se mencionó líneas arriba, cuatro eran
los gremios que ejercían la práctica de la
medicina en el Perú virreinal: el de médicos, el
de cirujanos, el de barberos o ebotomistas y el
de boticarios o farmacéuticos.
El gremio de los médicos era el más distinguido.
Estaba integrado por médicos venidos de
España (la gran mayoría), Italia y Francia.
A partir del Siglo XVII, también integraban
algunos médicos a quienes el Protomedicato
les había conferido el título de médico, y la
universidad, los grados de doctor, licenciado
y bachiller.
El gremio de los cirujanos seguía en jerarquía
social a gran distancia de los médicos. Tanto los
cirujanos latinos como cirujanos romancistas
estaban autorizados para ejercer la cirugía
de la época, incluidas algunas intervenciones
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obstétricas y ginecológicas. A los que se
dedicaban a la ortopedia, se le denominaba
algebrista. El gremio estaba comprendido por
cirujanos venidos de Europa, especialmente
españoles, y por cirujanos formados en el Perú.
El estudio de la cirugía era considerado poco
decoroso y visto con desprecio por las clases
elevadas. El maestro Juan Lastres anota lo
siguiente: “Solamente podían estudiar cirugía
aquellos malnacidos, porque era un arte para gente
de color, y estos la habían desempeñado durante los
tres siglos virreinales.
(8)
El gremio de los barberos o ebotomistas
tenían una jerarquía aún inferior a la de
los cirujanos. Aprendían su arte en forma
empírica, prodigando el recurso heroico
de la sangría. Y, por último, estaban los
boticarios o farmacéuticos. Además, estaban
las comadronas o recibidoras que ejercía, en
competencia con la cirugía, la obstetricia e
inclusive con la ginecología.
Las leyes del Protomedicato eran estrictas
e inapelables. Prohibían tratar en público
asuntos de medicina entre médicos y cirujanos.
Al cirujano se le prohibía inmiscuirse en
el ejercicio de la medicina, pues solo debía
dedicarse al tratamiento de las heridas,
sangrías y a operaciones quirúrgicas menores.
Se consideraba delito si el médico admitiera o
llamara a un cirujano para consultarle sobre
algún caso clínico.
El enfermero no era graduado ni pertenecía
a un gremio. Era la persona destinada a la
asistencia de los enfermos y no pasaba de ser
un hombre de experiencia. El enfermero menor
(como lo era Martín de Porras) dependía
del enfermero mayor (Martín tenía a Fray
Fernando Aragonés como enfermero mayor)
y ambos estaban subordinados al médico o
cirujano.
Los enfermeros obtenían las medicinas del
boticario (pero no podían recetar), aplicaban
las curaciones prescritas y cumplían
especialmente con las sangrías y purgas. No
tenían iniciativa propia pero podían actuar en
casos de extrema urgencia de acuerdo con su
experiencia y sentido común, hasta que llegara
el médico.
El enfermero mayor era el que determinaba si el
enfermo debía o no internarse en la enfermería,
para lo cual lo primero que hacía era tomarle el
pulso. Si permanecía en la enfermería, llamaba
al médico y a este correspondía diagnosticar
la enfermedad del paciente y rmar las recetas
para la botica.
La edUCaCión médiCa
Fundada la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos el 12 de mayo de 1551, el Virrey
del Perú Luis Jerónimo de Cabrera y Bobadilla
(Conde de Chinchón) crea, el 11 de octubre
de 1634, dos cátedras de medicina: Prima de
Medicina y Vísperas de Medicina, dando
inicio así a la enseñanza ocial de la medicina
en el Perú. La Prima de Medicina se dictaba
por la mañana y la Víspera de Medicina por
la tarde.
(6, 8, 9)
Las cátedras fueron de estilo
europeo - escolástico, es decir clases teóricas,
en las que el catedrático sólo se limitaba a dar
lectura a un texto, que luego se comentaba
dando referencia a grandes eruditos que de la
materia tratada.
El Dr. Juan de la Vega (médico de cabecera
del Conde de Chinchón) fue el primer titular
de la cátedra Prima de Medicina (la de mayor
categoría) y el Dr. Jerónimo Andrés Rocha
fue el primer titular de la cátedra Vísperas de
Medicina.
(6, 8, 9)
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A nales de 1691, siendo Virrey del Perú
Melchor Portocarrero y Lazo de la Vega (conde
de la Monclova), se crea la cátedra de Método
de Galeno o de Arte Curativo, siendo su primer
titular el presbítero Francisco Vargas Machuca.
(8)
Por esa época el título de médico era otorgado
sólo por el Protomedicato, institución
encargada de evaluar a los postulantes a
médicos. La universidad, sólo se encargaba
de formar a los futuros postulantes. Pero,
por necesidad los doctores de la cátedra
universitaria podían ser también evaluadores
en el Protomedicato, convirtiéndose este
último en una valla burocrática.
Esta medicina, sin la anatomía era muy pobre,
por no decir atrasada. Los cirujanos no tenían
conocimientos de anatomía, ejercían su ocio
teniendo sólo incorrectos conocimientos
prácticos. Su rol era simplemente efectuar las
indicaciones del médico, y en lo social, su rango
era aún más modesto. Los mulatos, esclavos y
negros fueron los que ejercitaban ese ocio.
Recién en 1711, siendo Virrey del Perú Diego
Ladrón de Guevara (arzobispo de Quito), se
crea la cátedra de Cirugía. Es la cátedra más
tardía y de menor categoría. El catedrático tenía
la obligación de asistir una vez por semana al
mortuorio del Hospital San Andrés para hacer
una demostración anatómica. Así se inicia una
era de enseñanza práctica de la medicina ya
que anteriormente se hacía en forma teórica,
leyendo los textos de autores antiguos.
