Acta Herediana vol. 62, N° 1, enero 2019 - junio 2019
1 Doctora en Literatura Peruana y Latinoamericana. Profesora Principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro A del
Instituto de Investigaciones del Pensamiento Peruano y Latinoamericano (IIPPLA) de la UNMSM.
RESUMEN
El presente estudio permite evidenciar cómo en la literatura, y en
el caso especíco de la obra La tía Tula, de Miguel de Unamuno, se
representa un tipo de neurosis como la histeria.
Para desarrollar el análisis, se utilizan, básicamente, dos fuentes
bibliográcas: el libro El dolor de la histeria, de Juan David Nasio,
como sustento teórico, y la obra literaria La tía Tula, del connotado
escritor español Miguel de Unamuno, como texto de aplicación de
la teoría psiconalítica.
Respecto del marco teórico, se debe destacar la relevancia de la
obra de Nasio, ya que este autor suma a los aportes de Freud y de
Lacan un quinto tipo de identicación que se evidencia en Tula,
el personaje principal de la novela de Unamuno: la identicación
con el útero, todo lo que permite postular que Tula congura el
prototipo de una mujer histérica.
Palabras claves: Miguel de Unamuno, teoría psicoanalítica,
neurosis, histeria
ABSTRACT
This research presents evidence about how in the literature, in the
specic case of the book La tía Tula, by Miguel de Unamuno, it is
represented a kind of neurosis like the hysteria.
In order to develop the analysis, it is used, basically, two
bibliographic sources: the book El dolor de la hysteria, by Juan David
Nasio, as a theoretical basis, and the literary work La tía Tula, by the
notorious Spanish writer Miguel de Unamuno, as an application
text of the Psychoanalytic Theory.
La Tía Tula, de MigueL de unaMuno,
y La Quinta identificación de un yo
insatisfecho
La Tía Tula, by Miguel De Unamuno, and the Fifth Identication of an Unsatised Ego
Luisa PortiLLa durand
1
Imagen obtenida de http://resumiendolo.com/c-novela/la-tia-tula/
Regarding the theoretical framework, it must be highlighted the
relevance of the work of Nasio, because this author adds to the
contributions of Freud and Lacan, a fth type of identication which
is shown in Tula, the main character from the novel of Unamuno:
the identication with the uterus, everything that allows to claim
that Tula congurates the prototype of a hysterical woman.
Key words: Miguel de Unamuno, Psychoanalytic Theory, neurosis,
hysteria
Acta Herediana vol. 62, N° 1, enero 2019 - junio 2019
111
E
n el presente trabajo se busca evidenciar
cómo en la literatura se ha representado
con tanta precisión un tipo de neurosis
como lo es la histeria.
Para tal n se utilizan, básicamente, dos
fuentes bibliográcas: el libro El dolor de la
histeria de Juan David Nasio (2005), como
sustento teórico, y La tía Tula, obra de Miguel
de Unamuno (escrita en 1907 y publicada en
1921), como texto de aplicación de la teoría
psiconalítica. Cabe destacar la relevancia de
ambas fuentes: en la obra de Nasio se suma a
los aportes de Freud y Lacan un quinto tipo de
identicación: la identicación con el útero; en
la obra de Unamuno, el personaje principal de
la novela, Gertrudis (Tula), congura de forma
explícita el prototipo de una mujer histérica.
