Acta Herediana vol. 62, N° 2, julio 2019 - diciembre 2019
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setenta años, responde con una reseña de los
principales hechos de su vida que empieza
de la siguiente manera: “Usted me hace una
exposición de su carrera militar bien interesante; a
mi turno permítame le dé un extracto de la mía”.
(Revista Peruana 1879: 40-43).
El pesar y la congoja embargaban al ya viejo
Protector sus recuerdos plasmados en las
epístolas así lo demuestran: “a la edad avanzada
de 71 años, una salud enteramente arruinada y
casi ciego con la enfermedad de cataratas, esperaba,
aunque contra todos mis deseos, terminar en este
país una vida achacosa” (Revista Peruana 1879:
40-43). Con el ánimo mustio alejado de su
patria por un “auto ostracismo”, como el
mismo lo denominó, no dudó en compartir sus
sentimientos con Ramón Castilla.
En otro pasaje de la epístola mencionó lo
relacionado al tema monetario y la deuda
que el Estado peruano le tuvo y que hasta ese
entonces no parecía cancelada:
“Un millón de gracias por sus francos
ofrecimientos; yo los creo tanto más sinceros
cuanto son hechos a un hombre que, por su
edad y achaques, es de una entera nulidad; yo
los acepto para una sola cosa, a saber, rogar a
usted que los alcances que resultan de los ajustes
de mi pensión hechos por esas ocinas puedan,
si es de justicia, ser reconocidos por el Estado;
pero con la precisa circunstancia de que nada
será satisfecho hasta después de mi fallecimiento,
en que mis hijos encuentren este cuerpo de
reserva para su existencia.” (Revista Peruana
1879)
Es notoria la respuesta de gratitud ante el
ofrecimiento que le hiciera Castilla del pago
de sus sueldos correspondientes, En otro
párrafo, San Martín, revela los sentimientos
que le embargaron luego de su retiro de Lima
lo cual demuestra que gozó de un carácter
desprendido y generoso:
“Si algún servicio tiene que agradecerme la
América, es el de mi retirada de Lima, paso que
no sólo comprometía mi honor y reputación, sino
que me era tanto más sensible, cuanto que
conocía que con las fuerzas reunidas de
Colombia, la guerra de la Independencia hubiera
sido terminada en todo el año 23. Pero este
costoso sacricio, y el no pequeño de tener que
guardar un silencio absoluto (tan necesario en
aquellas circunstancias), de los motivos que me
obligaron a dar este paso, son esfuerzos que usted
podrá calcular y que no está al alcance de todos
el poderlos apreciar.” (Revista Peruana 1879).
La relación epistolar duró un tiempo más hasta
que en una carta escrita por Mariano Balcarce,
esposo de Mercedes Tomasa San Martín y
Escalada, hija del libertador don José de San
Martín, remitida al presidente de la República
Ramón Castilla, el 14 de setiembre de 1850, se
anunciaba la muerte del Protector que había
acaecido el 17 de agosto de 1850 producto
de una hipertroa cardiaca. Además, se
mencionaba en dicha carta, el último gesto de
desprendimiento que el Protector tuvo hacia
el Perú, el cual hizo agregar a su testamento,
fue la devolución del estandarte que Francisco
Pizarro usó para conquistar el Imperio de los
Incas. Tal vez luego de reexionarlo, la sutileza
del presidente Castilla tuvo éxito ya que en
una carta que el Mariscal envía a San Martín
se menciona:
“En mi carta del 13 me tomé la libertad de llamar
la atención de U. sobre otro diverso e importante
objeto: hablo del estandarte de Pizarro y del
expediente de Santa Rosa de Lima, que cuando
U. se retiró del Perú llevo consigo, como
recompensa más distinguida a los servicios que
U. había prestado a esta República.
Suponiendo, como debo suponer, que U. quiso
poseer aquellos trofeos por un tiempo
determinado, a los más durante sus días, que
celebraría fuesen perdurables; y tomándose la