El primer catedrático nombrado a la cátedra
de Anatomía fue el Dr. Joseph de Fontidueñas,
clérigo que, según Valdizán), no logró
desempeñar su cargo, siendo en realidad el
que inició la enseñanza de Anatomía el Dr.
Pedro López de los Godos en 1723.
(9)
LaS enfermedadeS
En la época terrenal de Martín de Porras, Lima
sufría de muchas enfermedades. En el Diario
de Juan Antonio Suardo se mencionan las
enfermedades que, muy bien las clasica José
Antonio del Busto, al que seguimos de cerca en
este capítulo.
(4, 10)
Del Busto las clasica de la
siguiente manera: dolores, males y pestes.
Los dolores. Eran en realidad síntomas y por
lo general no implicaban gravedad. Eran muy
comunes y de fácil reconocimiento. Entre
los más frecuentes se mencionan al dolor de
cabeza, dolor de oído, dolor de muelas, dolor
de estómago, dolor de costado (dolor torácico)
y dolor de ijada (dolor en el hipocondrio
derecho o izquierdo).
Los males. Eran dolencias mayores, no
siempre fáciles de curar, y en algunos casos
los enfermos morían. Estas enfermedades eran
bastante temidas. Entre las más frecuentes se
mencionan: el mal de cámaras (enfermedades
diarreicas), el mal de emas (enfermedades
respiratorias), el mal de piedras (dolor en las
vías urinarias causadas por cálculos), el mal de
orina (enfermedades de vías urinarias), el mal
de melancolía (involucraba dolencias mentales
y físicas), el mal del sol (insolación), el mal
del susto o espanto (síndrome psiquiátrico)
y el mal del valle. También habían otras
enfermedades que eran más graves, entre ellas
se menciona a la terciana (ebre intermitente
que se repite cada tres días), la cuartana
(ebre de origen palúdico, que se acompaña
con escalofríos y se repite cada cuatro días),
el enfriamiento (resfrío común o gripe), la
gota (enfermedad caracterizada por edema
y dolores en las articulaciones), la hidropesía
(acumulación anormal de líquido seroso en
el tejido celular subcutáneo o en cualquier
parte del organismo), la apoplejía (suspensión
súbita más o menos completa de la función
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cerebral debido generalmente a lesiones de
los vasos sanguíneos del encéfalo o de las
meninges ), la perlesía (parálisis o debilidad
muscular de todo o una parte del cuerpo), el
tabardillo (tifus), el pasmo ( enfermedad que
se caracteriza por resfriado, dolor de huesos
y otras molestias. También se conocía a una
enfermedad que cursaba con suspensión o
pérdida de los sentidos y de los movimientos)
y el cáncer (tumor maligno incurable).
Las pestes (epidemias). Eran enfermedades
infectocontagiosas mortales; cuya etiología era
desconocida en aquel tiempo. Se presentaban
repentinamente, aunque algunas ya se
esperaban como sucedía con la viruela, que
todos los años reaparecía y se atribuía a la
llegada de nuevos negros al Perú. Estas pestes
generalmente tenían nombres antojadizos,
como es el caso de la alfombrilla, que fue una
epidemia parecida al sarampión y que dio
muchos enfermos a Martín de Porras, pues
postró a setenta novicios en la enfermería del
convento de Nuestra Señora del Rosario.
Es pertinente mencionar que la medicina que
trajeron los conquistadores españoles al Perú
fue, como lo señala Cabieses, inferior a la
medicina de los aborígenes peruanos, situación
que permaneció hasta las primeras décadas del
virreinato. (11) Los recursos terapéuticos de
los ibéricos eran mucho más limitados que los
conocidos por los aborígenes peruanos, diestros
en el empleo de plantas medicinales. El padre
Bernabé Cobo, cronista español, reconoce la
destreza de los nativos cuando expresa: “En lo
que eran expertos fue en curar heridas, para lo cual
conocían hierbas extraordinarias de gran virtud.
(12) El padre Joseph Acosta, también cronista
español, encumbra la pericia de los nativos
cuando escribe: “Aún muchos años después de la
conquista, los indios tenían mejores conocimientos
que los médicos (españoles) de profesión.” (13) Por
su parte, el cronista peruano Garcilaso de la
Vega (13) hace ver la inclinación o preferencia
que tenían los españoles por la medicina
peruana, cuando reere que: Los españoles
hacían curar a sus heridos con frecuencia por los
indios.” (13) Esto induce a pensar, como se verá
más adelante, que una parte del éxito que tuvo
Martín de Porras curando enfermos, se deba
al conocimiento de los efectos curativo de las
plantas, que el mismo cultivaba.
datoS biográfiCoS de martín de PorraS
reLaCionadoS Con La CirUgía
Miércoles 9 de diciembre de 1579, bauticé a Martín, hijo de
padre no conocido y de Ana Velásquez, horra. Fueron padrinos
Juan de Briviesca y Ana de Escarcena. Rúbrica, Antonio Polanco.
Párroco”. En la parte lateral: “Martín hijo natural”.
Partida de Bautismo de San Martín de Porras realizada en
la Iglesia San Sebastián de Lima, custodiada en el Archivo
Arzobispal de Lima.
Los biógrafos de San Martín de Porras, en el
mundo terrenal Martín de Porras Velásquez,
como el médico mulato limeño Juan Manuel
Valdés, el jesuita Rubén Vargas Ugarte, el
historiador José Antonio del Busto Duthurburu,
entre otros, nos brindan datos sobre la relación
de este santo peruano con la medicina.