De acuerdo con Nasio (2005), hay un rasgo
que congura sin excepción a los histéricos
y que —como se comprueba en el presente
estudio— también se destaca en Tula: la
insatisfacción permanente que la acompaña
y que ella se empeña en mantener a lo largo
de su vida. Tula y su hermana, Rosa, son dos
jóvenes huérfanas, casaderas, que viven con su
tío materno, Primitivo, un sacerdote. Primitivo
dice tenerle «miedo» a Tula, el mismo temor
que le tuvo a su madre, la abuela de Tula, y a
su hermana, la madre de Tula. En el camino
de las hermanas se cruza Ramiro, un joven
que, en un primer momento, se siente atraído
por Rosa; pero, que, nalmente, se enamora
de Tula. Ésta, a pesar de sentirse atraída por
Ramiro, hace todo lo posible hasta conseguir
que éste se case con Rosa, y no sólo eso, sino
que también incentiva a su hermana a que
le varios hijos, a los cuales la misma Tula
les pone nombre. Al nacer el tercer hijo de
la pareja, muere Rosa, y Tula pasa a hacerse
cargo de sus tres sobrinos. Mientras tanto,
Ramiro, ya libre, intenta acercarse a Tula; pero
ésta lo rechaza duramente, al punto de que le
insinúa que «se distraiga» fuera de casa. Ante
esta situación, angustiante para Tula, ya que
en esas circunstancias se hace posible el unirse
con Ramiro, ella le pide un plazo de un año
para pensar en la posibilidad de casarse con él,
lo cual implica que Ramiro no deberá hacerle
insinuaciones de ninguna índole; sin embargo,
las actitudes de indeferencia y de rechazo
que muestra Tula empujan a Ramiro a buscar
consuelo para sus penas en los brazos de la
sirvienta de su casa. Tula descubre lo que está
pasando cuando Manuela, la criada, a quien
llamaban «la hospiciana», ya está esperando
un hijo de Ramiro; así que Tula aprovecha la
circunstancia para librarse una vez más de su
cuñado: lo obliga a casarse con la joven que,
además de ser huérfana, es tísica. Enferma
como estaba, la hospiciana tiene dos hijos y
contagia su mal a Ramiro, quien muere en los
brazos de Tula luego de reprocharle el que lo
hubiera casado con Rosa y con Manuela. Al
poco tiempo de dar a luz a su segundo hijo,
muere «la hospiciana», con lo que el niño
recién nacido pasa a ser el quinto hijo de quien
también se hará cargo Tula. Finalmente, Tula
termina culpándose de las muertes de Rosa,
de Ramiro y de Manuela. Ésta es, en rasgos
generales, la trama de la novela.
A medida que se plantean los supuestos
teóricos puede observarse cómo Tula evita
la posibilidad de acceder al goce de la unión
carnal, pues no sólo lo impide por todos los
medios con Ramiro, sino también con el primo
de éste y con el médico que después de la
muerte de su cuñado frecuenta su casa. Este
miedo constante ante la posibilidad del goce
sexual y su consecuente evasiva hacen que la
vida de Tula discurra en medio de la tristeza y
la permanente insatisfacción, y sólo se podría
decir que ella «goza», a su modo, a través
de las uniones de su hermana Rosa y de «la
hospiciana» con Ramiro: goza de la unión de
ambas parejas, goza del fruto que son los hijos
a quienes, en su fantasma, ella percibe como
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
112
suyos; pues ella no sólo es la mediadora de
la unión de las dos parejas, con lo que logra
evitar el goce de la unión carnal y preserva
la inviolabilidad de su cuerpo, sino que ella
es, nalmente, quien cría, protege y cuida a
esos niños a quienes ama como si fueran sus
propios hijos.
Para concluir esta introducción, cabe precisar
que cada cita de La tía Tula sirve para dar
sustento a los supuestos teóricos, lo que permite
evidenciar de qué manera se maniesta la
histeria y hasta qué punto lleva a la infelicidad
al personaje que la padece: Tula.
nociones generaLes
En «La diferencias entre la histeria freudiana y
la histeria lacaniana», R. Mazzuca y otros (2008,
p. 177) señalan lo siguiente acerca de la histeria
en la obra de Freud: «La posición del sujeto
histérico respecto de la sexualidad constituye
otra notación fundamental formulada por
Freud en las reexiones incluidas en sus
historiales clínicos. Se trata del rechazo de la
sexualidad manifestado por el asco, signo de
la represión […] y suciente por solo […]
para fundar un diagnóstico de histeria». Por
otra parte, cuando los autores tratan acerca
de la histeria en la obra de Lacan, indican lo
siguiente en cuanto al deseo insatisfecho: «La
insatisfacción es constitutiva del deseo, pero
resulta acentuada doblemente en el histérico.
Por una parte, se crea un deseo insatisfecho
para no quedar sometido a la demanda del
Otro; por otra, insatisface al Otro para sostener
su deseo» (loc. cit.). Y acerca del goce de la
privación señalan que «Lacan explora la histeria
no sólo en relación con el deseo sino también
con el goce. […] La histérica se sustrae al goce
sexual […]. De este modo goza de la privación
del goce, pero sobre todo goza de ser objeto
causa de la insatisfacción, es decir, de sostener
el deseo en el Otro» (ibídem, p. 178).
