Acta Herediana vol. 62, N° 1, enero 2019 - junio 2019
E
n el mural que decora el ábside de la
Capilla Sixtina se aprecian escenas
del Juicio Final, un alma de gura
antropomorfa esta rodeada de una serpiente
que le muerde el muslo mientras dos demonios
lo arrastran hacia el inerno. El rostro de
desconsuelo de aquella alma condensa el
desasosiego que experimentan millones de
humanos ante situaciones trágicas. Metros
más allá, ángeles y demonios, vivos y muertos,
santos y laicos libran la batalla denitiva que
tiene como centro a un Jesucristo triunfante.
Este fresco de Michelangelo Buonarroti esta
cargado de imágenes que representan la
condición humana, sus temores, creencias y
anhelos. Allí se retrata lo efímero de la vida,
la eternidad de la muerte, las debilidades y
grandezas humanas. El artista posee, además
de una exquisita técnica pictórica, una
extraordinaria capacidad de observación del
devenir humano.
Pero no solo se trata de observación. Interpretar
la condición humana a través del arte signica
entre otras cosas, identicarse con el otro,
reconocer su presencia y su diversidad. Esto
es lo que caracteriza a las obras de arte que
trascienden. Lo mismo podría decirse de
aquellas obras que interpretan y reproducen la
armonía de la naturaleza.
Entonces, se asume que el artista se nutre
de las expresiones múltiples de la condición
humana. Del mismo modo, el ejercicio de la
medicina expone a los profesionales y a los
estudiantes de pre y posgrado a tal variedad
de experiencias. Así, las humanidades y las
ciencias médicas son disciplinas que vienen
a ser dos caras de la misma moneda ya que
comparten el mismo objeto de estudio, el ser
humano.
Se puede decir que el ejercicio liberal de las
artes y de la medicina tiene como cauce común
el bienestar de las personas dentro de una
comunidad que debiera ser justa, tolerante e
inclusiva. La universidad, en tanto espacio sin
límites para el desarrollo del saber, debiera
ser el punto de encuentro natural de ambas
disciplinas.
Sin embargo, en los últimos años, debido
a diversas necesidades tanto académicas,
administrativas como a demandas de
la sociedad, léase mercado laboral, se
han producido cambios en la estructura
curricular en desmedro de la enseñanza de
las humanidades que privilegian, tanto en las
necesidades percibidas por los estudiantes
como en la priorización de la carga docente,
a disciplinas consideradas prioritarias para la
futura práctica profesional.
En principio no está mal que el grueso de la carga
académica sea ocupado por las ciencias básicas,
las ciencias clínicas y las horas de práctica
clínica preprofesional. Es imprescindible
que esto suceda. Sin embargo, aparece cierta
preocupación cuando, amparados por el
dictum cartesiano de dividir las materias en
Editorial
Humanitas Et sciEntiaE
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tantas partes como sea posible, en benecio de
una mayor comprensión, se establezcan muros
entre las disciplinas cientícas y las humanistas
que funcionan como divisoria de aguas y
haciéndolas ver como ajenas, excluyentes o
incluso antagónicas.
Cuando un médico desarrolla su labor
profesional debe tener presente que frente
a sí no solo tiene a un cuerpo con toda su
maquinaria metabólica sino a una persona que
tiene una identidad, creencias y una cultura,
además de una historia determinada por el
entorno en el que ha crecido y desarrollado.
En síntesis, un todo que es más que la suma de
las partes; pero, se aprecia en el ejercicio actual
de la medicina una tendencia a la cosicación
y tecnicación, a un apego cuasi dogmático a
los procedimientos, métricas y guías clínicas
antes que poner tales marcos normativos o
escalas de puntaje en el contexto particular de
cada caso. Parece ser que se inclina la balanza
a atender enfermedades y no enfermos.
Para recolocar el foco de atención en el todo,
en la persona en sí, se requiere algo más que
el apego escrupuloso a las técnicas cientícas.
Se necesita desarrollar el juicio crítico, la
curiosidad por saber más, así como una
comprensión de las necesidades del otro.
Se hace imperativo el fomentar la creación
de estudiantes con una densidad cultural
que los acerque a la humanitas planteada
originalmente por Cicerón y retomada por
Petrarca, es decir el sentido de lo humano,
cargado de empatía, tolerancia y respeto. En el
caso de la medicina, lo humano es interesarse
por la enfermedad que padece la persona, con
sus matices particulares antes que a la aséptica
aproximación de que toda enfermedad se
aborda de la misma manera. Las formas de
presentación de la enfermedad, así como la
respuesta al tratamiento, están condicionadas
por el comportamiento y los denominados
determinantes sociales. Entender este lado
humano nos dará mejores herramientas de
trabajo.