(1, 2, 4)
Datos que se encuentran en el Expediente del
Proceso de Beaticación de Fray Martín de
Porras.
(15)
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
156
Relatan que siendo Martín de Porras aún
adolescente y deseoso de aprender un ocio y
ganar dinero para ayudar a su madre entró a
servir en casa del boticario don Mateo Pastor.
Martín fue un hábil aprendiz que progresó
rápidamente. Con Mateo Pastor aprendió
la preparación de medicamentos y asimiló
sus efectos medicinales. Y, como en aquellos
tiempos las boticas eran centros que hoy
se llamarían de primeros auxilios, también
aprendió a mitigar los dolores de los enfermos
que allí acudían. Se hizo también herbolario
y esta fue quizá la fuente primaria o esencial
de sus recursos terapéuticos que después le
sirvieron para curar muchos enfermos.
Después, considerando que su trabajo sería
más útil para la sociedad, decidió aprender el
ocio de barbero que conllevaba conocimientos
de cirugía menor. Martín aprendió a realizar
sangrías, extraer dientes, suturar heridas,
aplicar enemas, ventosas, cataplasmas,
ungüentos y otras habilidades para curar
enfermos.
Se dice que Martín de Porras practicó el ocio
de barbero con Marcelo de Ribera, cirujano de
profesión. Este cirujano declaró en el Proceso
de Beaticación de Fray Martín de Porras,
conocer a Martín desde los diez años de edad;
por lo tanto, es lógico pensar que efectivamente
con él aprendió el ocio de barbero.
(15)
Gregorio Marañón cree que Martín fue un
alumno provechoso de un maestro barbero de
la capital pero que no se conoce si tuvo título
otorgado por jurado examinador alguno.
(16) Maniesta también, que fue un barbero
por práctica y reconocido por todos, pero
graduado por nadie; y, que ejerció ese arte,
quizás, amparándose en la Pragmática (Ley)
de 1588, que otorgaba el título por cuatro
escudos de oro.
A pesar que Martín había aprendido mucho en
el arte de la barbería, no fue feliz como aprendiz
de barbero. No le disgustaba la barbería, como
no le había disgustado la botica, pero tampoco
le atraía al extremo de quererle dedicar la
vida entera. (4) Por lo que, atraído por la vida
religiosa decide, a los 15 años de edad, ingresar
a formar parte de la Orden Religiosa fundada
por Santo Domingo de Guzmán, hecho que así
sucedió, siendo consciente que ayudando a la
gente, especialmente a los más pobres, servía
a Dios.
Martín de Porras ejerció el ocio de curar
enfermos por más de 30 años. Su actividad
la desempeñó siempre en la Enfermería del
Convento Nuestra Señora del Rosario de
Lima, de la Orden Religiosa Santo Domingo
de Guzmán. Aquí atendía a los religiosos que
vivían en el convento, que eran alrededor de
200 personas. Atendía también a laicos de
Lima, entre los que estaban los pobres, negros
e indios, así como alguna gente adinerada que
estaba segura de encontrar en él la curación
denitiva; y, siempre lo hizo gratuitamente.
Valdizán cuenta que una epidemia que atacó a
Lima, entró también al Convento de la Orden
de Santo Domingo y enfermaron sesenta
personas entre religiosos y sirvientes: “La
enfermería parecía una casa de locos, los enfermos
gritaban, salían de la cama, saltaban y otras cosas,
como si habían perdido el juicio.” (3) Martín de
Porras los tranquilizaba, les daba su medicina,
sus alimentos, aunque los enfermos se resistían
por su estado mental. Fueron días duros,
pero con la ayuda del Señor Martín atendía
puntualmente a los enfermos.
La labor de curar enfermos debió iniciarla
entre 1604 y 1610. Los conocimientos que
adquirió Martín de Porras de adolescente
con el boticario Mateo Pastor, y la habilidad
para conocer las propiedades curativas de las
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
157
plantas, le permitió que las curaciones que
realizaba sean ecaces. (4, 17)
Él mismo cultivaba las plantas medicinales que
utilizaba en las curaciones. En la huerta del
convento cultivaba la hierba de Santa María,
que servía para curar heridas inamadas; en las
Lomas de Amancaes cultivaba la manzanilla
que servía para curar dolencias digestivas.
En la hacienda Limatambo también cultivaba
hierbas que eran necesarias para la botica de
la enfermería del convento. Pero, no solamente
cultivaba las plantas medicinales y curaba a
la gran cantidad de enfermos que acudían a
él, sino, sobre todo, porque las regalaba a los
pobres.
Para ejercer la labor de curar enfermos Martín
utilizaba los medicamentos convencionales;
no obstante, algunas veces empleaba los más
insólitos remedios y recursos, desde ladrillos
calientes, tierra raspada de pared, saliva, hasta
clara de huevos, chuño, vinagre, panal de rosas
y azúcar, pasando por sorbos de agua caliente
e inmersiones de agua tibia y caliente. Lavaba
heridas con vino y romero triturado, aplicaba
hojas de plátano, administraba polvo de sapos
calcinados y daba de beber agua mezclada con
sangre de gallo negro.
Martín de Porras ejercía de cirujano porque
conocía el arte de cirugía, la que aprendió al
lado del cirujano Marcelo de Ribera cuando
era aprendiz de barbero. Trataba ecazmente
los casos de cirugía menor. La cirugía mayor
solo la realizaba en casos de emergencia que,
afortunadamente, no eran muy frecuentes. Por
eso lo reconocieron como enfermero, barbero
y cirujano de la enfermería, aunque la opinión
general lo ascendió a enfermero y cirujano del
convento.