En el Diccionario introductorio de psicoanálisis
lacaniano, Dylan Evans (2000) señala que,
al igual que Freud, Lacan considera que la
histeria es una de las dos principales formas de
neurosis. Lacan sostiene que «en la histeria el
sujeto se pregunta por su posición sexual […],
más precisamente, “¿qué es una mujer?” […].
Lacan rearma entonces la antigua idea de que
existe una vinculación íntima entre la histeria
y la feminidad» (p. 106).
En el estudio que se desarrolla a continuación,
siguiendo a Nasio (2005), se trata de la histeria
desde el punto de vista relacional, es decir,
como un vínculo del enfermo con los otros de
su entorno. El autor señala (ibídem, pp. 55-56)
que, para Freud, es el fantasma femenino de
castración el que origina la histeria: «la niña
no tiene la idea del pene, sino de un falo que
le han robado»; no se trataría, entonces, de
una amenaza y de la consecuente angustia,
como en el caso del varón, sino de un hecho ya
consumado y, de allí, el odio y el resentimiento
hacia «esa madre a la que considera responsable
de haberla hecho mujer y de no haber sabido
protegerla garantizándole la permanencia de
una fuerza fálica».
A lo dicho, Nasio (ibídem, p. 57) agrega una
modicación que parte —según el autor—
de «esa variante singular de la inhibición
sexual constituida por el renunciamiento
al goce de la penetración», que lo lleva a
teorizar de otra manera el fantasma femenino
de castración: «la niña toma sus órganos
genitales por un falo que habrá que preservar
de cualquier ataque. […] En su fantasma, el
pene del hombre representaría, para la mujer
histérica, el equivalente inconsciente del
cuerpo desmesurado y peligroso de la madr
(ibídem, p. 58).
Luego de lo expuesto, se debe indicar que,
además de lo señalado hasta aquí, en las
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
113
páginas siguientes se suman los supuestos
teóricos que se asocian directamente con los
rasgos histéricos observados en Tula, personaje
a analizar en la novela de Miguel de Unamuno.
La insatisfacción: eL síntoMa característico
Según Nasio (ibídem, p. 42), para el sujeto
histérico resulta insoportable la posibilidad de
acceder al goce de la penetración «porque, si
lo viviera, pondría en peligro la integridad de
todo su ser». Eso explica la inhibición genital
que caracteriza la vida sexual del histérico, que
más que indiferencia hacia la sexualidad es
«aversión, verdadera repugnancia hacia todo
contacto carnal» (ibídem, p. 47). Se trataría de
«esa angustia inconsciente de la mujer a dejarse
penetrar» (loc. cit.). En consecuencia, al rehusar
entregarse, la histérica se encuentra en «un
estado permanente y latente de insatisfacción»
(ibídem, p. 49), una insatisfacción que va más
allá de lo sexual y «que se extiende al conjunto
de la vida» (loc. cit.). De allí que Lacan haya
considerado a la insatisfacción como un síntoma
característico de la histeria: «El histérico desea
estar insatisfecho porque la insatisfacción le
garantiza la inviolabilidad fundamental de
su ser. Cuanto más insatisfecho está, mejor
protegido queda contra la amenaza de un goce
que él percibe como riesgo de desintegración»
(loc. cit.). «La zona genital pasa a ser entonces
un lugar vaciado y desafectado» (ibídem,
p. 63). «El histérico renuncia al goce de la
penetración e ignora la sexualidad genital»,
lo que conlleva a la insatisfacción resultante,
insatisfacción que lo protege y en la que el
enfermo se empeña (ibídem, p. 64).
Véase cómo responde Tula a las insinuaciones
de don Juan, el médico de la familia:
—Yo soy viudo y sin hijos, como usted sabe,
Gertrudis. Y adoro a los niños.
—Pues vuélvase usted a casar.
—A eso voy. […]
—Quisiera no entenderle a usted, don Juan.
[…]
—Bueno, pues que a estos hijos de usted, ya
que por tales les tiene, no les vendría mal un
padre. […]
—¿Y eso es todo? […] no vuelva a poner los
pies en esta casa.
—¿Por qué Gertrudis?