Las humanidades aproximan la medicina a
los abismos y alturas de la condición humana.
La lectura de un libro, la contemplación de
obras de arte o la audición reposada de la
música permiten detener el pensamiento de
su vorágine promovida por las obligaciones
diarias abriendo el espacio y el tiempo
necesarios para la reexión. Pero esto que
parece propio del buen uso del tiempo libre
no es suciente en el acto académico. Las
humanidades son más que ello y sin ánimo
de reducirlas a compartimientos estancos
debemos mencionar a la losofía, la historia,
la ética, la lingüística y las ciencias sociales,
disciplinas que los estudiantes universitarios
deberían estar familiarizados no tanto como
cursos donde se tiene un único libro de texto
y que son evaluados mediante pruebas de
respuesta múltiple sino como cursos donde
los alumnos, a la par que adquieren conceptos,
desarrollen una capacidad de lectura crítica,
de formar argumentos sustentados, de ser
creativos e imaginativos así como tener la
capacidad de comunicar sus ideas de un modo
coherente.
La formación de un pensamiento crítico es el
mejor antídoto contra los fundamentalismos
que pueblan la práctica médica, tan apegada
hoy a la tiranía de los algoritmos y a la
monotonía ciega de las guías clínicas. En un
escenario donde los conocimientos se han
fragmentado hasta la ultra subespecialización,
las habilidades para integrar conocimientos
de diversas disciplinas y el ejercicio de la
profesión en función de la persona particular
se convierten en un privilegio y en una
ventaja comparativa, esto último expresado
en un lenguaje tan preciado a las prácticas de
administración.
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Una ventaja adicional, no menos importante
y acaso la medular, es la formación de
personas con ética, en una época en que parece
haberse dejado de lado. Ante la barbarie de
la modernidad, donde algunas actividades
humanas y profesionales tienen un precio,
la verdad a veces es solo una apariencia y el
éxito individual medido en bienes intenta
imponerse sobre el colectivo o a costa del
planeta. La formación de personas con valores,
de ciudadanos conscientes de su pertenencia
a una sociedad justa e inclusiva hará que las
inequidades y abusos de cualquier tipo sean
cada vez menores.
Hoy más que nunca necesitamos personas
antes que humanos robotizados, que la
losofía nos enseñe a pensar, que la historia y
las ciencias sociales nos pongan en contexto,
que la literatura nos muestre los distintos
pliegues de la condición humana y nos haga
entendibles las enormes capacidades del
lenguaje y la palabra. Ahora, que la tecnología
esta a punto de devorar a sus creadores para
hacerlos útiles a ella, cuando una generación
de jóvenes cree, más que antes, que la historia
comienza con ellos, ignorando los sacricios
que ha costado a la humanidad alcanzar este
relativo progreso.
Los fundadores de esta casa de estudios,
consecuentes a sus propios valores, dieron
un salto al vacío para crear una universidad
acorde a sus ideales sobre el ejercicio correcto
de la medicina, con valores humanos y
curiosidad por la ciencia. De este modo, la
comunidad herediana se forjó con el concurso
mancomunado de profesores y alumnos.
Aquel salto no fue al vacío, se hizo lo correcto,
no solo empujando el avance de la ciencia
sino desarrollando actividades culturales y de
losofía que hoy se ven un tanto lejanas. Donde
las aulas universitarias y las asociaciones
estudiantiles eran espacios de discusión no
solo de ciencia sino de la realidad nacional.
El nuevo siglo encuentra no solo un país
distinto sino una sociedad y una corriente de
pensamiento que ha sabido sortear las crisis
de la república. Mientras vamos acordes
al desarrollo cientíco y administrativo
estamos en el momento de tomar un nuevo
impulso en la adopción de las humanidades
como medio para formar personas, buenos
ciudadanos y mejores profesionales donde la
capacidad crítica y la empatía con el otro sean
competencias profesionales incorporadas,
donde las humanidades sean vistas como
complementarias y no suceda como hace
poco cuando conversando con un estudiante
de medicina sobre las humanidades me
respondió: Y, ¿Para qué sirven?
Aldo Vivar Mendoza
Profesor auxiliar, Facultad de Medicina, UPCH