Las funciones de barbero cirujano las cumplía
oportunamente gracias a los instrumentos
que siempre portaba consigo dentro de
una bolsa de cuero de color obscura que la
portaba en el cinturón. Entre los instrumentos
más importantes estaban la lanceta para las
sangrías, la puntilla para cortar y el gatillo
para extraer dientes.
Las actividades que desempeñaba Martín
como barbero cirujano fueron las siguientes:
estéticas (en varones), curativas y preventivas.
Las actividades estéticas eran las más
solicitadas; incluían cortar el cabello, rasurar
la barba, embellecer el bigote y rapar la cabeza
de los religiosos del convento. Las actividades
curativas, eran las más delicadas; incluían
realizar sangrías, extraer dientes, drenar
abscesos, realizar vendajes, inmovilizar huesos
fracturados, extirpar lobanillos (tumores
benignos), succionar heridas sangrantes,
suturar heridas, administrar enemas, aplicar
ventosas, aplicar ungüentos, jar cataplasmas,
curar cualquier tipo de heridas (quemaduras,
heridas infectadas, etc.), bajar la ebre y tomar
el pulso a los enfermos. Las actividades de
prevención incluían el recortar el cabello a los
niños para prevenir o combatir los piojos, y la
de alimentar y asear a las personas para evitar
las enfermedades.
Con el transcurrir de los años Martin de Porras
progresó mucho en el arte de la cirugía, gracias
a sus conocimientos, destreza y diligencia en
ese arte, por eso, también se le reconoció en
la Lima virreinal como cirujano romancista o
cirujano menor.
métodoS teraPéUtiCoSoS de martín de
PorrraS
Si examina el expediente del Proceso de
Beaticación de Fray Martín de Porras, en
el que se presenta testimonios de personas
que habían sido curadas por Martín o que
habían sido testigos de curaciones que él hizo,
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
158
se puede manifestar que este santo mulato
empleó los siguientes métodos terapéuticos:
oración, medicamentos convencionales,
imposición de manos, quirúrgicos, insólitos y
mixtos, todos ellos ecaces.
(15)
Es conveniente
precisar que los ejemplos de curaciones que se
presentan son algunos de los que se describen
en el mencionado mediante la oración.
La oraCión, SUPremo mediCamento.
A los enfermos los encomendaba a Dios y a su
Madre Santísima, y las curaciones no tardaban
en realizarse. Martín era en esto tan solícito,
y era tanta la humildad con que lo pedía, que
el Señor siempre lo complacía. José Valdés,
médico peruano mulato y uno de sus más
conspicuos biógrafos, destaca que cuando
Martín de Porras curaba a sus enfermos,
siempre lo hacía hincado de rodillas, con tanta
humillación y respeto, como si cada paciente
fuese el mismo Jesucristo.
(1)
Además, producto
de su fe, bendecía con la señal de la cruz a los
enfermos, e imploraba a Dios Todopoderoso
para que sanaran.
Un ejemplo de método terapéutico mediante la
oración, se puede mencionar la de un hombre
pobre, enfermo de gangrena en ambas piernas,
que no mejoraba con los medicamentos que
recibía. Su gura era repugnante, el olor
que despedían las piernas enfermas no la
podían tolerar las narices mejores dispuestas
y acostumbradas a esos aromas, y el dolor de
las heridas era intenso que el infeliz enfermo
gritaba. Martín recurrió a la señal de la Cruz.
Levantó su mano, puso los ojos en el cielo y
trazó sobre las piernas del enfermo el sagrado
signo de la Cruz. Aquella piel rojiza, aquellas
llagas purulentas, aquel hedor intolerable,
aquellos dolores insufribles desaparecieron
como por magia. El enfermo se levantó
rápidamente y su alegría no tuvo límites. El
nombre de Martín de Porras corría de boca en
boca, y el curado relataba el hecho a cuantos
encontraba.
Aplicación de medicamentos convencionales,
especialmente de origen vegetal.
Ya nos hemos referido sobre el aprendizaje que
Martín tuvo con el boticario don Mateo Pastor.
El estudio de las plantas fue tan intenso que
le permitió conocer rápidamente sus efectos
medicinales, que con seguridad los dosicaba
perfectamente para benecio de la gran
cantidad de enfermos que recurrían a él.
Un ejemplo de curación con aplicación de
medicamentos, es la realizada al joven novicio
fray Luis Gutiérrez. Cierto día fray Luis
Gutiérrez, accidentalmente, con un cuchillo
sufrió heridas en dos dedos de la mano
izquierda. La sangre uía abundantemente sin
poderla contener. El joven gritaba y se retorcía
de dolor. En aquel momento, guiado por Dios y
sin que nadie lo hubiese llamado, entró Martín
al convento. Examinó las heridas del novicio,
y le dijo: “No temas hijo mío; el Señor que tiene el
poder sobre la vida y sobre la muerte, sabrá curar tus
heridas, no importa lo graves y peligrosas que ellas
sean.” Como la sangre continuaba brotando de
las heridas, Martín acudió a sus frascos, tomó
unos polvos (yerbas de Santa María), los echo
sobre los dedos y aquella quedó detenida.
Hizo sobre la mano del enfermo la señal de
la Cruz, invocó a la Santísima Trinidad, y fray
Luis Gutiérrez quedó con los dedos perfectos,
enteros y sanos.