—Por puerco
Y así se despidieron para siempre […]
«[…] Estos hombres… ¡O porquería o
poltronería! ¡Y aún dicen que el cristianismo
redimió nuestra suerte, la de las mujeres!»
[…]
[…] «¡El cristianismo, al n, y a pesar de la
Magdalena, es religión de hombres —se
decía Gertrudis—; masculinos el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo…!»
(La tía Tula, pp. 127-130)
La neurosis histérica «es una mala manera
de defenderse» que emplea el enfermo para
oponerse «a un goce inconsciente y peligroso»
(Nasio, ibídem, p. 22). Así, al defenderse mal,
el histérico transforma su miedo a gozar en
dolor de insatisfacción.
Los tres yo deL histérico
Existen tres estados propios del yo histérico:
el yo tristeza, el yo histerizador y el yo
insatisfecho; tres estados que devienen
siempre en uno solo, el de insatisfacción (Nasio,
ibídem, p. 15). Obsérvese, seguidamente, la
clasicación propuesta por Nasio, para la cual
se presentan también las citas pertinentes de la
novela de Miguel de Unamuno.
eL yo tristeza
Señala Nasio (ibídem, pp. 21-22): «La tristeza
del yo histérico responde al vacío y a la
incertidumbre de su identidad sexuada»: el
enfermo no sabe si es hombre o si es mujer;
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
114
sin embargo, puede adoptar cualquiera de los
dos papeles y, sobre todo, el papel del tercer
personaje gracias al cual el conicto de la pareja
fantasmatizada se resuelve. Así, «desatando
el conicto o despejándolo, […] ocupará
invariablemente el papel de excluido»; esta es
otra de las razones «que explica la tristeza que
suele agobiar a los histéricos» (ibídem, p. 21).
Véase a continuación cómo Tula se vale de
que Ramiro muestra en un primer momento
interés por su hermana Rosa y la incentiva a
que lo acepte. Y obsérvese cómo, luego de que
su hermana se compromete con Ramiro, Tula
siente el vacío de la soledad.
—¿Sabes que me ha escrito? —le dijo ésta
[Rosa] a su hermana [Tula].
—Sí, vi la carta. […]
—Y bien, ¿qué te parece Ramiro?
—No le conozco
—Pero no hace falta conocer a un hombre
para decir lo que le parece a una de él.
—A sí. […] y por eso me habría puesto a
estudiarle…
—¿Y entretanto si iba a otra?
—Es lo más probable. […]
—Y bien, ¿qué le digo?
—¡Dile que sí! […] Dios te hizo para el
mundo y el hogar… vamos, para madre de
familia. No vas a quedarte a vestir imágenes.
Dile, pues, que sí.
—¿Y tú? […]
—A mí déjame.
Al día siguiente de estas palabras estaban
ya en lo que se llaman relaciones amorosas
Rosa y Ramiro.
Lo que empezó a cuajar la soledad de
Gertrudis.
(La tía Tula, pp. 50-52)
Iniciado el noviazgo, Tula habla con don
Primitivo, su tío sacerdote, para apresurar
la boda de Rosa: «hay que casarlos y pronto.
Antes de que él se vuelva… […] Yo siempre
temo a los hombres, tío. […] le digo que la
constancia, que la fortaleza está más bien de
parte nuestra [de las mujeres]…» (La tía Tula,
p. 55).
De acuerdo con Nasio (ibídem, p. 77), el
histérico se sumerge «en un mundo donde la
fuerza y la debilidad deciden exclusivamente
sobre el amor y el odio. Yo amaré u odiaré a
mi partenaire según a percepción de su fuerza
o de su debilidad fálica. Por eso, las relaciones
afectivas del histérico se transforman,
inevitablemente, en relaciones de dominante y
dominado».
Cuando Rosa dice que ve a Ramiro poco
interesado en el matrimonio, Tula enfrenta a su
futuro cuñado en el siguiente diálogo. Nótese,
el papel de dominante que cumple Tula y el
papel de dominado de Ramiro:
—¿Y por qué rehúyes hablar de vuestro
casamiento a mi hermana? Vamos, dímelo,
¿por qué?
El pobre mozo inclinó la frente arrebolada
de vergüenza. Sentíase herido por un golpe
inesperado. […]
—¡Tula!
