Acta Herediana vol. 62, N° 1, enero 2019 - junio 2019
29
es que existe un mestizaje esencialmente
cultural. Notó que los miembros del ayllu que
eran reclutados a la fuerza, con tácticas de
rodeo de ganado, una vez que eran dados de
baja se convertían en los “nuevos indios”. En
efecto, ya eran otros porque en los cuarteles
habían sido alfabetizados, que conocieron el
valor del dinero y cambiaron de vestimenta.
Pero, además, contestó a los que denigraron
o despreciaron a los mestizos, fuesen ellos
culturales o biológicos. En el análisis que
hizo, en la segunda parte del libro que aquí se
comenta, hay uno de los más bellos ensayos de
interpretación de lo que debe entenderse como
el mestizaje. Cuando, por ejemplo, describe el
signicado de la chichería, a la que denominó
“la caverna de la nacionalidad” … brasensible
de la aldea, tumultuosa pasión de la plebe serrana.
Es la lepra del “poblacho mestizo” o el síntoma
del “pueblo enfermo”. Nada de eso. Vivienda
prehistórica, cueva troglodítica, hogar cordial del
hombre primitivo y espontáneo que engendra el
alma nacional y que sigue produciendo junto a
la historia y acaso dentro de nosotros mismos...
Principalmente es un conservatorio de música
nativa… allí se indianizaron el violín, el arpa y
el pífano. En ese ambiente enardecido más que de
alcohol, de emotividad tormentosa, el arpa eólica
de otras épocas y otros mundos acompaña la copla
sensual…
En toda la segunda parte del Nuevo Indio se lee
diferentes aspectos que el mestizaje cultural,
precisamente en la sierra, desde el primitivo
Ayllu hasta las ciudades como Cusco, Arequipa
o Puno se produce una “manera se ser” que
caracteriza al habitante de las regiones andinas,
Hay que tener en cuenta que descendientes
de ingleses, radicados en el sur del país, se
compenetran del ambiente, diríamos la cultura
y la incorporan a su patrimonio intelectual,
hasta hablan con dejo serrano. Los hay Smith
o Jeerson, de segunda y tercera generaciones,
biológicamente europeos, que culturalmente
son o eran nuevos indios. Lo mismo, como
ya se dijo, los hay amerindios, genéticamente
puros, que han asimilado la cultura occidental
con resonante éxito, como los grandes Julio C.
Tello y Martin Chambi. Grandes, cada uno en
su especialidad.
El Cusco, según el punto de vista del “nuevo
indio” es un ámbito geográco en el que
convergen personalidades impactadas por
eso que García llamó indianismo. Al llegar
al escenario y aceptar la realidad de la
desaparición de una “raza”, con todo el cortejo
de aditamentos culturales, se compenetra
de un modo de ser distinto y se arraiga al
medio. Debe existir una suerte de hálito que
realmente atrae, encandila a los poetas. La
inmigración de extranjeros, tomado el vocablo
como adaptados al ambiente cuzqueño, en
los últimos tiempos, se ha incrementado de
manera notable. Eso mismo ocurre en otras
zonas serranas de la región andina.
Para concluir hay que tomar en cuenta que la
mejora sustancial de la salud pública en las
ciudades de la costa, por la desaparición del
paludismo y la ebre amarilla, producto de un
brote fugaz de buena salubridad, en décadas
de 1950 y 1960 del siglo anterior, se produjo
una migración uniformemente acelerada de
los nativos andinos hacia la costa en busca de
nuevos horizontes, que comenzó poco después
de 1950.
En 1975, diez años después de la desaparición
de José Uriel García, el autor de esta nota,
le solicitó al no menos célebre y supuesto
opositor de la discusión sobre la identidad
nacional, a don Luís E. Valcárcel para que
escribiera el prólogo para una nueva edición
póstuma del Nuevo Indio. Las ideas vertidas
por este intelectual no hacen sino corroborar
la alta calidad académica y, sobre todo,