Otro ejemplo, es el caso de su jefe inmediato
superior de enfermería, fray Fernando
Aragonés, quien había recibido los santos
óleos pues estaba desahuciado por presentar
un mortal dolor en el costado, probablemente
causado por neumonía. Martín de Porras
acudió a verlo, le dio agua para que bebiera y
le puso las manos en el costado, fajándole con
una venda y en ella unos cogollos de alfalfa, y
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de inmediato despareció el dolor, quedándose
dormido. Este hecho lo contó el mismo fray
Fernando Aragonés sano y salvo cuarenta años
después. Él contó también que le vio sanar
muchos dolores con solo poner sus manos.
imPoSiCión de manoS.
El método terapéutico que más admiración
y popularidad produjo fue la imposición
de manos, método que empleaba Jesús de
Nazaret.
(18)
Los enfermos estaban seguros que
Martín de Porras los curaba denitivamente
imponiéndoles las manos.
Cuando Martín de Porras aplicaba sus manos
sobre la parte enferma o doliente del enfermo,
la curación era ecaz e instantánea.
(19, 20)
Por
ejemplo, el caso en que evitó que a fray Pedro
de Montes de Oca le amputaran una pierna
gangrenada. Fray Pedro Montes de Oca tenía
una pierna gangrenada, por lo que el médico
que lo trataba recomendó la amputación
inmediata. El religioso no se resignaba a la
amputación pero comprendía la necesidad de
operarse. Se quejaba de dolor y se mostraba
impaciente que los religiosos del convento
ni siquiera atrevían hablarle mucho. Martín
entró a al dormitorio con la serenidad, y
rápidamente se dio cuenta que no era dolor
lo que tenía Montes de Oca sino una ebre
altísima que padecía. El enfermo deliraba, y
en medio de su delirio manifestó el deseo de
comer una ensalada. Martín se la preparó,
fresca y deliciosa. Cuando comió la ensalada le
bajo la ebre y recobró el buen humor. Luego
pidió a Martín que le aplicara su mano a la
pierna gangrenosa. Martín vio la pierna y le
puso las manos en ella, con lo cual quedó sano
y libre de lo que le aigía.
Otro ejemplo es la curación de fray Luis de
Guadalupe que padecía de una grave neumonía
que le causaba dicultad respiratoria. Ante la
inecacia de los medicamentos que recibía y la
gravedad de la enfermedad, fray de Barbarán
lo confesó y le dio los santos óleos. En ese
momento fray Martín de Porras sonriendo entró
al dormitorio llevando algunas medicinas para
aplicárselas al enfermo. Fray Luis Guadalupe
que había visto cómo las anteriores medicinas
no le habían hecho efecto le dijo a Martín de
Porras: “Deja a un lado tus medicinas y aplica tu
mano en mi costado, pues siento intenso dolor.
Martín cedió ante la súplica del enfermo.
Y, fray Pedro de Guadalupe quedó sanó de
inmediato.
Fray Cipriano de Medina fue testigo de la
curación de monseñor Feliciano de Vega,
obispo de La Paz y electo arzobispo de México.
El obispo Feliciano Vega estaba desahuciado
por todos los médicos, quienes recomendaron
que le dieran la comunión y los santos óleos.
El obispo que no conocía a fray Martín pero
había oído hablar de él y de sus afamadas
curaciones, pidió al prelado de los dominicos
que se lo enviaran para que lo tratase de un
fuerte dolor de costado y de ebre. Fray Martín
fue con fray Cipriano de Medina, quien reere
así lo que entonces sucedió: Habiendo ido y
entrado a la pieza donde estaba disgustado el
obispo. En presencia de su familia y de otros
el obispo comenzó a reprender a fray Martín
porque no lo había visitado. Martín se arrojó a
tierra sin pronunciar palabra. El obispo le hizo
una señal para que se levantase y le pidió que
se acercase a la cama y que le diese la mano.
Martín respondió: “¿Para qué quiere un príncipe
la mano de un pobre mulato donado?” El obispo
le dijo: “¿No os ha mandado el prelado hagáis lo que
yo dijere?” Y respondió: “Sí señor. Pues poned
la mano en este lado donde tengo el dolor.” Y,
luego al punto se sintió sin dolor, poniéndole la
mano fray Martín. Reconociendo él la acción,
se turbó y se le puso el rostro muy colorado y
comenzó a sudar en extremo y dijo: “¿No basta
ya, señor?” El arzobispo respondió: “Dejadla
estar donde la he puesto.” Y estando otro rato así,
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se halló del todo aliviado, libre de la calentura
con admiración grande de los presentes y
mucho mayor de los médicos que volvieron
por la tarde y, a voces, unos y otros decían que
era una maravilla que Dios había obrado por
este siervo suyo.
Imponiendo sus manos, también curó a fray
Fernando Aguilera. El religioso se encontraba
muy debilitado con dolor de estómago, mandó
llamar a Martín de Porras, acudiendo este a
socorrerlo, y con solo ponerle las manos sobre
el estómago quedó bueno y sano. Lo mismo
sucedió cuando curó a fray Antonio Otero
de un persistente hipo y que la curación se
le atribuyeron a unas ventosas que le aplicó
Martín de Porras. El mismo fray Antonio Otero
tuvo que aclarar, diciendo: “Esta mejoría y salud
atribuyo al contacto de las manos del dicho siervo
de Dios (Martín de Porras).
Métodos quirúrgicos: Sangrías, curaciones de
heridas, extracción dentaria, inmovilización y
reducción de fracturas óseas, entre otros.
Un ejemplo de método quirúrgico es el que fue
realizado a su maestro, el cirujano Marcelo de
Rivera. En el Proceso de Beaticación de fray
Martín de Porras, Marcelo de Rivera declaró
que, siendo él mancebo, le ocasionaron una
estocada en el párpado inferior derecho,
quedando el ojo fuera de su lugar colgando
y que Martín de Porras curó la herida.