—¡Nada de Tula! Tú te pusiste con ella en
relaciones para hacerla tu mujer y madre de
tus hijos…
—¡Pero qué de prisa vas…! […]
— […] ¿La quieres, sí o no?
—¿Puedes dudarlo, Tula?
—¡Te he dicho que nada de Tula! ¿La
quieres?
—¡Claro que la quiero!
—Pues la querrás más todavía. Será una buena
mujer para ti. Haréis un buen matrimonio. […]
Ramiro pareció luchar un breve rato consigo
mismo y como si buscase algo, y al cabo, con un
gesto de desesperada resolución, exclamó:
—¡Pues bien, Gertrudis, quiero decirte toda la
verdad!
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
115
—No tienes que decirme más verdad —le atajó
severamente—; me has dicho que quieres a Rosa
y que estás resuelto a casarte con ella; todo lo
demás de la verdad es a ella a quien se la tienes
que decir luego que os caséis. […]
—¡Pero, Tula!
—Nada de Tula, te he dicho. Si la quieres, a
casarte con ella, y si no la quieres, estás de más
en esta casa. […]
Al siguiente día se jaba el de la boda.
Don Primitivo autorizó y bendijo la boda de
Ramiro con Rosa. Y nadie estuvo en ella más
alegre que lo estuvo Gertrudis. A tal punto, que
su alegría sorprendió a cuantos la conocían, sin
que faltara quien creyese que tenía muy poco de
natural.
(La tía Tula, pp. 58-61)
Obsérvese cómo Tula —siguiendo los supuestos
del psicoanálisis— resuelve el conicto y queda
excluida la posibilidad de establecer algún
tipo de relación amorosa con Ramiro, pues él
pasa a ser su cuñado, el esposo de su hermana
Rosa. De esta manera resulta «comprensible»
la alegría de Tula; pues al casarse Ramiro, el
peligro del posible goce es desechado, ya que así él
queda impedido de acceder a ella.
El yo histerizador
Siguiendo a Nasio (ibídem, p. 119), el atractivo
seductor y el aire sensual de los histéricos resulta
engañoso: el enfermo «es un creador notable
de signos sexuales […] que le hacen creer y
hacen creer al otro que su verdadero deseo
es internarse en el camino de un acto sexual
consumado. Y sin embargo, si existe un deseo
en el que el histérico se empeñe, es el de que tal
acto fracase» (ibídem, pp. 19-20).
Véanse seguidamente dos citas en las que se
pone de maniesto el yo histerizador de Tula:
Diálogo entre Tula y Ramiro:
—No me mires así, que los niños ven. […]
—¿Pero de qué crees que somos los hombres?
—De carne y muy brutos.
—¿Y tú, no te has mirado nunca?
—¿Qué es eso? —y se le demudó el rostro sereno.
[…]
—[…] ¿tienes derecho, Gertrudis, a perseguirme
con tu presencia? ¿Es justo que me reproches y
estés llenando la casa con tu persona, con el
fuego de tus ojos, con el son de tu voz, con el
imán de tu cuerpo lleno de alma, pero de un alma
llena de cuerpo?
Gertrudis, toda encendida, bajaba la cabeza y se
callaba, mientras le tocaba a rebato el corazón.
(La tía Tula, p. 92)
El comentario del médico, don Juan:
«[…] Pero ¡qué mujer! ¡Es toda una mujer!
¡Qué fortaleza! ¡Qué sagacidad! ¡Y qué ojos!
¡Qué cuerpo! ¡Irradia fuego!»
(La tía Tula, p. 120)
El yo insatisfecho
De acuerdo con Nasio (ibídem, p. 16), el estado
«de insatisfacción marca y domina toda la
vida» del histérico. «Pero, ¿por qué […] vivir
en la insatisfacción, cuando en principio lo que
buscamos alcanzar es la felicidad y el placer?»
(loc. cit.). Porque un «peligro esencial amenaza
al histérico, un riesgo absoluto, […] más
presentido que denido: el peligro de vivir la
satisfacción de un goce máximo. Un goce de
tal índole que, si lo viviera, […] lo disolvería,
lo haría desaparecer» (loc. cit.). Eso explica
que el histérico sea «un ser de miedo que,
para atenuar su angustia, no ha encontrado
más recurso que sostener sin descanso […]
el penoso estado de la insatisfacción» (loc.
cit.); por eso, para alejar su temor a gozar,
el enfermo «inventa inconscientemente un
libreto fantasmático destinado a probarse a sí
mismo y a probar al mundo que no hay más
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
116
goce que el goce insatisfecho» (ibídem, p. 17).