(15)
También, manifestó que a los tres días quedó
bueno y sano.
El mismo cirujano Marcelo de Ribera testica
lo siguiente: “Cierto día a un indio le dieron una
puñalada que le vaciaron las tripas; y que Martín
de Porras envió por mí para que curarse al herido.
Como no me encontraron, Martín lo curó y puso
al paciente en la enfermería de los negros del
convento. Los religiosos del convento avisaron al
padre Prior que Martín traía enfermos de afuera a
curar, indios y negros pobres. El Prior ordenó que
echasen fuera al herido, Martín llevó al herido a
casa de una hermana que vivía a una cuadra del
convento. Le dio pasas, pan y conservas, y le dijo
que enviaría al cirujano a curar al a este testigo.
Al día siguiente fui a curar a curar al indio, y no le
encontré herida más que una raya colorada, y bueno
y sano al indio.
Otro caso es la de una pelea de dos negros de
Lima, en la que uno de ellos resultó con un
traumatismo abdominal abierto con exposición
de vísceras huecas. Francisca, una negra esclava
fue testigo ocular de la curación. Ella declara:
Traía el miserable colgando lastimosamente
las tripas. Algunas personas misericordiosas lo
llevaron a la enfermería del convento para que
Martín de Porras lo curase, cosa que así sucedió.
Martín de Porras se puso de rodillas delante del
herido y con su boca le succionó la herida sacándole
sangre. Enseguida le lavó la herida con vino, le puso
romero molido, y luego fue enviado a su casa.” A los
cuatro días, la negra Francisca lo vio bueno y
sano, quedando maravillada al ver que siendo
la lesión tan grave había curado rápidamente
solo con vino y romero.
Otro método netamente quirúrgico es la
extracción de cuerpos extraños. El sargento
Francisco de la Torre, en el Proceso de
Beaticación de Martín de Porras declaró
haber visto al beato Martin extraer un hueso
de la garganta de uno que estaba como muerto.
Una de las muchas curaciones de tipo
odontológica que Martín de Porras realizó es la
de fray Alonso de Arenas cuando era novicio.
El novicio presentaba un dolor de muela tan
intenso que no le dejaba comer ni dormir, por
lo que tuvo la necesidad de llamar a Martín de
Porras, que era cirujano, para que se la sacase.
Estando el doliente sentado sobre el piso y
Martín parado con el gatillo en la mano lista
para sacarle la muela, le mete el dedo a la boca
y le pregunta cuál era la muela. El novicio le
indicó. Martín de Porras puso su dedo sobre la
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muela causante del dolor, y al retirar el dedo
el novicio le dijo que el dolor de muela había
desaparecido. Martín se retiró sin sacársela, y
por mucho tiempo Fray Alonso de Arenas no
presentó dolor.
métodoS inSóLitoS, aParentemente inefiCaCeS
Algunas veces Martín de Porras usaba en sus
curaciones medios a todas luces inecaces
para curar pero que, para satisfacer la fe de los
enfermos, sin engaños se los proporcionaba
solamente como alivio y, sin embargo, surtía
efectos curativos.
Por ejemplo, su sobrina Catalina relata que
trajeron de la chacra a casa de su madre en
Lima a un negro porque le habían producido
una herida en la cabeza. Habiéndole dado
no menos de ocho puntos en ella, quedando
solapada la herida, puso al enfermo en los
últimos alientos de la vida. Mandaron llamar
a fray Martín para que lo atendiera. Estando
Martín en casa de su sobrina, sacó la llave que
traía de su celda y, raspando la pared, cogió
un poco de tierra y se la colocó en la herida
haciendo la señal de la cruz sobre ella; luego
tomó un pedacito de lienzo, lo humedeció con
su saliva y le puso en la herida como parche. Al
retirarse Martín le dijo que estará bien, hecho
que así sucedió, pues a los pocos días, sin otro
medicamento ni hacer otra curación, el negro
estuvo bueno y sano.
Otro ejemplo es el que narra el mismo
beneciado, el capitán Juan de Guarnido. Este
declara que hallándose con el pie y la pierna
derecha hinchados, con granos en forma de
diviesos que drenaban secreción purulenta y
con intenso dolor, envió a llamar al venerable
hermano fray Martín para que le viese y le
aplicase alguna medicina. Martín después
de haberlo visto, le dijo que no era nada y
haciéndole la señal de la cruz con saliva en
la pierna y pie enfermos, sin otra medicina,
las lesiones desaparecieron inmediatamente.
El capitán quedó completamente sano y dio
innitas gracias al Señor por las mercedes que
ha recibido por intercesión de su siervo Martín.
La siguiente curación tiene como testigo a
Juan de la Parra, quien reere que cierto día al
llegar él con fray Martín a la chacra del español
Francisco de Cáceres Manjarrés, les salió al
encuentro un hombre negro alto. Fray Martín
le pregunta: “Hijo, ¿hay algún enfermo aquí?”.
El negro le respondió: “Sí, padre, mi mujer está
muy achacosa de un ujo de sangre en las partes
bajas y la olearon (dieron la extremaunción) hoy al
mediodía.” Los llevó a su rancho donde estaba
postrada su mujer y allí la vio fray Martín. Ella
dijo que había rodado, desde las lomas, con
un caballo cargado de leña, y que el animal
le había caído encima de ella. Fray Martín
respondió: “Hija, no te desconsueles que todo se te
quitará con la ayuda de Dios.” Llamó al negro y
le dijo que de una acequia atrapase tres sapos
vivos, y que los quemara dentro de una olla
sin que saliese humo. Cumplido lo ordenado.
Martín muele los sapos quemados, y ya hechos
polvos los envuelve en un trapo y se los cuelga
en la cintura a la enferma, diciendo: “Hija, yo
te curo y Dios te sane.Al día siguiente Juan de
la Parra vio a la mujer, esta le dijo: “He dormido
muy bien toda la noche, a Dios gracias, con la cura
que me hizo el padre de santo Domingo, Dios se lo
pague.
Como método insólito también se debe
mencionar una curación con ladrillos calientes.
El tallador Francisco Pérez Quintero declaró
que se hallaba atacado de una terciana doble
muy rebelde y que era asistido de ellas por el
doctor Navarro, médico de esta ciudad (Lima),
el cual lo había desahuciado. Dice el testimonio
que el beato Martín le aplicó dos ladrillos muy
calientes en el vientre y le curó por completo
de la penosa dolencia.
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Así mismo, se puede señalar la curación con
sangre caliente de gallo. El informante fue
Fernando de Valdez, quien declaró haber visto
curar una erisipela, aplicando el beato Martin
la sangre caliente de un gallo, recientemente
victimado, sobre la región enferma.
métodoS CUratiVoS mixtoS
Había circunstancias, las que no eran pocas, en
que Martín de Porras combinaba cualquiera
de los métodos anteriores para curar a los
enfermos que acudían en su ayuda.
Un ejemplo de este método curativo nos los
cuenta Francisco Pérez Quintero que fue
testigo presencial de la curación. Él maniesta
que el señor Juan de Villafuerte tenía una hija
de cuatro años de edad que estaba enferma y
desahuciada; y, que a la niña la llevaron a la
portería del convento para que fray Martín
la viera. El religioso indicó que le quitasen
los medicamentos que tenía puesto por
prescripción de su médico tratante. Martín
habiendo vertido un poco de saliva en su
mano, le frotó el estómago y le hizo muchas
cruces, diciéndole que no sería nada y que no
moriría de aquella enfermedad. Luego ordenó
o prescribió como tratamiento que bañasen a la
niña con un poco de agua tibia y, que después
le pusiesen en el estómago una hoja de plátano.
Indicación que los padres efectuaron. A las
24 horas, la niña presentó un vómito de gran
cantidad y luego quedó completamente sana.
Otro caso es el referido por el capitán Juan de
Guarnido. Este capitán declara que había en
el convento un religioso “donado” de ocio
zapatero que tenía un brazo enfermo que cada
mes se le llenaba de apostemas (abscesos); y
que él lo llevó a fray Martín para que lo curase.
Fray Martín, comenzó con saliva a hacerle
unas cruces en la apostema. El “donado” al ver
que no le ponía algún parche o medicamento
o que no le hacía otra cosa más que las dichas
cruces, se enojó. Martín, para consolarlo cogió
un pedazo de bota en que se echa vino y cortó
como parche y se lo puso en la apostema,
haciendo otra vez con saliva las dichas cruces.
El capitán le dijo al enfermo que no se aigiese
y que no se quitase el parche y así lo hizo. Al
día siguiente, el religioso “donado” estaba
bueno y sano; y de contento decía a voces
que el dicho venerable hermano era un santo
varón y que había obrado Dios con él, por su
intercesión, un milagro patente. El “donado”
en reconocimiento le confeccionó al hermano
Martín un par de zapatos nuevos, que de
ninguna manera los quiso recibir y le pidió que
se los diese a un pobre.
Relatar todas las curaciones realizadas en
vida por San Martín de Porras mediante los
diferentes métodos terapéuticos, sería de
nunca terminar. Por eso, nos detenemos aquí,
con la seguridad de haber alcanzado el objetivo
trazado.
eL CirUjano martín de PorraS
Posible rostro de San Martín de Porras según la tecnología.
Reconstruido en 3D a partir del cráneo de santo limeño, por
el equipo brasileño de Antropología Forense y Odontología
Legal y por cientícos de las universidades San Martín de
Porras e Inca Garcilaso de la Vega.
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163
de profesión, aprendió el ocio de barbero,
que conllevaba conocimientos de cirugía
menor, además de cortar el cabello y rasurar
la barba. Actividades quirúrgicas que ejerció
por más de 30 años.
Es importante mencionar también, como
sostiene Valdizán
(3)
, que la universidad de
Fray Martín de Porras fue entre el mercado
con sus vendedores de plantas medicinales,
el convento con el elevado espíritu de
caridad y sus profundos sentimientos
religiosos y el pueblo, cuya observación y
por cuyo afecto, Martín llegó a desarrollar
sus innatas cualidades intuitivas de clínico,
por el acierto que tuvo en conocer
enfermedades y, desde luego, aplicar los
remedios conocidos.
c) Testimonios de su labor quirúrgica: En el
expediente del Proceso de Beaticación
de Fray Martín de Porras existen numerosas
e importantes declaraciones de personas
que fueron curadas o que han sido testigos
de curaciones realizadas por Martín.
(15)
Declaraciones que no dejan dudas sobre la
práctica quirúrgica que desempeñó el santo
mulato peruano.
Su maestro, el cirujano Marcelo de Ribera,
declaró conocer a Martín desde los diez años
de edad; por lo tanto, es lógico pensar que
efectivamente con él aprendió el ocio de
barbero. Declaró también que cuando él era
mancebo, presentó una herida en el párpado
inferior derecho quedando el ojo colgando,
herida que Martín curó. El testimonio del
cirujano Marcelo de Ribera, induce a pensar dos
hechos: Primero, que Martín tendría entre 12 y
13 años de edad cuando comenzó aprender el
arte de la barbería; y segundo, que su maestro
Marcelo de Rivera cuando presentó la herida,
conó en su alumno Martín, probablemente
porque lo consideraba experto en la cirugía.