«Cualquier intercambio con el Otro conduce
inexorablemente a la insatisfacción», razón
por la cual «los seres cercanos a los que ama
u odia desempeñan para él el papel de un
Otro insatisfactorio» (loc. cit.). Se comprende,
entonces, cómo la vida del histérico, poblada
de «obstáculos y conictos, se convierte en
la única muralla protectora contra el peligro
absoluto del goce» (ibídem, p. 18).
Véase ahora el diálogo entre Tula y Ramiro,
cuando éste le dice que ha descubierto su
«secreto»:
—He sorprendido tu secreto, Gertrudis.
—¿Qué secreto?
—Las relaciones que llevabas con Ricardo,
mi primo.
—Pues bien, es cierto; se empeñó, me
hostigó, no me dejaba en paz, y acabó por
darme lastima.
—Y tan oculto que lo teníais...
—¡Para qué declararlo?
—Y sé más.
—¿Qué es lo que sabes?
—Que le has despedido.
—También es cierto.
—Me ha enseñado él mismo tu carta.
—¿Cómo? No le creía capaz de eso. Bien he
hecho en dejarle: ¡hombre al n!
Ramiro, en efecto, había visto una carta de
su cuñada a Ricardo que decía así:
«Mi querido Ricardo: No sabes bien qué
días tan malos estoy pasando desde que
murió la pobre de Rosa. Estos últimos días
han sido terribles y no he cesado de pedir a
la Virgen Santísima y a su Hijo que me
diesen fuerzas para ver claro en mi porvenir.
No sabes bien con cuánta pena te lo digo,
pero no pueden continuar nuestras
relaciones; no puedo casarme. Mi hermana
me sigue rogando desde el otro mundo
que no abandone a sus hijos y que les haga
de madre. Y puesto que tengo estos hijos a
que cuidar, no debo ya casarme. […].»
(La tía Tula, pp. 87-88)
Hay dos momentos claves en la novela de
Miguel de Unamuno en los que se hace más
evidente el deseo de insatisfacción de Tula: 1)
cuando lleva adelante el matrimonio de su
hermana Rosa con Ramiro (véase en el presente
estudio «El yo tristeza»); 2) cuando, por
segunda vez, Tula obliga a Ramiro a casarse,
ahora con la empleada de la casa, Manuela, a
la cual él ha embarazado.
—Pero no te aijas así, Ramiro, que la cosa tiene
fácil remedio…
—¿Remedio? ¿Y fácil? —y se atrevió a mirarle
a la cara.
—Sí; casarte con ella. […]
—¡Que me case! ¡Que me case con la criada!
¿Que me case con una hospiciana? ¡Y me lo
dices tú!...
—¡Y quién si no había de decírtelo! Yo, la
verdadera madre hoy de tus hijos. […]
—Pero Gertrudis…
—Cásate con ella, te he dicho […].
La muchacha apareció cubriéndose la llorosa
cara con las manos.
—Descubre la cara y míranos.
—¡No, señora, no!
—Sí, míranos. Aquí tienes a tu amo, a Ramiro,
que te pide perdón por lo que de ti ha hecho.
—Perdón, yo, señora, y a usted…
—No, te pide perdón y se casará contigo.
—¡Pero señora! —clamó Manuela a la vez que
Ramiro clamaba: «¡Pero Gertrudis!»
—Lo he dicho, se casará contigo […].
(La tía Tula, pp. 112-113)
las identificaciones del histérico
Siguiendo a Nasio (ibídem, p. 134), el
«histérico condensa y actualiza una triple
identicación»: 1) «con la imagen del otro
sexualmente deseable», 2) «con la del otro
sexualmente deseante» y 3) «con la efusión
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
117
sexual compartida por los miembros de la
pareja fantasmatizada». (Tula insiste, tanto con
Rosa como con Manuela, en que se preocupen
por «entretener» a Ramiro: «¿para qué se han
casado si no?».) Asimismo, señala una cuarta
identicación «típica de la histeria»: 4) «con el
tercer personaje que reúne o separa a la pareja»
(unión que consigue Tula al casar a Ramiro con
Rosa y con Manuela).
Por otra parte, Nasio (ibídem, p. 135) agrega
una quinta identicación: 5) «La vida de una
histérica está atravesada por un fantasma
fundamental […] en el cual el sujeto histérico
hace las veces de crisol que alberga y protege el
acoplamiento divino de dos cuerpos sin sexo».
Así, Nasio postula que el histérico se identica
con el útero como órgano «contenedor de la
fecundación de las células germinales, sin
cuerpo sexuado que las haya producido» (loc.
cit.). Esta quinta identicación se asociaría,
entonces, con la maternidad, como si ésta
«fuera una variante posible del atravesamiento
de la prueba de castración, en la que el útero
deja de ser un falo amenazado y a la deriva
para dar paso a esa otra gura del falo que es
el hijo por nacer» (ibídem, p. 136).
De acuerdo con lo señalado y con el n de
identicar la histeria en Tula, personaje central
de la novela de Miguel de Unamuno, se describe
la escena fantasmática de la siguiente manera
(ibídem, p. 67): «El histérico sería no solamente
artesano y actor de este sueño» donde «un
hombre y una mujer con sus cuerpos enlazados
conciben un hijo sin ninguna penetración
genital […], sino que sería también, y sobre
todo, el lugar contenedor de este encuentro
procreador y divino» sin encuentro carnal.
Éste sería, entonces, según Nasio, el fantasma
fundamental que atraviesa la vida de la mujer
histérica: «En el fantasma de castración es [el
útero] el órgano amenazado de mutilación
al producirse la penetración sexual; y en el
fantasma fundamental, es el receptáculo ideal
que da cobijo al encuentro feliz y divino de un
hombre y una mujer sin sexo» (ibídem, p. 68).
Obsérvese, en las siguientes citas, las evidentes
muestras de satisfacción de Tula ante cada
nacimiento, así como las extremadas muestras
de su amor maternal por los hijos Ramiro:
En el parto de Rosa, que fue durísimo, nadie
estuvo más serena y valerosa que Gertrudis.
Creeríase que era una veterana en asistir a
trances tales. […]
—Es usted comadrona de nacimiento —le
dijo el médico.
Tomó la criaturita y se la llevó a su padre,
que en un rincón, aterrado y como contrito
de una falta, aguardaba la noticia de la
muerte de su mujer.
—¡Aquí tienes tu primer hijo, Ramiro;
mírale qué hermoso!
Pero al levantar la vista el padre, libre del
peso de su angustia, no vio sino los ojazos
de su cuñada, que irradiaban una luz nueva,
más negra, pero más brillante que la de
antes. […]
—Ahora —le dijo tranquilamente ésta— ve
a dar las gracias a tu mujer, a pedirle
perdón y a animarla […]. Y en cuanto a éste
—y al decirlo apretaba al niño contra su
seno palpitante— corre ya de mi cuenta, y a
poco he de poder o haré de él un hombre.
(La tía Tula, pp. 65-66)
***
Gertrudis tomó a su sobrinillo, que no hacía sino
gemir; encerróse con él en un cuarto y sacando
uno de sus pechos secos, uno de sus pechos de
doncella, que arrebolado todo él le retemblaba
como con ebre, le retemblaba por los latidos
del corazón —era el derecho—, puso el botón de
ese pecho en la or sonrosada pálida de la boca
del pequeñuelo. Y éste gemía más estrujando
entre sus pálidos labios el conmovido pezón seco.
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
118
—Un milagro, Virgen Santísima —gemía
Gertrudis con los ojos velados por las lágrimas—;
un milagro, y nadie lo sabrá, nadie.
Y apretaba como una loca al niño a su seno.
(La tía Tula, p. 77)
***
A solas, cuando Ramiro estaba ausente del
hogar, cogía al hijo de éste y de Rosa, a Ramirín,
al que llamaba su hijo, y se lo apretaba al seno
virgen, palpitante de congoja y henchido de
zozobra. Y otras veces se quedaba contemplando
el retrato de la que fue, de la que era todavía su
hermana y como interrogándole si había querido,
de veras, que ella, que Gertrudis, le sucediese en
Ramiro. «Sí, me dijo que yo habría de llegar a ser
la mujer de su hombre, su otra mujer —se
decía—, pero no pudo querer eso, no, no pudo
quererlo… […] No, lo que me pidió es que impida
que sus hijos tengan madrastra. ¡Y lo impediré!