Por todo lo expresado se puede decir que existen
razones o hechos históricos que inducen a
inferir que San Martín de Porras, santo mulato
peruano, ejerció la cirugía en Lima entre los
siglos XVI y XVII. A continuación, señalaremos
algunos de los hechos más importantes.
a) Criterio de inclusión: En la Lima virreinal,
lugar y época de la vida terrenal de san
Martín de Porras, la institución suprema que
controlaba el ejercicio de los profesionales de
la salud era el Real Tribunal del
Protomedicato. Esta institución incluía
a los barberos, como Martín de Porras, en
la categoría de cirujanos romancistas. Estos
trataban enfermedades externas
(quirúrgicas) de menor complejidad. Se le
exigía cuatro años de práctica al lado de un
cirujano titulado. No se les exigía estudios
de latín ni de humanidades como a los
cirujanos latinos. Rendían sus exámenes en
buen romance, es decir en idioma
castellano. El maestro de Martín de Porras
fue, como ya hemos manifestado líneas
arriba, el cirujano Marcelo de Ribera. No
ha sido posible determinar el tiempo de
permanencia con su maestro; ni mucho
menos se ha determinado si Martín obtuvo
el grado de Cirujano Romancista, todo
indicaría que no. Lo que sí está acreditado
por muchos testigos de su época que Martín
ejercía de cirujano, con o sin título, porque
conocía el arte de la cirugía.
(15)
b) Adiestramiento: Martín de Porras en su
adolescencia adquirió conocimientos
médicos quirúrgicos. Con Mateo Pastor,
boticario de Lima, adquirió conocimientos
de farmacología. Con él aprendió a preparar
medicamentos y asimiló también sus
efectos medicinales. Se convirtió en
herbolario, recurso terapéutico que le sirvió
después para curar diligentemente a muchos
enfermos. Con Marcelo de Rivera, cirujano
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El licenciado Bernardo de Esplana, declaró,
que “Fray Martín de Porras, antes de ingresar en
la religión de Santo Domingo, ejercía solamente la
profesión de barbero y que, al haberle encomendado
la enfermería del convento del Rosario, ejerció
de enfermero, barbero y cirujano.” Valdizán,
reriéndose a este testimonio maniesta que el
licenciado Esplana comunica la diversidad de
ocios atribuidas a Fray Martín.
(3)
Maniesta
también que Martín antes de hacerse dominico
era barbero y ya en la religión, por razones de
piedad y por tener a su cargo la enfermería del
convento, tuvo que desempeñar las funciones
de enfermero barbero, y cirujano.
Otra declaración fue la de Juan Vásquez, quien
manifestó que “viéndose enfermo y que no tenía
asilo alguno sino el de Dios, estuvo obligado a
asistir a la habitación de fray Martín de Porras; y
por ser Maestro Barbero, le enseñó a este testimonio
dicho arte, y para esto le dio algunas lecciones de
aquellas que son necesarias y comenzó a ejercitar
dicho arte.Agregó que viajó a Chile; y que,
después de algún tiempo, al regresar al Perú
su primera visita había sido para su protector
y su maestro fray Martín de Porras.
El mismo Valdizán nos informa de un hecho
que puede considerarse como demostración
indirecta de la labor quirúrgica de Martín
de Porras. “Él reere que el licenciado Pedro de
Urdanivia, cirujano aprobado por el Tribunal
del Protomedicato del Virreinato, que gozaba
de gran crédito en Lima en la segunda mitad del
siglo XVII, había recibido de la viuda del cirujano
Marcelo Ribera (maestro de Martín de Porras), una
lanceta que Martín de Porras le había obsequiado.
Urdanivia la guardaba con verdadera veneración y
la llamaba la postemera, probablemente por el uso al
cual había sido destinada.
(3)
ConCLUSión
Martín de Porras Velásquez era más santo que
hombre, un santo que curaba a los enfermos
mediante métodos quirúrgicos que él
aprendió en su adolescencia con la inspiración
o iluminación del Supremo Sanador. Sus
conocimientos médicos fueron fruto de estudio,
dedicación e inteligencia y no de facultades
misteriosas. Era un médico de cuerpos y
de almas como lo fue Jesús de Nazaret en
Palestina. Curaba a los enfermos, algunas
veces con medicamentos convencionales
provenientes de la naturaleza, especialmente
del reino vegetal; otras veces con imposición de
sus manos, incluso con medios aparentemente
inecaces, pero siempre orando y haciendo
cruces en nombre de Dios.
Teniendo en consideración los criterios de
inclusión de la cirugía de aquellos tiempos
estipulada por el Real Protometicato del
Perú, y según el conocimiento y práctica que
exigía esta especialidad, se puede armar
categóricamente que Martín de Porras por
ser barbero realizó la función de cirujano
romancista, y lo hizo de una manera ecaz y
efectiva.
A los profesionales de la medicina nos deja
el mensaje que nuestra profesión la debemos
ejercer con presencia vigilante y solícita al lado
de los enfermos, pues la actividad médica se
funda sobre una relación interpersonal, en la
que un hombre aigido y enfermo confía en
otro hombre que puede hacerse cargo de su
necesidad y que lo va a encontrar para asistirlo,
cuidarlo y sanarlo, como hizo Martín de Porras
con miles de enfermos.
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Ed. “Secretariado Martín de Porras”, Palencia. Transcripción
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