Y casándome con Ramiro, entregándole mi
cuerpo, y no sólo mi alma, no lo impediría…
Porque entonces que sería madrastra. Y
más si llegaba a darme hijos de mi carne y de
mi sangre…» Y esto de los hijos de la carne hacía
palpitar de sagrado terror el tuétano de los huesos
del alma de Gertrudis, que era toda maternidad,
pero maternidad de espíritu.
Y encerrábase en su cuarto, en su recatada alcoba,
a llorar al pie de una imagen de la Santísima
Virgen Madre, a llorar mientras susurraba: «el
fruto de tu vientre…».
(La tía Tula, pp. 96-97)
consideraciones finaLes
Nasio (ibídem, pp. 21-22) destaca lo siguiente:
«Los histéricos crean una situación conictiva,
escenican dramas, se entrometen en conictos
y luego, una vez que ha caído el telón, se dan
cuenta, en el dolor de su soledad, de que
todo no era más que un juego en el que ellos
fueron la parte excluida. En estos momentos
de tristeza y depresión tan característicos
descubrimos la identicación del histérico con
el sufrimiento de la insatisfacción». Y Tula es
una evidente muestra de ello: se duele por sus
culpas, por las culpas que, de haber podido,
tampoco hubiera evitado:
Y ahora quedábase Gertrudis con sus cinco crías,
y bregando, para la última, con amas.
¿Y los pobres niños de la hospiciana? «Ésos
también son míos —pensaba Gertrudis—; tan
míos como los otros, como los de mi hermana,
más míos aún.
Porque éstos son hijos de mi pecado. […] ¡Son
los hijos de mi pecado! ¡Sí, de mi pecado! ¡Pobre
chica!»
(La tía Tula, pp. 125-126)
***
—¡No, padre, no! ¡Usted lo sabe! Por dentro soy
otra…
—Pero hay que ocultarlo…
—Sí, hay que ocultarlo, sí; pero hay días en que
siento ganas de reunir a sus hijos, a mis hijos…
[…]
—Deje eso, señora, deje eso…
—Sí, reunirles y decirles que toda mi vida ha
sido una mentira, una equivocación, un
fracaso…
—Usted se calumnia, señora. Ésa no es usted,
usted es la otra…, la que todos conocemos…, la
tía Tula…
—Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice caer
dos veces: una con mi hermana, otra vez con
otra…
(La tía Tula, p. 140)
***
«[…] Y soñaba; soñaba como nunca había
soñado. Soñaba lo que habría sido si Ramiro
hubiese dejado por ella a Rosa. Y acababa
Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
119
diciéndose que no habrían sido de otro modo las
cosas. […]»
(La tía Tula, p. 144)
***
Vemos, pues, cómo bajo la aparente santidad
de Tula, bajo su capacidad de sacricio y
abnegación, se esconde la aversión a lo
especícamente masculino y su temor al
encuentro carnal con un hombre, un encuentro
que ella rechaza algunas veces incluso con
violencia y que consigue evitar a lo largo de
su vida, vida que termina siendo —como ella
misma arma— una mentira, una equivocación,
un fracaso, pero que, en su fantasma, le
permite asegurar la integridad de su ser. Tula
dice: «Libre estaba, libre estoy, libre pienso
morirme» (La tía Tula, p. 90); «libre», sí: libre
de la posibilidad de gozar o gozando de vivir
insatisfecha.
referencias BiBLiográficas
1. De Unamuno, Miguel ([1921] 2003). La tía Tula, Madrid: Espasa
Calpe S. A.
2. Evans, Dylan ([1996] 2000). Diccionario introductorio de
psicoanálisis lacaniano, Buenos Aires: Paidós SAICF.
3. Mazzuca, Roberto y otros (2008). «Las diferencias entre la
histeria freudiana y la histeria lacaniana», en XV Jornadas de
Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología del
Mercosur, pp. 176-179, Buenos Aires: Facultad de Psicología de
la Universidad de Buenos Aires.
4. Nasio, Juan David ([1990] 2005). El dolor de la histeria, Buenos
Aires: Paidós SAICF, 1.a edición 1998, 7.a reimpresión 2005.